jueves, 4 de julio de 2013

Comida tradicional Italiana es impactada por los productos Transgénicos

Italia no cultiva transgénicos pero alimenta su ganado con soja importada modificada genéticamente, lo que pone en peligro las exquisiteces que exporta al mundo.

Los productos alimenticios italianos son todo un tesoro, como es caso del Parmigiano-Reggiano (queso parmesano), y son tan importantes para la economía del país como para los amantes de la comida italiana en todas partes del mundo. Son parte de los alimentos tradicionales, los cuales significan ingresos de más de US$ 15 mil millones en 2012 a nivel local.

La duda que surge ahora es como reacciona la industria agrícola de estos productos ante la introducción de la soja genéticamente modificada en la alimentación del ganado italiano, y cómo afecta a sus productos.

El queso parmesano italiano y otras apreciadas exportaciones de comida italiana, quedaron marcadas como Organismos Modificados Genéticamente (OGM) en Italia, ya que gran parte del ganado se alimenta con soja proveniente de cultivos transgénicos (GM) importados de Argentina y Brasil. Esto ocurre aunque los cultivos transgénicos están prohibidos en los campos de Italia.

El 21 de mayo, el senado italiano voto unánimemente en contra de permitir los cultivos transgénicos, y el 31 de mayo, los cultivos GM del productor Monsanto se retiraron de la producción en Europa, debido a la falta de demanda.

Sin embargo, aunque los productos en Italia deben estar etiquetados como OGM si estos contienen más de 0,9 por ciento de GM, esto no se aplica a los productos derivados de animales alimentados con OGM.

Fabio Veronesi, presidente de la Sociedad Italiana de Genética Agrícola (SIGA) escribió en un correo electrónico: “Pensar en Italia como un país libre de transgénicos es engañoso. No cultivamos GM, pero usamos los productos derivados de plantas modificadas genéticamente”.

En 2012, Italia importó cerca de tres millones de toneladas de soja, el 85% de los cuales era GM. En este aspecto, Giulio Usai, economista de la Asociación de alimentación animal nacional (ASSALZOO), reconoció que Italia se enfrenta a una gran escasez de cultivos propios aptos para la alimentación animal.

Los huevos, la leche, el queso y la carne son preciosos ingredientes de la cocina italiana.

La Unión Europea (UE) concede diversas certificaciones a los alimentos regionales de alta calidad que son exclusivos de ciertas regiones y no pueden ser reproducidas fuera de estas regiones. Italia tiene más de estos productos certificados que cualquier otro país de la UE.

Italia cuenta con 254 de estos productos, le sigue Francia rezagada muy por detrás con 197 y luego España con 162. El país gana 12 mil millones de euros (US$ 15,7 mil millones) cada año por la venta de estos productos, el 35% de lo que se gana es a través de la exportación.

Varios tipos de queso, jamón Prosciutto y otros productos derivados de animales, representan una gran porción de estos certificados de alimentos.

Giuseppe Politi, presidente del Consorcio Italiano de Agricultores (CIA), dijo que el bloqueo a los productos OGM se ha convertido en “una cuestión de una ventaja competitiva que queremos mantener”.

“Queremos defender el Made in Italy”, señaló. Politi también dijo que los consumidores no tienen una percepción positiva de los OGM, y piensan que el sabor y la calidad se pueden dañar con GM en el proceso. Politi quiere ver el resurgimiento de los esfuerzos para promover la producción interna.

Según Veronesi, si Italia fuera a dejar de importar soja transgénica (para la alimentación animal), ya no sería posible producir, por ejemplo, el Parmegiano (queso parmesano).

Greenpeace tiene por su parte una opinión diferente. En Italia la ONG tiene una campaña para liberar el parmesano de la modificación genética. Su página web de la campaña señala que la producción “no OGM” es “lo suficiente, no solo para la producción de Parmigiano-Reggiano, sino para todas las necesidades de Italia”.

Una industria libre de OGM en Italia requeriría a los agricultores a depender menos de la soja, y más de las alternativas producidas, como el lupino, alfalfa, habas, guisantes y otras legumbres mediterráneas.

El Consorcio Italiano de Agricultura anunció que está a punto de lanzar un Plan Nacional de producción de proteínas para incrementar el cultivo de estos productos, sin recurrir a la Biotecnología.

Los estudios sobre los efectos de los OGM en Italia

Un estudio de 2010 de la Universidad de Nápoles mostró fragmentos de ADN modificado de los restos de soja ingerida por cabras, y estos fueron transmitidos a sus hijos a través de la leche y estuvieron luego presentes en los órganos de los niños.

Niveles elevados de deshidrogenasa láctica (LDH) se encontraron en las cabras alimentadas con productos genéticamente modificados. Un estudio señala que el LDH aumenta el metabolismo celular. El estudio no pudo concluir definitivamente si fue debido a la dieta de GM que se representó el aumento de LDH. No se observaron efectos adversos en la salud, pero la conclusión afirma “las consecuencias a largo plazo para la salud después de la ingesta de alimentos GM merecen mayor consideración”.

La conclusión también tomó nota de los diferentes y a veces contradictorios resultados de los estudios sobre los efectos en la salud por parte de los alimentos transgénicos.

Las referencias del estudio de investigación anterior, indica que la mayoría de los experimentos han mostrado efectos clínicos o anormalidades en los órganos o tejidos. Sin embargo, un estudio realizado en 2002 por la Dra. Manuela Malatesta, de la Universidad de Urbino y sus colegas encontró un aumento similar en el metabolismo celular de los ratones alimentados con OMG. El aumento del metabolismo puede haber contribuido a la formación de núcleos irregulares.

Raffaella Tudisco del Departamento de Ciencia Animal y de Inspección de Alimentos de la Universidad de Nápoles y sus colegas, también mantienen la hipótesis desde 2006 que al alimentarse con soja GM se afecta al metabolismo celular de las enzimas en conejos. Tudisco también trabajó en el estudio de 2010 de la Universidad de Nápoles.

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