martes, 5 de marzo de 2013

Ajedrez, algo más que un juego


“El ajedrez no es un simple juego de mesa; es mucho más. El ajedrez lleva implícito su propio mundo simbólico, no sólo en el tablero sino en todas las piezas que forman parte de este ejercicio estrategia e inteligencia.

El origen del ajedrez es brahmánico y su simbolismo guerrero iba dirigido a la casta de los kchatriyas, casta de príncipes y nobles, que lo consideraron como una “escuela de gobierno y defensa”

“Según El libro del ajedrez, de Alfonso X El Sabio, rey de Castilla (siglo XIII), el tablero del ajedrez representa el Universo, del cual es un esquema. Egocéntricamente, simboliza el mundo”

“Cosmológicamente, la franja que rodea las cuatro casillas interiores corresponde a la órbita del Sol con los 12 signos del Zodíaco. La franja que rodea las casillas exteriores representa las 28 casas de la Luna. Además, el cuadrado del tablero plasma los movimientos cósmicos que se desarrollan en el tiempo. Los planetas juegan también su papel en el juego”

“Por tanto, una partida de ajedrez es mucho más que un simple juego porque equivale, en cierta medida, a recrear EL GRAN TEATRO DE LA VIDA, y de la observación atenta de nuestro modo de maniobrar en el juego podemos aprender mucho de nosotros mismos, de nuestros errores y de nuestros propios patrones psicológicos”
Montse Torné

Pocos juegos están presentes en todas las culturas y en todas las épocas históricas haciendo pensar y disfrutar a sus jugadores como el ajedrez. Aunque se considera que nació en la India, su origen es desconocido y encierra en su tablero tantos significados y simbolismos que lo convierten en un ejercio de gran valor para la mente concreta y abstracta.

El ajedrez ha seducido a millones de ciudadános anónimos y reales como Nefertari, eruditos árabes, reyes hindús, Alfonso X El Sabio, damas de la corte … y lo seguirá haciendo a través de los tiempos porque lo que él esconde es parte de la Sabiduría Perenne que forma parte del planeta y nuestra evolución.


Este artículo de Montse Torné, tomado de una antigua revista Athanor -y cedido a esta por la Asociación Española de Terapiade Polaridad-, nos explica el potencial de una partida de ajedrez, sus múltiples interpretaciones y cómo el Universo, nuestra vida y las piezas están íntimamente relacionadas.


Con la llegada del otoño, antesala del invierno, el hombre tiende a recogerse y a pasar de forma espontánea muchas más horas dentro de su hogar. Este recogimiento facilita que puedan realizarse algunas actividadesque no son propias de las épocas primaveral y estival. Así, es tiempo para establecer una comunicación más profunda con aquellos que forman parte de nuestro entorno personal, ya sean familiares o amigos; es tiempo de profundizar y reflexionar sobre nuestra vida; es tiempo de ‘sembrar’ las semillas más acordes con nuestro propio proyecto de vida; pero también es tiempo de jugar.

El aspecto lúdico, llegada la madurez del año que cursa, se desarrolla en gran medida dentro de nuestras casas, protegidos de las inclemencias del tiempo.

El juego es altamente saludable y recomendable porque potencia la energía creativa del ser humano, a la vez que nos señala aquel fructífero sendero de espontaneidad, olvidado en gran medida.

Entre los muchos juegos en que podemos participar, hay uno que es especialmente’interesante. Es el juego del ajedrez. El ajedrez no es un simple juego de mesa; es mucho más. El ajedrez lleva implícito su propio mundo simbólico, no sólo en el tablero sino en todas las piezas que forman parte de este ejercicio de estrategia e inteligencia.


El origen del ajedrez es brahmánico y su simbolismo guerrero iba dirigido a la casta de los kchatriyas, casta de príncipes y nobles, que lo consideraron como una “escuela de gobierno y defensa”. La tradición sitúa su nacimiento en la India, en el Imperio Pataliputa, durante el reinado de Asoka, y su inventor habría sido el brahmán Sissa, que instruía al príncipe Sirham.

Sobre el origen del ajedrez se cuenta una bella leyenda:

Hace muchos siglos vivía en la India un generoso rey cuyo nombre era Ladava, quien había perdido a su amado hijo en una cruel batalla. El dolor y la tristeza hicieron de tal forma mella en el rey que quedó sumido en un profundo estado de melancolía y desesperación, de modo que dejó abandonadas sus tareas como monarca.

Ni la corte en pleno, ni sus amantes esposas, ni bufones, malabaristas, músicos o bailarines, ni los más prestigiosos médicos llegados desde los más recónditos confines activaron el más mínimo resorte en el abatido rey.

El pueblo empezaba a notar la falta de dirección en forma de enfermedad y hambre. Parecía que el estado del rey estaba contagiándose a todo el reino. El destino hizo que, de entre los fieles súbditos, brillara uno con especial inteligencia; era un joven al que llamaban Sissa. Sissa creó un juego que pudiera, a la vez que distraer al rey de su pesar, hacerle comprender los errores cometidos en la batalla en la que halló la muerte el joven príncipe.

Sissa se presentó en el palacio y fue recibido por el rey. Sacó su hermoso tablero y unas bellísimas piezas esculpidas en madera y explicó al monarca la dinámica del juego: participaban dos personas que disponían, cada una, de su propio ejército, formado por ocho piezas pequeñas llamadas peones, dos elefantes que simbolizaban la artillería pesada, dos caballos como representantes de la caballería, dos visires que actuaban como consejeros —es el actual alfiz, cuyo nombre viene del árabe— y un ministro —que en la actualidad es la reina o dama—, con su rey gobernando la partída.

El rey quedó prendado del juego e invitaba a jugar a consejeros y ministros. En estas partidas, Lada va aprendió no sólo la necesidad de planificar las acciones, sino la perseverancia en el logro de los objetivos y el sacrificio en aras del bienestar de la mayoría. Aprendió de los errores cometidos en el combate y comprendió que la muerte de su hijo había permitido la victoria final de sus ejércitos sobre el invasor. Y así abrió nuevamente su corazón a la alegría y fue incorporándose a la vida pública, atendiendo los asuntos de estado y las necesidades de sus súbditos.

El rey quíso premiarla imaginación yla inteligencia de su súbdito fiel, pero éste, después de reflexionar largamente, rehusó tal gratificación alegando que el único propósito del juego era el de devolver la alegría de vivir a su monarca y al pueblo.

Aunque existe otra versión, que es más conocida, en la que Sissa pide, a modo de gratificación, un grano de trigo en la primera casilla del tablero, dos granos en la segunda, cuatro en la tercera, ocho en la cuarta, dieciséis en la quinta y así sucesivamente hasta completar las sesenta y cuatro casillas del tablero de ajedrez; cuando los matemáticos del reino calcularon el número de granos de trigo que debían pagarse se dieron cuenta de que no alcanzaba todo el trigo del mundo para pagar el juego del ajedrez.

El objeto del ajedrez es plasmar las fuerzas que intervienen en la creación del ser humano sobre la Tierra. Según El libro del ajedrez, de Alfonso X El Sabio, rey de Castilla (siglo XIII), el tablero del ajedrez representa el Universo, del cual es un esquema. Egocéntricamente, simboliza el mundo.

Las cuatro casillas centrales representan las cuatro fases básicas de todos los ciclos —nacimiento, desarrollo, reproducción y muerte—, así como las épocas y las estaciones del año. La alternancia del blanco y del negro significa lo dual, lo polar, lo complementario; es decir, representa los pares de opuestos: día y noche, finito e infinito, alfa y omega. Es, por tanto, principio y fin de todas las cosas que existen en el Universo manifiesto, cuya representación es el propio tablero.

Cosmológicamente, la franja que rodea las cuatro casillas interiores corresponde a la órbita del Sol con los 12 signos del Zodíaco.

La franja que rodea las casillas exteriores representa las 28 casas de la Luna. Además, el cuadrado del tablero plasma los movimientos cósmicos que se desarrollan en el tiempo.

Los planetas juegan también su papel en el juego. Así a Marte, el señor de la guerra, le corresponde la torre; aunque antiguamente esta pieza fuera representa- da por el carro de combate y más tarde se sustituyera por el castillo o acuartelamiento.

Como prototipo de virilidad, Marte representa las líneas rectas y los movimientos francos y directos, lo que concuer- da con la forma e desplazarse la torre en el tablero.

Aunque Venus está representado por el caballo, podemos entender que representa al jinete que controla al caballo; es decir, es el control de las pulsiones instintivas. Es por esto por lo que podemos observar como el caballo es la única pieza que sólo puede cambiar de posición pasando de una casilla a otra de color contrario, ya que trata de relacionar el mundo de los sentidos con la mente / voluntad. Es la acción de los opuestos y el equilibrio de los contrarios al disciplinarse la materia a través del espíritu.

Mercurio corresponde al alfil y se asemeja a la inteligencia y al sentido del humor. Su posición en el firmamento cercana al Sol, el Rey, se plasma sobre el tablero. Mercurio, mensajero de los dioses, queda confinado en su propio mundo y no se relaciona con las casillas contrarias.

La Luna y el Sol se asemejan a la dama y al rey, respectivamente, y su movimiento es de forma directa, con mayor movilidad la dama, a semejanza de la Luna.

Marte, Venus, Mercurio, la Luna y el Sol constituyen los planetas personales. Por otra parte, Júpiter y Saturno quedan como planetas impersonales o sociales y están presentes como rectores de las reglas del juego. Así, las piezas de color blanco simpatizan con Júpiter en sus atribuciones de optimismo y triunfo; en cambio Saturno presenta la actitud defensiva propia de las piezas de color negro. También está presente Júpiter en el movimiento de cada pieza y Saturno en el control del tiempo de cada jugada.

El cinturón de asteroides existente entre Marte y Júpiter podría estar representado por los peones. Sin embargo, parece mucho más coherente que el papel que representan los peones en toda la partida de ajedrez sea muy posiblemente la de humildes portales sometidos a la influencia dominante del planeta-fila en que estén situados, sin olvidar que el peón puede transformarse en cualquiera de los personajes si llega a coronar la meta, lo que transmite el poder de transformación existente en el ser humano.

Por tanto, una partida de ajedrez es mucho más que un simple juego porque equivale, en cierta medida, arecrear el gran teatro de la vida, y de la observación atenta de nuestro modo de maniobrar en el juego podemos aprender mucho de nosotros mismos, de nuestros errores y de nuestros propios patrones psicológicos.

Su mundo simbólico nos hace sentir misteriosamente unidos al Universo en un aprender disfrutando, compartiendo y recreando el eterno juego divino de Lila por medio del cual el Universo toma forma.

¡No permitamos que las largas noches que se avecinan permitan a Tamas apodearse de nosotros en forma de pereza, desidia, pesadez y aburrimiento!

Montse Torné
Fuente: http://www.elblogalternativo.com/2011/08/08/ajedrez-algo-mas-que-un-juego/

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