lunes, 24 de junio de 2013

Infancia: otra alimentación es posible

En teoría, la mayoría de familias se preocupan por ofrecer una buena alimentación a sus hijos. 

Pero en la práctica, el desconocimiento, el ritmo de vida y la publicidad logran que las propuestas que más triunfan sean muy poco recomendables: llenas de grasas saturadas, azúcares, sal, colorantes, todo tipo de aditivos o restos de plaguicidas y fertilizantes. 

Si son de origen animal contienen además toxinas residuales de hormonas, antibióticos y anabolizantes propios de la ganadería intensiva. Pero hay alternativas. Nos lo explica Mercedes Blasco.

Desde una edad muy temprana y especialmente en la adolescencia, demasiados chavales se alimentan con una alta proporción de snacks, elaborados a nivel industrial:

•Bollería industrial
•Refrescos carbonatados
•Comida rápida
•Chuches
•Aperitivos
•Hamburguesas
•Pizzas
•Frituras
•Postres

PRESIÓN PUBLICITARIA

Son diversas las causas del uso tan extenso de comida basura y su inclusión cada vez mayor en dietas convencionales, en sustitución de otros alimentos de calidad. Destaca el marketing agresivo de las marcas, generalmente grandes corporaciones muy globalizadas, que utilizan una presentación colorista como gancho. El uso de dibujos animados, mascotas e incluso juguetes genera una aceptación colectiva que implica una presión sobre cada uno de los pequeños consumidores. Estos productos tienen un fuerte carácter aditivo porque son muy sabrosos, o muy dulces o muy salados, lo que genera deseo en el paladar en formación de nuestros hijos. Otro factor no menos importante es la comodidad de padres y madres que prefieren la vía rápida de adquirir mercancías ya elaboradas.

El uso de este estilo de alimentación es la muestra de una forma de vida en que se ha abandonado el cuidado y la conciencia del propio cuerpo. Viene asociado a otros factores nocivos como el sedentarismo, en que se sustituyen las actividades físicas y al aire libre por la afición a la TV, pantallas y ocio inmovilista. Se cae en otros errores dietéticos como la omisión de un buen desayuno, el abandono del consumo de grupos de alimentos fundamentales como frutas, verduras y legumbres, y la sustitución de modos de cocinar saludables por elaboraciones inadecuadas como el exceso de fritos.

LA OBESIDAD

Numerosos estudios relacionan el consumo de este tipo de alimentos con el incremento cada vez mayor de sobrepeso, obesidad y disminución de la capacidad de estudio y concentración (TDH), entre la población infantil. Por otra parte, esta forma de consumo no proporciona los nutrientes esenciales para el organismo, con el resultado de carencias en hierro, calcio, vitaminas, antioxidantes, ácidos grasos esenciales y fibra. De este modo no se garantiza el correcto desarrollo psicofísico de los menores y se corre el riesgo de aparición de enfermedades crónicas como diabetes prematura, hipertensión, triglicéridos y colesterol, trastornos hepáticos, o estreñimiento, irritaciones en el estómago e intestino, con el agravante de una alta probabilidad de derivación en obesidad adulta crónica. También se deben tener en cuenta factores emocionales como una consecuente pérdida de la autoestima.

Sorprende que todavía no haya una masa crítica de personas que se oponga a esta situación y merece una reflexión al respecto. Se impone la necesidad de reestablecer el vínculo ancestral de la nutrición desde la lactancia materna y volver a nutrir a nuestros hijos con verdaderos alimentos. Comprender que la alimentación, como la educación, no consiste sólo en la compra de mercancías. Podemos comenzar con la sencilla norma de perder el miedo a la creatividad de la elaboración propia y seguir unas pautas basabas en la diversidad de los nutrientes y en el respeto hacia la producción de los alimentos y la vida de los animales.

UNA DIETA SALUDABLE

Para establecer una alimentación equilibrada es conveniente que padres y madres sean activos, formados y al corriente de las novedades en alimentación. Que escojan materias primas de calidad, procedentes del cultivo y la ganadería ecológicas, o que las cultiven por sí mismos. Y que sepan nutrir teniendo claro el objetivo de una alimentación sana.

El primer paso que se debe establecer es partir de la lactancia materna, que es la recomendada por la OMS. Vincularse a algún grupo o asociación de lactancia ayuda a disipar algunas de las dudas y temores que puedan surgir. La introducción de los nuevos alimentos debe hacerse a partir de los seis meses, muy lentamente, cuando se observa que el bebé está preparado, dando a probar cucharadas de un alimento cada vez, siempre combinado con la lactancia, hasta el año. A partir de ahí se van introduciendo papillas de frutas, verduras y cereales progresivamente, de una forma lúdica, pero se continúa amamantando hasta los dos años o más. En esta etapa se hace del todo imprescindible velar para que los alimentos sean de origen orgánico, libres de plaguicidas, fertilizantes, antibióticos u hormonas.

LOS HORARIOS
A partir el año y medio se inician los buenos hábitos en la alimentación y se educa el paladar ofreciendo siempre alimentos sugestivos y apetitosos. Se debe acostumbrar desde el principio a la variedad de texturas y sabores, no triturando los alimentos, sino chafándolos con un tenedor o cortándolos en trozos menudos, para promover la masticación. No se debe nunca dar prisa para acabar de comer sino respetar el ritmo natural. Es importante mantener un horario de comidas que repita una constancia, aunque no sea estricto. Lo más saludable es establecer cinco tomas diarias que incluyan las tres comidas principales y un par de tentempiés. Todas ellas con recetas sencillas pero variadas y sugerentes. La cantidad ha de ser adecuada al ritmo de crecimiento y al gasto que se realiza, pero se ha de tener presente que es más importante la calidad que la cantidad.

Padres y madres han de decidir qué comerán los niños. No se trata de preguntarles qué quieren, sino de enseñarles a comer los alimentos saludables que se ponen en el plato. Es conveniente observar sus aficiones naturales e introducir los alimentos que rechazan con tiempo, habilidad y constancia, combinando aquellos que gustan mucho con otros que no tanto. Motivar dando primero un poco del que no agrada, y después un poco del que sí. Hay que tener paciencia y motivar positivamente sin perder los nervios para impedir que dejen en el plato lo que no gusta. Una presentación atractiva puede hacer milagros pues se goza tanto con los ojos como con el paladar. No obstante, si se da el caso de rechazo y pataleta, cerrando la boca o distrayéndose, no se debe prolongar la toma durante más de tres cuartos de hora, sino dejarla para más tarde, con tranquilidad. Llegará un momento en que el hambre será más intenso que el rechazo y se aceptará lo que se le ofrece. Y si la aversión es muy acusada, una buena táctica es no dar ese alimento durante un tiempo, y volverlo a intentar más adelante.

UN ACTO LÚDICO
Para que el hábito de alimentarse quede implantado positivamente, comer ha de ser un acto lúdico y agradable Siempre que sea posible se debe hacer en familia, para facilitar el intercambio de opiniones entre padres e hijos. Apagar el televisor evita distracciones y crea la práctica íntima de conversar durante las comidas. Es un modo de comunicación espontánea que da muy buenos resultados al llegar la adolescencia. Por otra parte es necesario enseñar el ciclo de la nutrición para que aprendan el valor de los alimentos que toman. Desde muy pequeños pueden participar en la elaboración de las comidas aunque sea simplemente sosteniendo una cuchara de palo en la mano.

Más adelante serán más activos, desarrollando su creatividad e imaginación con platos que simulen objetos, caras o figuras de animales, por ejemplo. Igualmente, el ciclo del cultivo en un huerto, jardín, terraza o en macetas facilita la comprensión del cuidado de los alimentos.

Mercedes Blasco es autora de Cocina vegetariana para niños… y para toda la familia.
 Editorial Océano Ámbar

LO QUE NO DEBE FALTAR:

•Las frutas. Deleitan con el frescor de sus jugos y la dulzura de sus sabores. Son soporte de agua orgánica, de vitaminas perecederas y de coloridos antioxidantes
•Las verduras y hortalizas. Aderezan todos los platos en mil combinaciones. Imprescindibles por sus sales minerales, vitaminas, agua y fibra, y por su capacidad de equilibrar la acidez de la sangre.
•Los cereales. Son la base porque aportan la energía de sus carbohidratos y vitaminas. La vitalidad de todo un ejército de elementos nutritivos en forma de granos, harinas, sopas, pasta, galletas, tostadas, copos, sémolas.
•Las legumbres. Portadoras de proteínas, carbohidratos Y sales minerales en forma de semillas que sacian, y llenan de sabor de hogar nuestras casas, y nuestro cuerpo.
•Los frutos secos y semillas. Indispensables por ser concentrados de aceites esenciales, minerales y proteínas. Para tomar a diario en su forma natural.
•Las algas. Son verduras en las que el mar nos ofrece su riqueza infinita de sales minerales.

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