lunes, 2 de julio de 2012

La invisibilidad del «tumor de bar»

Alcohol y tabaco forman la pareja mortal que provoca la mayoría de los cánceres de cuello y cabeza. Pese a ocupar el séptimo lugar en incidencia en la población, pasa desapercibida por la levedad de sus síntomas, lo que impide un diagnóstico precoz.
Escondidos. Así permanecen muchos cánceres de cabeza y cuello hasta que reciben tratamiento. Pero una vez curados, los pacientes también prefieren permanecer así, ya que las secuelas –como las traqueotomías, la pérdida de la lengua o la amputación de la nariz o un trozo de mandíbula– les exponen a las críticas de la sociedad..

«Perdemos nuestra intimidad. Sufrimos un tumor que a diferencia de otros, como el de mama o pulmón, no podemos ocultarlo y quedamos expuestos a la opinión de la gente», cuenta Maite Arenas, cuyo caso es excepcional, ya que no cumple con el perfil del paciente tipo: varón, fumador y bebedor.
Varias razones se hallan detrás de la invisibilidad de estos tumores: poca popularidad, la omisión de los pacientes y la ausencia de diagnóstico precoz por parte de los médicos. 


«Hemos de reconocer que la banalidad de los síntomas impide una detección temprana del problema y a muchos profesionales se les pasa por alto», reconoce Juan José Cruz, jefe de Oncología Médica del Hospital Clínico de Salamanca y presidente del Grupo Español de Tratamiento de Tumores de Cabeza y Cuello (TTCC), y presidente de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM).

La tos, el dolor de oídos, la ronquera, la irritación de garganta o la aparición de aftas en un 75 por ciento de los casos se debe a los nocivos hábitos del tabaquismo y el alcohol, además esta combinación eleva hasta un 20 por ciento la posibilidad de desarrollar un cáncer de este tipo. Otros factores de riesgo son la falta de higiene bucal, el virus del papiloma humano y la malnutrición, entre los más importantes. Los hombres cuentan con dos o tres veces más de probabilidades de desarrollar el tumor, aunque se observa un aumento en las mujeres.


Se ubica en diferentes regiones y subregiones del tracto aéreo digestivo superior, y se clasifica en: cáncer de cavidad oral (43 por ciento), cáncer de faringe –cáncer orofaríngeo, cáncer nasofaríngeo, cáncer hipofaríngeo (33 por ciento)–, y cáncer de la laringe (24 por ciento). Resulta frecuente además que toda la mucosa digestiva y del área respiratoria termine afectada como consecuencia del fenómeno denominado «cancerización de campo».


Pese a que los diagnósticos llegan tarde, en estadios III y IV, hay tratamientos que consiguen una supervivencia de los pacientes entre un 20 y un 40 por ciento, según el tipo de cáncer a los cinco años. «Hoy día contamos con medicamentos que evitan las cirugías radicales que practicábamos hasta ahora. El empleo de nuevos fármacos dirigidos a dianas moleculares como los denominados antiEGFR, como el cetuximab, han demostrado resultados con importante beneficio para pacientes con enfermedad localmente avanzada e inoperable en combinación con radioterapia y en la enfermedad recurrente y/o metastásica en combinación con quimioterapia basada en platino, consiguiendo incrementar la supervivencia global», explica Cruz.


Una cirugía radical puede llevar a la pérdida de uno de los sentidos y marcar de por vida al paciente. En muchos casos se pierde el sentido del gusto, la posibilidad de hablar, el olfato e incluso el oído. Una de las señales que identifican a estos pacientes son las traqueotomías. «Yo no he fumado nunca. Todo empezó con una difonía intermitente que trataba en el otorrino y logopeda que al final acabó en un diagnóstico de un carcinoma inflitrado en las cuerdas vocales», relata Maite.


Ella volvió a integrarse en la sociedad gracias a su tesón y su insistencia. Recuperó la voz tras buscar un buen equipo médico foniatra, ya que tras la cirugía que le extirpó la laringe se vio abandonada por un sistema sanitario que lo único que hizo fue remitirla a una asociación de pacientes. «Quedamos muy afectados de la zona del cuello para arriba, no sólo es la voz que es lo que llama la atención, sino el aprender a respirar de nuevo. Es como si nos convirtiéramos en una persona nueva, ya que nuestra forma de expresarnos cambia, nuestros sonidos serán otros. Enfrentarse a las secuelas es muy duro», subraya Maite.



29 Junio 12 - - Pilar Pérez

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