martes, 17 de junio de 2014

Una bomba en sus intestinos

El equivocado estilo de vida de varias generaciones ha culminado en una terrible intoxicación de nuestro organismo. Los tres factores principales que han provocado esta situación son:

El estrés y la falta de ejercicio físico.

El aumento de contaminantes, empezando por los metales pesados presentes en el aire, en el agua y en los alimentos que consumimos.

Una alimentación que nuestros intestinos no toleran bien y que conlleva la inflamación del tubo digestivo y la porosidad intestinal, fuente de innumerables males.

Pero el cuerpo no se queda de brazos cruzados. Al contrario, ¡no deja de enviarnos señales de que se encuentra en peligro! Diarrea, estreñimiento, dolores abdominales, hinchazón, flatulencias, mal aliento, dolor de cabeza, insomnio y cambios de humor son, entre otras alertas, su manera de gritarnos ¡SOCORRO!

Así lo había entendido ya el médico griego Hipócrates hace 2.500 años, y los últimos estudios en nutrición no hacen sino confirmarlo una y otra vez: sólo podremos gozar de buena salud si nuestro aparato digestivo funciona correctamente.

“Con toda seguridad”, decía Hipócrates, “el origen de las enfermedades no se debe buscar más allá de las ventosidades y gases intestinales, tanto por exceso como por defecto, o cuando penetran en el cuerpo en gran cantidad o cargados de olor pestilente”.

Quédese con la última frase, pues es importantísima. Cuando Hipócrates dice “los gases penetran en el cuerpo” quiere decir que el intestino no es una barrera impermeable. Todo lo contrario. Cuando se produce una fermentación insalubre de la comida, una gran cantidad de toxinas penetra en la sangre y después en el resto del organismo, donde pueden llegar a acumularse y provocar importantes daños.

Una prueba clara de este desorden es que una mala digestión, que conlleva malos olores en el intestino, suele provocar mal aliento. Y eso ocurre simplemente porque los gases de mal olor pasan a la sangre y van a parar después a los pulmones.

El problema está en que estos gases también se encuentran en otras partes del organismo, donde llegan a acumularse (por ejemplo en las articulaciones). Es decir, que no se eliminan a través del aliento en su totalidad, ni mucho menos.

Las heces normales prácticamente no huelen

Por ello es importante señalar que unas heces normales prácticamente no huelen. Los gases y las heces con mal olor indican un desajuste.

Para restablecer el equilibrio, elimine de su dieta los alimentos que no tolera. Para ello quizá sea necesario contar con la ayuda de un nutricionista para que haga un diagnóstico, pero debe saber que las intolerancias alimentarias más habituales están relacionadas con los cereales refinados -sobre todo el trigo rico en gluten- y con los lácteos. Debe eliminarlos de su alimentación durante tres o cuatro semanas y observar qué ocurre.

Al mismo tiempo, será indispensable cuidar su higiene vital realizando más ejercicio físico suave (el esfuerzo físico duro agrava la inflamación), respirando mejor (coherencia cardiaca) y tomándose su tiempo para comer y masticar.

Para restaurar la calidad de la mucosa intestinal debe elegir alimentos antiinflamatorios (frutos secos y pescado rico en omega-3, verduras cocidas, ensaladas, especias dulces…) e infusiones (cálamo, ortiga, milenrama…).

Y finalmente, en la mayoría de los casos será necesario resembrar la flora intestinal con buenos probióticos.

Antes de seguir, quiero dejar clara la diferencia entre probióticos y prebióticos, palabras que con frecuencia se confunden. Los probióticos son microorganismos vivos que viven en nuestro organismo, formando parte de la flora intestinal. Al añadirse como suplemento en la dieta, afectan beneficiosamente al desarrollo de la flora en el intestino.Por el contrario, los prebióticos son sustancias no orgánicas, que nutren y favorecen el desarrollo de los probióticos del sistema digestivo para que puedan desarrollarse.
La flora intestinal: un regalo –o una condena- desde el nacimiento

Mientras usted se encontraba en el vientre de su madre, su tubo digestivo era estéril. Sin embargo, a las 72 horas de nacer ya contenía mil billones de bacterias y levaduras procedentes, en el caso de los niños nacidos por parto natural, de la flora vaginal de la madre. (1)

La flora vaginal depende en gran medida de la flora intestinal, así que las madres con una buena flora intestinal se la transmiten a sus hijos al nacer. Si por el contrario poseen cepas de bacterias y levaduras patógenas (causa de enfermedades), los bebés también las tendrán.

En el caso de los niños nacidos por cesárea, la microflora procede del entorno, es decir, del hospital. Si no se corrige a tiempo, la flora intestinal de origen hospitalario puede tener consecuencias dolorosas para toda la vida.

Posteriormente, la flora intestinal evolucionará según la alimentación, las enfermedades y, por supuesto, se verá afectada por los medicamentos que se tomen (sobre todo antibióticos).

Los alimentos ricos en fibra son buenos para la flora intestinal, así como los alimentos lactofermentados (chucrut, pepinillos, aceitunas…).

En cualquier caso, pueden darse situaciones en las que sea necesario aportar a nuestra flora algunos ingredientes que sirvan para ayudarla a recuperar, en poco tiempo, un equilibrio duradero.
Qué debe contener un buen producto probiótico

Los ingredientes dirigidos a restablecer el equilibrio duradero de la flora intestinal son:

Cepas “probióticas” que se encuentran quizá en cantidad insuficiente (en especial en el caso de los bebés nacidos por cesárea o aquellos cuya madre tenía una flora desequilibrada, y en todos los casos en los que la microflora ha sido alterada por factores endógenos o exógenos). Se han realizado ensayos clínicos en particular con cinco biotipos bacterianos, de los cuales cuatro son bacterias del grupo láctico (Lactobacillus acidophilus, Lactobacillus paracasei, Lactobacillus plantarum y Bifidobacterium lactis) y una del grupo propiónico (Propionibacterium freudenreichii).

Cofactores metabólicos indispensables para el crecimiento de la microflora probiótica: oligosacáridos prebióticos, vitaminas del grupo B, magnesio y manganeso.

Cofactores fisiológicos destinados a proteger y regenerar los enterocitos que forman la mucosa intestinal: fosfolípidos, lactoferrina, glutamina, inmunoglobulinas procedentes del calostro, carotenoides y vitaminas del grupo B.

Esta combinación de ingredientes activos que actúan en sinergia favorece la regeneración rápida de la microflora intestinal, sobre todo cuando se encuentra fuertemente alterada.
La calidad se paga

Como norma general, la calidad, o lo que se percibe como tal, es cara.

Esta norma se aplica más o menos en todos los sectores, ya sea el inmobiliario, el automovilístico, el textil, el alimenticio y en la mayoría de las cosas que se pueden comprar.

Pero en ocasiones nos encontramos con una excepción. A veces, esta excepción no es más que una estrategia de marketing para hacernos creer que vamos a recibir más de lo que algo vale. Por ejemplo, un vendedor de coches intentará presentarnos el modelo del que disponen como equivalente al de otra marca mucho más cara diciéndonos que vamos a tener las mismas prestaciones por la mitad de precio. En ese momento podemos llegar a pensar que lo que dice es cierto. Sin embargo, si profundizamos un poco más, descubriremos que el equipamiento de este coche en realidad no es de la misma calidad. Y cuando lo conducimos, las prestaciones no se parecen en nada a las de un vehículo más caro.

No estoy tratando de hacer publicidad de ninguna marca concreta de coches. Sin embargo, me gustaría llamar su atención con respecto al problema de las rebajas y promociones en general, que pueden resultar engañosas. Así que, ante una gran promoción, manténgase especialmente en alerta y compruebe la calidad antes de tirarse a la piscina.

En el complejo mundo de los suplementos alimenticios, es fundamental que conozca las tácticas de los vendedores.

Las argucias de los vendedores

Entre el 19 y el 21 del próximo mes de noviembre tendrá lugar en Frankfurt una nueva edición de la feria “Food Ingredient Europe”. Esta feria, que se celebra cada dos años y va rotando su celebración entre las ciudades de París, Londres y Frankfurt, es el gran punto de encuentro de la industria de los ingredientes alimentarios. Mientras que hace 15 años apenas asistían un par de decenas de expositores, hoy en día este salón cuenta con varios centenares procedentes de los cinco continentes presentando toda clase de ingredientes naturales extraídos de organismos vegetales y animales. En cada edición, este salón, que se dirige a profesionales de los suplementos alimenticios, propone nuevos ingredientes cada vez más sofisticados y con mejores resultados.

La mayoría de los nuevos ingredientes vienen acompañados por estudios clínicos que demuestran su eficacia para la salud. Y los ingredientes en general cada vez son de mayor calidad.

Pero lo más chocante es que el precio de los ingredientes puede variar muchísimo en productos en apariencia iguales, en función de su origen, pureza y de los estudios cientificos de los que haya sido objeto.

Imagínese, por ejemplo, que su médico le recomienda tomar calcio. Entre productos farmacéuticos y suplementos alimenticios encontrará diferentes formas de calcio, pero a precios muy diferentes, según se trate de fosfato de calcio, cloruro de calcio, sulfato, carbonato o hasta citrato, glicerofosfato, gluconato o pidolato de calcio… (estos tres últimos son los mejores para la salud, dicho sea de paso).

Esta confusión con los ingredientes es un auténtico problema, ya que ni usted ni su médico pueden saber qué precio tiene. Y cada uno posee propiedades distintas. No interactúan de la misma manera con el resto de nutrientes que va a consumir. El cuerpo no los asimila igual de bien (es lo que se conoce como “biodisponibilidad”). Además, en el envase el fabricante no indica necesariamente la forma precisa del ingrediente que contiene su producto. Puede limitarse a señalar que se trata de calcio y el número de gramos de calcio por cada cien gramos de sustancia total.

Algunas presentaciones son relativamente caras, otras son baratas y en otros casos un fabricante sin escrúpulos no dudará en venderle el formato de mucho menor precio, haciéndole creer que tiene los mismos efectos que los demás, lo cual no es cierto.

El riesgo que corre el paciente que elige un producto únicamente en función de su precio barato es acabar sacando la conclusión de que estos suplementos alimenticios no funcionan, regresando, decepcionado, a la farmacia química.

El riesgo de las cápsulas y comprimidos de probióticos

Con los probióticos, que se forman a partir de microorganismos vivos, es aún peor.

En 2010 un estudio demostró que la mayor parte de los probióticos que se venden en el mercado no contienen el número suficiente de bacterias vivas como para producir algún efecto.

¿Nos debemos sorprender?

La mayoría de probióticos se venden hoy en día en forma de cápsulas o de comprimidos.

En los comprimidos hay un número extremadamente bajo de bacterias vivas, ya que la presión necesaria para formar el comprimido hace que la temperatura suba por encima de los 50ºC y mate a una gran parte de ellas. Por tanto, es casi imposible que existan comprimidos de probióticos que ofrezcan buenos resultados.

Algunos fabricantes fingen haber encontrado la solución vendiendo comprimidos de probióticos que de antemano se han protegido con microencapsulación. El problema está en que este tratamiento incrementa de manera desmesurada el volumen de los probióticos. Para ingerir la cantidad necesaria (mil millones como mínimo) tendríamos que tomar cien comprimidos al día.
¿Qué pasa con los probióticos en un medio líquido?

En un medio líquido fermentado (por ejemplo, a base de leche animal o vegetal), las bacterias probióticas no se pueden conservar mucho tiempo. Las diferentes cepas presentes transformarán los azúcares y las proteínas del medio en ácidos orgánicos y agua oxigenada, que las bacterias no podrán soportar a largo plazo.

Por otro lado, es imposible conservar una mezcla de cepas probióticas en equilibrio dentro de un medio líquido, ya que cada una de ellas evoluciona de manera diferente durante la fermentación y la conservación.

Pongamos por caso el yogur clásico. Tan solo contiene dos cepas bacterianas (Lactobacillus bulgaricus y Streptococcus thermophilus), ya de por sí muy poco probióticas. Pero es que además, después de su conservación, que se extiende desde el lugar de fabricación hasta casa (varias semanas), la supervivencia de las bacterias y el equilibrio entre cepas se altera fuertemente. Como consecuencia de ello, el producto que usted consume en casa no permite regenerar la flora intestinal, sino únicamente conservar las condiciones de pH beneficiosas para el intestino.

Cómo debe ser un buen probiótico

Para actuar eficazmente sobre la microflora intestinal deben darse varias condiciones:

Se necesita un conjunto de cepas bacterianas testadas clínicamente y con caracteres probióticos complementarios (capaces de desarrollarse en la mucosidad y adherirse a la mucosa intestinal, que sean inhibidores de gérmenes oportunistas y patógenos, que estimulen la inmunidad, etc.).

Se necesita una población bacteriana elevada. Mil millones de bacterias es el mínimo; por debajo de esta cifra, el efecto es prácticamente nulo. Diez mil millones es lo preferible y garantiza una eficacia elevada cuando la flora intestinal está fuertemente desequilibrada. Porque hay que recordar que, a lo largo de su trayecto por el tracto digestivo, las bacterias soportan inhibiciones (pH gástrico, secreción biliar…) que destruirán a las que sean más débiles.

Se necesita agregar un conjunto de ingredientes que permitan a las bacterias probióticas fijarse y desarrollarse rápidamente en el intestino (calcio, magnesio, manganeso, aminoácidos, lactoferrina y fosfolípidos, dotados cada uno de propiedades particulares).

El conjunto se debe conservar en forma de polvo liofilizado dentro de sobres estancos, en una atmósfera de nitrógeno, al abrigo de la luz, del oxígeno del aire y de la humedad. Por esta razón los sobres están hechos de tres capas (polietileno, aluminio y polietileno) que garantizan una excelente impermeabilidad evitando el contacto entre las bacterias y el aluminio, que es tóxico.

No malgaste el dinero con los probióticos

Las personas que toman probióticos malgasatan cada año cientos de euros simplemente porque los consumen en el momento equivocado, lo que reduce su eficacia hasta prácticamente cero.

Y es que los probióticos se destruyen en gran medida por la acidez del estómago cerrado, es decir, mientras está produciendo mucho jugo gástrico (rico en ácido clorhídrico) para la digestión de los alimentos.

Así que es muy importante tomar los probióticos cuando el estómago está vacío o, dicho de otra manera, al levantarse por la mañana. En ese momento, el nivel de pH del estómago es prácticamente neutro. Pero aún más importante: en esos momentos se encuentra abierta la puerta que cierra el estómago (el píloro), que es el que impide que la comida pase al intestino antes de ser digerida.

La forma perfecta de tomar probióticos es diluyendo el producto en polvo en un vaso de agua templada a unos 35ºC (para reavivar las bacterias, sin matarlas por el agua muy fría o muy caliente), y después beber el contenido, que directamente pasará al intestino a través del píloro, que está abierto. Los probióticos se mantendrán sanos y salvos. Después podrán viajar tranquilamente por todo el intestino delgado para llegar a su destino, el colon, o podrán dejar su equipaje, instalarse…y tener muchos hijos.

Como curiosidad, ahora ya entenderá por qué en India, donde se toma un tipo especial de leche fermentada denominada lassi, muy rica en probióticos, ésta siempre se bebe antes de las comidas.
La discusión sobre el bifidus

Hoy en día algunas personas desconfían de los probióticos por una campaña llevada a cabo contra los fabricantes de yogures con bifidus. Los investigadores se han dado cuenta, en efecto, de que la flora intestinal de las personas obesas contiene una cantidad anormalmente elevada de bifidobacterias (bifidus activo).

A partir de entonces, en internet están circulando mensajes que afirman que los probióticos se utilizan en las crías de cerdos a nivel industrial con el fin de engordarlos, y que consumirlos entonces tendría el mismo efecto en las personas. Pero como en todas las polémicas, la mitad es verdad y la mitad mentira.

De hecho, las bacterias de tipo “bifidus” son importantes y beneficiosas para los lactantes y los niños muy pequeños. Según algunos estudios, los niños alérgicos a los yogures presentan una flora intestinal menos rica en bifidobacterias que los niños no alérgicos.

Sin embargo, si se consumen yogures con bifidus a diario se corre el riesgo de desequilibrar la flora y favorecer el aumento de peso. Lo mismo ocurre con las leches fermentadas azucaradas, pero en este caso lo que supone un problema es el azúcar añadido que contienen estos productos, ya que los niños que lo toman a menudo corren el riesgo de engordar.

Qué marca elegir

En resumen, estoy convencido de que hace falta buscar un producto que se acerque lo más posible a los criterios que le he comentado antes, es decir:

Que conste de al menos cinco cepas bacterianas con rendimientos probióticos contrastados, y cuya concentración se aproxime a los diez mil millones de bacterias por dosis diaria.

Que contenga prebióticos (oligosacáridos) y los factores de crecimiento (minerales, oligoelementos, vitaminas y aminoácidos) que van a estimular el desarrollo de bacterias probióticas una vez lleguen al colon.
Que suministre sustancias que participen en la regeneración de la mucosa intestinal (fosfolípidos, lactoferrina, inmunoglobulinas procedentes del calostro, glutamina y vitaminas del grupo B).

Que se presente en forma de polvo seco, en un sobre estanco en una atmósfera de nitrógeno, con el fin de garantizar una conservación duradera, incluso sin tomar precauciones especiales durante un viaje.

Y sobre todo, que esté fabricado a partir de los ingredientes más biodisponibles, independientemente de lo que cuesten.

¿Qué le han parecido los consejos de hoy? Espero que le resulten tan útiles como a mí. Creo que es de vital imporancia estar bien informado cuando de nuestra salud se trata. Por eso, si conoce a alguien al que puedan interesarle estas pautas para elegir un buen probiótico, le invito a reenviarle este e-mail… y hasta le puede sugerir que se suscriba gratis a Tener S@lud. No cuesta ni un céntimo, sienta bien, puede darse de baja cuando lo desee… ¿qué más necesita?

Y si usted está leyendo este email porque alquien se lo ha reenviado y quiere empezar a recibir gratuitamente Tener S@lud, sólo tiene que hacer clic en este enlace y escribir su dirección de correo electrónico en el formulario que encontrará ahí.

¡A su salud!

Juan-M Dupuis

Publicado el enero 9, 2014de conalternativa
http://conalternativa.wordpress.com/2014/01/09/una-bomba-en-sus-intestinos/

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