martes, 23 de julio de 2019

¿Qué es la Inspiración? (Y un ejemplo deslumbrante)


La palabra inspiración hace referencia, literalmente, a un espíritu que entra. 

Tradicionalmente se entendía que los poetas recibían inspiración de los musas o en ocasiones de los mismos dioses que los poseían (véase las cuatro manías que describe Sócrates en el Fedro). 

Hoy en día hablamos más de creatividad y de pensar fuera de los rangos de lo convencional. 

Entendemos la genialidad como algo más bien genético o parte de un proceso creativo que se basa en el talento innato pero que se potencia gracias a un régimen alimenticio, contemplativo, ejercicios y hasta el uso de sustancias.

Más allá de las definiciones y clasificaciones todos hemos sentido en algún momento una forma de inspiración, de estado de flujo y conexión con nuestra propia naturaleza desde el cual lo que hacemos adquiere una cualidad más profunda o precisa. 





Y todos deseamos, entonces, repetir esto. Alguien que logró hacerlo -estar inspirado por varios años- fue Friedrich Nietzsche, quien en la década de los 1880 vivió un periodo de creatividad fervorosa, uno de los periodos literarios más fértiles de la historia que de alguna manera lo exprimió hasta el punto de la locura.

 En Ecce Homo, el libro en el que Nietzsche reseña sus propias obras, escribe:

Tiene alguien, afínales del siglo XIX, un concepto claro de lo que los poetas de épocas poderosas denominaron inspiración?

 En caso contrario, voy a describirlo. – Si se conserva un mínimo residuo de superstición, resultaría difícil rechazar de hecho la idea de ser mera encarnación, mero instrumento sonoro, mero médium de fuerzas poderosísimas. 

El concepto de revelación, en el sentido de que de repente, con indecible seguridad y finura, se deja ver, se deja oír algo, algo que le conmueve y trastorna a uno en lo más hondo, describe sencillamente la realidad de los hechos. 

Se oye, no se busca; se toma, no se pregunta quién es el que da; como un rayo refulge un pensamiento, con necesidad, sin vacilación en la forma – yo no he tenido jamás que elegir. 

Un éxtasis cuya enorme tensión se desata a veces en un torrente de lágrimas, un éxtasis en el cual unas veces el paso se precipita involuntariamente y otras se torna lento; un completo estar-fuera-de-sí, con la clarísima conciencia de un sinnúmero de delicados temores y estremecimientos que llegan hasta los dedos de los pies; un abismo de felicidad, en que lo más doloroso y sombrío no actúa como antítesis, sino como algo condicionado, exigido, como un color necesario en medio de tal sobreabundancia de luz; un instinto de relaciones rítmicas, que abarca amplios espacios deformas – la longitud, la necesidad de un ritmo amplio son casi la medida de la violencia de la inspiración, una especie de contrapeso a su presión y a su tensión… 

Todo acontece de manera sumamente involuntaria, pero como en una tormenta de sentimiento de libertad, de incondicionalidad, de poder, de divinidad… 

La involuntariedad de la imagen, del símbolo, es lo más digno de atención; no se tiene ya concepto alguno; lo que es imagen, lo que es símbolo, todo se ofrece como la expresión más cercana, más exacta, más sencilla. 

Parece en realidad, para recordar una frase de Zaratustra, como si las cosas mismas se acercasen y se ofreciesen para símbolo («Aquí todas las cosas acuden acariciadoras a tu discurso y te halagan: pues quieren cabalgar sobre tu espalda. 

Sobre todos los símbolos cabalgas tú aquí hacia todas las verdades… Aquí se me abren de golpe todas las palabras y los armarios de palabras del ser; todo ser quiere hacerse aquí palabra, todo devenir quiere aquí aprender a hablar de mí.

Se trata sin duda de una de las muestras más vehementes y sanguíneas de lo que es la inspiración. En Zaratustra, Nietzsche sentencia:

 «De todo lo que está escrito, amo solo lo que una persona ha escrito con su sangre. Escribe con sangre, y descubrirás que la sangre es espíritu.» 

He aquí una especie de ars literaria que es a la vez un arte de vida. 





Cabe notar que en el fragmento de Ecce Homo, Nietzsche ve en su inspiración un rasgo de divinidad, esto pese a que Nietzsche era famosamente ateo. De cualquier manera el lenguaje no tiene una mejor palabra que lo «divino» para describir un estado así, sin que esto remita a un dios creador o a un monoteísmo. 

El mismo Nietzsche en Zaratustra en repetidas veces habla de lo divino como una pluralidad, como la misma energía cósmico-telúrica.

https://pijamasurf.com/2019/07/que_es_la_inspiracion_y_un_ejemplo_deslumbrante/

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