martes, 4 de junio de 2013

Acuicultura: La Otra Cría Intensiva

España, el país Europeo con mayor consumo de pescado, es también uno de los mayores productores de pescado de piscifactoría en Europa, gracias a los numerosos kilómetros de costa, a la abundancia de sus ríos y a las excepcionales condiciones de sus costas gallegas y cantábricas.


En España se producen en piscifactorías truchas, doradas, lubinas, rodaballos y se está desarrollado la producción de lenguado, besugo y pulpo entre otras especies. En el resto de Europa, se produce sobre todo salmón y trucha, aunque a nivel mundial, se crían de este modo más de 160 especies de pescado y marisco como el bacalao y el mero atlánticos, gambas y camarones. En el Reino Unido, la acuicultura representa la segunda área más grande de producción animal después de la cría de pollos, con 70 millones de peces criados de este modo al año.

La piscifactoría es el sector alimentario más rápidamente creciente; se ha doblado la producción desde 1987 y en el 2040 la demanda de pescado global se habrá vuelto a doblar. En 2001, casi el 30% del pescado y marisco consumido provenía de piscifactorías, aunque se estima que esta cifra se multiplicará por 7 en los próximos 25 años para mantener el consumo mundial de pescado. De hecho, hemos estado consumiendo pescado de piscifactoría durante muchos años sin saberlo.

Esta nueva industria conlleva una serie de amenazas tanto para el bienestar de los animales como para el medio ambiente.

En cuanto a los aspectos de bienestar animal, la cría de muchas especies suele ser altamente intensiva alojando a los animales en densidades excesivamente altas y los métodos de clasificación, transporte y sacrificio les provocan un alto grado de sufrimiento, además de los problemas que acarrea el extendido uso de peces modificados genéticamente. Los animales de piscifactoría sufren comportamientos anormales, heridas, deformidades, enfermedades y elevados índices de mortalidad. Los procesos habituales de extraer los huevos de las hembras y recolectar el esperma de los machos, separar a los ejemplares grandes de los pequeños o transportar a los jóvenes del agua dulce a las jaulas de mar, implican un manejo muy estresante para los peces.

Las sustancias químicas utilizadas para controlar los parásitos y las enfermedades, el pienso que se les suministra, los animales que escapan, los animales genéticamente modificados, teñidos y modificados sexualmente, y los deshechos, contaminan el medio ambiente suponiendo un peligro para el planeta.

Se insinúa que la acuicultura compensará el colapso de las poblaciones salvajes. Sin embargo, la mayoría de las operaciones de piscifactoría son extremadamente ineficaces y requieren más proteína en forma de pienso de lo que resulta al final de la “cosecha”. De hecho, la acuicultura no sólo no quita la presión de las poblaciones salvajes, sino que en las especies carnívoras (como el salmón y la trucha) les pone más presión ya que éstas deben ser alimentadas con piensos fabricados de otros peces. Por cada tonelada de bacalao de granja, por ejemplo, se utilizan 5 toneladas de pescado para su pienso. El marisco puede ser más sostenible porque al ser herbívoros, se alimentan de lo que ya se encuentra en el agua.

El etiquetaje del pescado vendido en la UE, que debe indicar el origen, la especie y la zona de captura, obligatorio desde 2003, resulta, en ocasiones, engañoso. Algunas etiquetas pueden llevar a confusión indicando “cultivado en las aguas frescas de los lagos de…” omitiendo que esta agua ha sido bombeada a los tanques de cemento de una piscifactoría.

Muchas especies se crían durante las primeras fases en tanques en tierra firme y luego se traspasan a cercados en el mar, aunque otras pueden alojarse en canales alimentados de agua de río o en estanques cavados en la tierra durante toda su vida. A menudo se manipula la luz, la temperatura del agua, los regímenes alimentarios y la selección de razas para aumentar la producción. Los piensos actuales buscan crecimientos rápidos y costes no muy elevados. En España por ejemplo se pretende producir truchas de tamaño superior para filetear y ahumar.

Un método muy estresante para los animales ocurre cuando se les separa por tamaño, para evitar que los más grandes ataquen o devoren a los más pequeños, especialmente en especies carnívoras, bombeándolos del tanque, o capturándolos con redes y filtrándolos a través de unas rejas entre las que caen dependiendo del tamaño. Esto se hace 2 o 3 veces por ciclo.

Se utilizan frecuentemente tintes para modificar el color de la carne de especies como los salmones y las truchas. Las concentraciones permitidas de estos tintes fueron reducidas por la UE en el 2002 por estar relacionados con daños a las retinas de humanos.

Hacinados en las jaulas de mar, los peces suelen nadar forzadamente en círculos constantemente, de manera que sus aletas y colas se gastan, deforman y dañan frotando contra los laterales de las jaulas o los otros peces, a veces partiéndose por la mitad. Son frecuentes por eso las deformidades, como las jorobas del salmón noruego que presentan la espalda curvada. En días bochornosos, se les puede observar jadeando para respirar.

Los peces de granja pueden contener hasta 17 veces más grasa que sus homólogos salvajes y se puede encontrar en ellos 17 veces más PCBs (policlorobifenilos).

La solución pasa por limitar el consumo de pescado, y, en caso de consumirse, conseguir pescado salvaje capturado de modo sostenible y usando peces de granja sólo para satisfacer la demanda, o, si fuera necesario, perfeccionando la actualmente no viable acuicultura ecológica.
Biotecnología y Peces Genéticamente Modificados

En condiciones de cría intensiva, los juveniles se producen de huevos extraídos de las hembras manualmente y fertilizados artificialmente.

La biotecnología se utiliza ampliamente para producir peces con cromosomas manipulados a través de una técnica que somete a los huevos recién fertilizados a un impacto de calor o presión. El resultado es un pez estéril con una madurez sexual retrasada, lo cual aumenta la eficacia de convertir el alimento en carne pero reduce la calidad de ésta. Estos procedimientos también conllevan problemas de salud y bienestar como deformidades vertebrales, dificultades respiratorias, bajos niveles de hemoglobina en la sangre, anemia, y elevados niveles de mortalidad.

El proceso anteriormente mencionado se usa regularmente juntamente con una técnica que induce que todos los peces sean hembras a través de la inversión del sexo. Esto se consigue ofreciendo hormonas masculinas a las hembras jóvenes, para que se conviertan en “machos” y utilizando su esperma para producir sólo peces hembra que maduran más tarde.

El uso de peces genéticamente modificados o transgénicos, ha aumentado preocupantemente en los últimos años. A menudo se les inserta hormonas de crecimiento para que crezcan más rápidamente llegando a un tamaño comerciable a una edad más temprana. Se han desarrollado salmones con hormonas de crecimiento que llegan a alcanzar 13 veces su tamaño normal. En muchos casos, la estimulación endocrina puede conducir a niveles patológicos. Por ejemplo, en ciertos experimentos con salmones en que se les inyectaron hormonas de crecimiento, los cráneos crecieron anormalmente conllevando problemas para respirar y alimentarse.

Existen una serie de preocupaciones sobre el impacto al bienestar y al medio ambiente de estos peces insanos y rápidamente crecientes.

Los genes utilizados en la ingeniería genética provienen tanto de otras especies de animales como otros peces, gallinas, vacas, ratas, insectos o incluso humanos, como pueden ser genes anticongelantes para tolerancia al frío, hormonas de crecimiento, para resistencia a las enfermedades o para aumentar la tolerancia a bajos niveles de oxigeno. También se utiliza la ingeniería genética para conseguir “fármacos” en los peces.

La inserción de genes puede alterar las reacciones químicas y las funciones de las células, induciendo cambios en el comportamiento, inestabilidad y la creación de sustancias nuevas en el pez (como nuevas toxinas o alérgenos o cambios en el valor nutritivo). Suelen afectarse otros genes del pez que no son los deseados, resultando en efectos negativos como disminución de la capacidad de nadar, de los ritmos de alimentación, o efectos en estructura muscular, producción de enzimas, longevidad, comportamiento, morfología craneal e irrigación de las agallas.

Las técnicas de modificación genética normalmente implican la inserción de ADN en el genoma del pez, lo cual puede alterar su sistema estrictamente controlado. Cualquier cambio al ADN de un organismo puede tener efectos difíciles de prever o controlar. Por ejemplo, en un pez GM podría modificarse una proteína pudiendo provocar reacciones alérgicas.

Si se escapan peces genéticamente modificados de las granjas hay un gran potencial de que alteren el ecosistema y puedan llegar a desplazar las poblaciones nativas de peces, alterar las cadenas tróficas, etc.

Problemas con los fugas:

1- Debido a su mayor tamaño, los peces GM pueden tener una ventaja reproductora sobre los salvajes, así como la pueden tener peces con una artificial tolerancia al frío o ciclos reproductores más rápidos. Las ventajas de los peces GM, pueden verse afectadas por desventajas como una mayor mortalidad de las crías, llevando, a la larga, a la posible desaparición de tanto las especies salvajes como las GM.

2- Otro efecto del escape de peces GM sería la competición por comida. Como los GM con hormonas de crecimiento comerían más cantidad, o en épocas del año inusuales (ya que maduran más rápidamente que los salvajes), estas pautas alimentarias alteradas podrían implicar considerables interrupciones en los ecosistemas acuáticos.

3- El hecho de conseguir peces más tolerantes al frío a través de la modificación genética, puede permitir aumentar la extensión geográfica de ciertas especies, implicando una posible invasión en un nuevo ecosistema alterando su equilibrio.

4- Contrariamente a lo que declara la industria, la esterilización de los peces de granja no es 100% eficaz y no puede evitar el cruce entre animales de piscifactoría y salvajes. Aunque esto podría evitarse a través de escrupulosos chequeos para asegurar que todos los huevos son hembras, no sería viable económicamente bajo las condiciones comerciales de producción.

5- Aunque no se reprodujeran, los fugas de peces GM estériles podrían tener un impacto considerable en las poblaciones salvajes a través de la propagación de enfermedades y competición por el hábitat.

Transporte y Sacrificio

Cuando los peces llegan a la fase en que puede tolerar el agua de mar, se transportan a las jaulas en camiones, helicópteros o barcos. El movimiento y el traslado pueden ser aterradores para los animales y provocarles un estrés considerable. En el momento del sacrificio, los animales son nuevamente transportados.

Antes del sacrificio, se priva a los peces de comida durante desde 7 días hasta semanas, cuando hasta entonces han estado acostumbrados a comer con frecuencia y abundancia. Esto se hace para vaciar sus tripas y minimizar el riesgo de que la carne se contamine cuando se limpian. Esta privación prolongada de alimento es perjudicial para el bienestar de los animales.

En el momento del transporte, las jaulas situadas a gran profundidad son izadas a la superficie provocando a los animales dificultades de adaptación al brusco cambio de presión, resultando en un animal extremadamente exhausto y nervioso.

Algunos de los métodos de sacrificio más ampliamente utilizados para los peces de piscifactoría provocan un sufrimiento atroz a los animales. Los métodos más frecuentes son la asfixia en aire o hielo. El efecto refrigerante del hielo alarga el tiempo que tarda un pez en perder la conciencia, por lo que pueden sufrir durante unos 15 minutos después de ser sacados del agua.

Otro método de sacrificio es el aturdimiento con dióxido de carbono en un baño de agua saturada en este producto que les irrita las agallas. Tardan 30 segundos en paralizarse pero entre 4 y 9 minutos en perder la conciencia mientras se les cortan las agallas. Otro método de sacrificio consiste en dar una descarga en la cabeza del animal, tras lo cual se les cortan las agallas para desangrarlos hasta la muerte.
Enfermedades y Sustancias Tóxicas

El hacinamiento, la incapacidad de adaptarse al cautiverio, y el manejo, pueden provocar estrés a los peces, haciéndolos más susceptibles a las enfermedades y aumentando la mortalidad.

Los ojos de los peces son especialmente sensibles a la enfermedad y al estrés, en granjas intensivas es frecuente encontrar animales con cataratas que pueden ser tan graves que provocan hemorragias en las córneas y ceguera.

Cuando la calidad del agua es pobre aparece una sustancia que produce una bacteria y que puede encontrarse luego en la carne de los peces.

La infestación de piojos de mar es un grave problema en la acuicultura intensiva, especialmente los salmones. Estos pequeños crustáceos se alimentan del animal huésped hasta, en ocasiones, dejar el hueso visible. Los tratamientos utilizados actualmente implican el uso de fuertes toxinas irritantes que se administran en el agua, o en la comida, con las posibles repercusiones ambientales que estos métodos puedan suponer. Otro método implica el uso de un pez “limpiador” que come los piojos del cuerpo de los salmones. Sin embargo, muchos de estos limpiadores mueren de hambre, comidos por los salmones, del estrés de la captura y el transporte, o de ataques, implicando otro problema de bienestar.

Los peces de granja, si se escapan, pueden transmitir parásitos y enfermedades a los salvajes, resultando en reducciones de las poblaciones salvajes.

Los niveles de mortalidad en las piscifactorías son alarmantemente altos. Tan sólo en las últimas fases cuando ya están en jaulas de mar, la mortalidad es de entre el 10 y el 30%.

El uso de antibióticos, pesticidas y cloro es frecuente y el de vacunas rutinario, para tratar brotes de enfermedades que aparecen y se propagan fácilmente en estas condiciones. Estas sustancias permanecen en la carne como residuos. Como los peces de granja se alimentan con piensos y aceites obtenidos de peces salvajes de capturas industriales, pueden contener PCBs (causantes de cáncer y riesgos de neurodesarrollo en fetos), dioxinas, mercurio y otros contaminantes marinos, se ha llegado a encontrar DDT en truchas de granja de Dinamarca.

El uso habitual de antibióticos supone otros problemas, cuando se deja el tratamiento reaparece la enfermedad, se pueden crear cepas resistentes al antibiótico y como los peces no deben tomar ningún medicamento durante unos días antes de comercializarse, en este período pueden volver a coger la enfermedad y morir.

Es frecuente el uso de vacunas para evitar la aparición de enfermedades, como la lactococosis, una enfermedad de mamíferos que se ha extendido entre las truchas de países mediterráneos ya que se produce cuando la temperatura del agua supera los 16 grados, algo habitual en verano y especialmente en las piscifactorías, facilitando la reproducción de la bacteria. Los animales afectados de esta enfermedad sufren una meningitis muy aguda que hace que los ojos se les salgan de las órbitas por la presión cerebral y les afecta la vejiga natatoria impidiéndoles sumergirse. Los peces se suelen vacunar utilizando una pistola, por equipos capaces de inyectar a 40,000 peces al día, que previamente han sido anestesiados en una bañera.

Aunque el suministro de ciertas sustancias a los peces de piscifactoría ha sido prohibido, a menudo se encuentran trazos en peces analizados rutinariamente (como por ejemplo fungicidas).
Víctimas Salvajes y Medio Ambiente

La producción de especies de peces carnívoras (como el salmón, la trucha, el mero y el bacalao), pone presión a las reservas de peces salvajes ya que éstos son capturados para alimentar a los peces de la piscifactoría en forma de pienso). Se necesitan entre 3 y 5 toneladas de pescado salvaje para alimentar a una tonelada de pescado de granja, y las poblaciones de estas especies estan mermando.

Enormes cantidades de peces concentrado en un sitio y sin escapatoria, ofrecen a algunos animales salvajes que comen peces (algunos pájaros, focas, visones y nutrias) una atracción irresistible. Algunos criadores matan a los animales salvajes para controlar los depredadores. En Escocia se matan unas 3,500 focas al año por esta razón.

Son muy frecuentes las huidas de las granjas de peces provocados por accidentes humanos, duras condiciones climáticas o porque sus depredadores rompen las redes. Estos fugas pueden resultar en “contaminación genética” cuando los individuos de granja se reproducen con salvajes, afectando la supervivencia de las poblaciones salvajes al alterar las reservas genéticas reduciendo sus capacidades de sobrevivir. Los animales salvajes están genéticamente adaptados a su vida en el ambiente local, y un cambio en su genética puede reducir su capacidad de adaptarse y sobrevivir. Los animales que escapan también pueden transmitir enfermedades y parásitos a los salvajes. Las poblaciones de salmón salvaje han sido drásticamente reducidas en zonas con gran número de granjas, hasta el punto de que las capturas de salmón escapado son 7 veces mayores que las de salmón salvaje.

Entre 1992 y 1996 escaparon de granjas de salmones Noruegas una media de 1,3 millones de animales anual.

Los peces de granja son genéticamente muy uniformes, criados para adaptarse a las necesidades de la industria con características como crecimiento rápido o alta tolerancia a las condiciones de hacinamiento de las piscifactorías. Las poblaciones salvajes, por el contrario, son genéticamente diversas y significantemente adaptadas a las condiciones específicas de su hábitat.

Es muy difícil evaluar el impacto medioambiental que pueda tener un pez GM en sus interacciones con miembros de otras especies y el medio ambiente. Como los sistemas ecológicos son tan complejos y desconocidos, es necesario tomar precauciones para evitar fugas de peces GM ya que las consecuencias medioambientales pueden ser devastadoras y completamente inesperadas.
Pescado Ecológico

Aunque la acuicultura ecológica ofrece una alternativa menos intensiva y con sacrificios más éticos, tampoco parece ser una solución viable. Aunque no utilice tantas sustancias químicas, siguen existiendo problemas de bienestar como permitir el uso de peces “limpiadores” o los baños de peróxido de hidrógeno para tratar los problemas de piojos de mar o mantener a los animales en un estado de inanición prolongado antes del sacrificio. También puede afectar al medio ambiente echando vertidos al mar y alimentando a los peces con otros capturados de su estado salvaje.

Otra opción que ofrece una alternativa extensiva, implica la suelta de salmones juveniles a su ambiente natural, dónde tienen una dieta natural. Cuando maduran, vuelven al río en que fueron liberados y son capturados. El potencial de esta actividad de perjudicar las poblaciones salvajes si se reproducen con éstas debería ser estudiada antes de llevarse a cabo.
El dolor

Aunque los peces no expresan dolor del mismo modo que nosotros, la presencia de bradiquimices, endorfinas y nociceptores alrededor de los labios y la boca del pez, indican que los peces sienten dolor al ser pescados y cuando se asfixian. Los peces tienen receptores benzodicizepinos que indican que sienten tanto ansiedad como dolor.

Referencias:

In too deep. The welfare of intensively farmed fish. CIWF (Philip Lymbery) 2002.
Stop-Look_Listen. Recognising the sentience of farm animals. CIWF 2003.
Genetically engineered fish. New Threats to the environment. Greenpeace 2004.
Farmed and Dangerous. The Observer. Food. Mayo 2003.
Situación de la acuicultura en España. Información Veterinaria. Noviembre 2004.
Conclusiones y recomendacionesLos métodos de acuicultura intensiva, junto con las a menudo horriblemente crueles y extendidas prácticas de sacrificio son inaceptables en base al bienestar. Se debe acabar con el extendido sufrimiento de los peces criados intensivamente.

La acuicultura intensiva es insostenible tanto desde el punto de vista medioambiental como de bienestar animal y es altamente ineficaz.

Especies más utilizadas

Salmón Atlántico. Mundialmente se produce un millón de toneladas de salmón atlántico al año, sobretodo en Noruega, Chile y el Reino Unido.
En condiciones salvajes, la hembra del salmón escoge un lecho de agua dulce, cava un nido con su cola y deposita los huevos, que uno o más machos fertilizarán. Los peces pueden pasar años en las aguas dulces y cuando se trasladan a aguas saladas, experimentan una serie de cambios físicos que les permiten sobrevivir. Tras pasar hasta un máximo de 7 años en el océano y viajar miles de kilómetros – en solitario- vuelven al punto de origen de agua dulce para desovar.

Trucha. La trucha se produce en piscifactorías sobretodo en Francia, Italia, Dinamarca y el Reino Unido.

Bacalao Atlántico. Escocia y Noruega producen bacalao, tan sólo en Noruega se producen 10,000 toneladas al año. Es la especie más amenazada por la sobrepesca.

El método de cría utilizado consiste en emparejar animales de granja con machos capturados de su estado salvaje para que pongan sus huevos naturalmente, aunque a veces puede utilizarse luz artificial para provocar que desoven todo el año.

La dieta aceitosa suministrada al bacalao les provoca hinchazón del hígado y deformidades.

Mero Atlántico. Se está empezando a producir en Noruega, Islandia y Escocia.

Como los meros prefieren aguas mansas, la dispersión de residuos es un problema.

Lubina y peces de la familia de los Espáridos (Pargo y Dorada). Se crían en Grecia (60,000 toneladas, el 60% de la producción europea), Turquía, Italia, España, Francia, Portugal, Chipre, Malta e Israel.

Atún. Se produce principalmente en España, Croacia, Italia y Malta. Los atunes se capturan de su estado salvaje cercados en redes y arrastrados a la costa donde se acorralan en cercados y engordan suministrándoles una dieta rica en aceites. 

Se capturan así decenas de miles de toneladas de la especie bluefin, que se encuentra en grave peligro de extinción.

Rodaballo. Producido en Francia, España, Irlanda y Escocia, son muy susceptibles a infecciones.

Gambas y camarones. Se producen en Tailandia, Indonesia, Filipinas, China y Latinoamérica más de 1 millón de toneladas. Se capturan las crías de la naturaleza y se crían intensivamente en estanques cercanos a la costa donde se les suministra una dieta carnívora de proteína de pescado.

Tailandia ha perdido en 6 años el 17% de su bosque de manglares para la construcción de granjas de gambas. Por cada cría capturada para abastecer las granjas, se capturan otros 1,000 organismos.

junio 4, 2013 por maestroviejo

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