viernes, 13 de septiembre de 2019

Estamos matando a los niños con las vacunas: Respuesta de RFK Jr. ante la crítica de su familia que la revista Politico no revela

Traducido por el equipo de SOTT.net en español

A principios de mayo del 2019, la revista Politico publicó un artículo redactado por tres de los familiares de Robert F. Kennedy, Jr., criticando sus alegatos a favor de vacunas seguras. 

Después de numerosas solicitudes, la revista Politico se ha negado a publicar una respuesta.


Robert F. Kennedy Jr. hablando frente a una multitud reunida en protesta contra las vacunas obligatorias.Tres de mis parientes de la familia Kennedy publicaron recientemente un artículo criticando mi alegato a favor de las vacunas seguras. 

Nuestra polémica familiar destaca la feroz pelea nacional sobre vacunas que ha dividido las comunidades y generado dudas sobre el compromiso del Partido Demócrata con algunos de sus valores característicos: aversión a la censura, cautela ante el poder corporativo excesivo, apoyo a la libertad de expresión, libertad religiosa, soberanía individual sobre nuestros cuerpos y derechos de los ciudadanos (codificados en el Código de Nuremberg y otros tratados que hemos firmado nosotros) de rechazar intervenciones médicas promovidas por el gobierno no deseadas.

 El debate también ha suscitado preguntas sobre la independencia de nuestra prensa y su papel como defensora de la libertad de expresión y los derechos de la Primera Enmienda como baluarte contra la extralimitación del gobierno y las corporaciones.




Amo a mi familia y simpatizo con su ansiedad cuando denuncio a los funcionarios del gobierno por corrupción. La relación de los Kennedy con la salud pública viene de lejos, es cercana y duradera, por lo que es comprensiblemente difícil hacernos creer que los reguladores poderosos mentirían sobre las vacunas. 'Todos los problemas son simples', reza el refrán, 'hasta que empezamos a estudiarlo'.

Mi escepticismo

Mi escepticismo se apoya en 15 años de investigación y litigio con este tema. He visto cómo los conflictos financieros y el interés institucional personal fueron convirtiendo sectores claves de nuestra burocracia de la salud pública en apéndices de las mismísimas compañías farmacéuticas que el Congreso les encargó regular.

Múltiples investigaciones realizadas por el Congreso y el Inspector General del HHS (Dpto. de Salud y Servicios Sociales) han averiguado de forma consistente la implicación de una abrumadora mayoría de funcionarios de la FDA (Admón. de Alimentos y Fármacos) directamente a cargo ​​de la concesión de licencias para vacunas, así como de funcionarios de los CDC (Centro de Control de Enfermedades y Prevención) responsables de su ordenación para los niños, en tramas financieras con los fabricantes de vacunas a título privado. 

Estos funcionarios públicos a menudo son accionistas, beneficiarios de subvenciones y consultores remunerados por los fabricantes de vacunas y, en ocasiones, los titulares de patentes de las mismas vacunas que votan para su aprobación. Esos conflictos los motivan a recomendar cada vez más vacunas sin base científica que las apoyen.

La industria farmacéutica también se ve sometida a la disciplina política a través de los presupuestos de las agencias. La FDA percibe el 45% de su presupuesto anual de la industria. La Organización Mundial de la Salud (OMS) obtiene aproximadamente la mitad de su presupuesto de fuentes privadas, incluidas Pharma y sus fundaciones aliadas. 

En cuanto al CDC, francamente se trata de una compañía de vacunas; posee 56 patentes de vacunas, compra y distribuye 4.6 mil millones de dólares en vacunas anualmente a través del programa Vaccines for Children (vacunas para niños), lo que representa más del 40% del total de su presupuesto. Además, la industria Pharma financia, redacta y controla directamente docenas de programas del CDC a través de la fundación CDC. 

Un editorial del British Medical Journal vilipendia la relación idílica de los CDC con la industria farmacéutica, declara el profesor de medicina de la UCLA, Jerome R. Hoffman, 'a la mayoría nos sorprendió enterarnos que el CDC se embolsa fondos de la industria [...] Es indignante que la industria castigue al CDC, por lo que parece, en caso de que las investigaciones realizadas por la agencia pudieran suponer cualquier recorte de beneficios'.

El HHS se asocia con los fabricantes de vacunas para desarrollar, aprobar y recomendar mandatos de nuevos productos y luego repartirse las ganancias en ventas de vacunas. Los empleados del HHS recaudan personalmente hasta 150.000 dólares anuales en regalías por los productos desarrollados. Por ejemplo, los funcionarios clave del HHS recaudan dinero en cada venta de la controvertida vacuna contra el VPH Gardasil de Merck, que también genera decenas de millones anuales para la agencia en regalías de patentes. 

Además, según la Ley de 1986 que creó el Programa Nacional de Compensación por Lesiones de Vacunas, el HHS es el demandado ante el Tribunal de Vacunas, lo cual le obliga de forma legal a defenderse contra cualquier reclamo de lesiones ocasionadas por vacunas. 

A pesar de los grandes obstáculos que representa la recuperación de las indemnizaciones, el HHS paga cientos de millones de dólares anualmente (más de 4 mil millones en total) a los estadounidenses afectados por vacunas.

 Por lo tanto, la publicación por parte del HHS de cualquier estudio reconociendo el peligro de una vacuna permite a los demandantes hacer referencia a ese estudio contra el HHS en el Tribunal de Vacunas. En junio de 2009, un funcionario de alto nivel del HHS, Tom Insel, gastó una partida presupuestaria de 16 millones de dólares para estudiar la relación entre las vacunas y el autismo que llevó a cabo el Comité de Coordinación Interagencial del Autismo. Insel argumentó que los peticionarios usarían estos estudios contra el HHS ante el tribunal de vacunas.

Tales conflictos son una fórmula para la 'captura de la agencia' con esteroides. "En lugar de un regulador y una industria regulada, lo que tenemos ahora es una asociación", explica el Dr. Michael Carome, exempleado del HHS y director actual del grupo de defensa Public Citizen. Carome opina que estos enredos financieros han alejado la perspectiva prioritaria del HHS sobre la salud pública "para favorecer en su lugar una relación amistosa con la industria."

En 1986, el Congreso, revolcándose en dinero farmacéutico (la industria farmacéutica es la número uno, tanto por las contribuciones políticas como por el lobby en los últimos 20 años), promulgó una ley que otorga a los fabricantes de vacunas una inmunidad general ante sus responsabilidades por lesiones causadas por estas. Si las vacunas fueran tan inocuas como lo afirman los miembros de mi familia, ¿tendríamos que otorgarles la inmunidad a las compañías farmacéuticas por las lesiones que causan? 

La fiebre del oro posterior por parte de las compañías farmacéuticas aumentó el número de inoculaciones recomendadas de doce inyecciones de cinco vacunas en 1986 a 54 inyecciones de 13 vacunas en la actualidad. Una actividad secundaria de mil millones de dólares se convirtió en el gigante de la industria de vacunas sumando un total de 50 mil millones de dólares.

Dado que las vacunas están exentas de responsabilidad y a la vez obligatorias para un mercado en cautividad de 76 millones de niños, el incentivo del mercado como para que las compañías los protejan es mínimo. 

El público sólo puede confiar en los escrúpulos morales de Merck, GlaxoSmithKline, Sanofi y Pfizer. Pero estas compañías llevan una larga historia de operaciones imprudentes y deshonestas a sus espaldas, incluso con productos que tienen que comercializar al público y por los cuales pueden ser demandados por lesiones.

 Las cuatro compañías que fabrican virtualmente todas las vacunas recomendadas están todas integradas por delincuentes que han sido condenados. Colectivamente, han pagado más de 35 mil millones de dólares desde el 2009 por defraudar a los reguladores, mentir y sobornar a funcionarios y médicos del gobierno, falsificar la ciencia y dejar tras de sí un rastro de lesiones y muertes por productos que sabían de su peligrosidad y por venderlos bajo pretextos de seguridad y eficacia.

¿No estaríamos padeciendo una especie de disonancia cognitiva cuando se llega a creer que las vacunas no están contaminadas por la avaricia, la negligencia y la corrupción que afectan a todos los demás productos farmacéuticos?

Ausencia de test de seguridad

Tales preocupaciones sólo se intensifican cuando tomamos en cuenta que, además de quedar libres de responsabilidad, los fabricantes de vacunas disfrutan de otra laguna lucrativa poco popular; Las vacunas son los únicos productos farmacéuticos o médicos que están exentos de cualquier test riguroso de seguridad. Para obtener una licencia de la FDA, las empresas deben realizar pruebas de seguridad de prácticamente cualquier medicamento durante años por el sistema de comparaciones aleatorias frente a un placebo inerte. 

Sin embargo, no hay ni una sola vacuna actual del programa del CDC que se haya testado contra un placebo inerte. Sin pruebas de placebo, los reguladores no tienen capacidad para evaluar los riesgos de un medicamento. 

Durante una deposición de enero del 2018, el Dr. Stanley Plotkin, el vacunólogo más influyente del mundo, reconoció que los investigadores que intentan determinar la seguridad de la vacuna sin placebo viven en 'el país de nunca jamás'.

 Según el Dr. Drummond Rennie, Editor Adjunto de la Revista de la Asociación Médica Americana, "es el departamento de marketing, no la ciencia, el que está impulsando la investigación". Me parece absolutamente incorrecto que las legislaturas controladas por los demócratas de todo el país estén aprobando frenéticamente los mandatos coercitivos para productos farmacéuticos sin que nadie conozca los riesgos implicados.




Además, las pruebas de seguridad que suelen alargarse cinco años o más para otros productos médicos, a menudo se hacen en apenas unos días para las vacunas, en todo caso no lo suficiente como para detectar cánceres o afecciones crónicas como enfermedades autoinmunes (por ejemplo, diabetes juvenil, artritis reumatoide, esclerosis múltiple), enfermedades alérgicas (p. ej., alergias alimentarias, rinitis alérgica, eccema, asma) o lesiones neurológicas y del desarrollo neurológico (p. ej., ADD, ADHD, narcolepsia, epilepsia, trastornos convulsivos y autismo). 

Las instrucciones de los fabricantes que acompañan a cada vial de vacunas obligatorias incluyen las advertencias sobre estas y otras 400 lesiones, así como numerosas enfermedades inmunes, neurológicas y crónicas graves que hacen sospechar a la FDA sobre la seguridad de las vacunas.

  La ley federal requiere que el prospecto del paquete que acompaña cada vacuna incluya la mención: "únicamente en aquellos casos adversos cuya relación causal entre el medicamento y la ocurrencia del efecto adverso sea demostrable".

Muchas de estas enfermedades se convirtieron en epidemias padecidas por niños estadounidenses después de 1986, fecha coincidente con la explosión del calendario de vacunas. Para los niños estadounidenses nacidos en 1986, sólo el 12.8% tenía enfermedades crónicas. Ese número ha crecido un 54% para la generación nacida después del año 1986 de acuerdo al calendario expansivo de las vacunas.

La evidencia incluida en los propios informes de vigilancia del HHS, las instrucciones de los fabricantes y los estudios revisados ​​por pares vinculan todas estas lesiones a las vacunas. Sin embargo, las asociaciones no son definitivas porque los CDC no han realizado los estudios aleatorios necesarios para probar o refutar la causalidad.

El HHS ha ordenado al Instituto de Medicina (IOM, ahora la Academia Nacional de Medicina) que supervise científicamente la seguridad de las vacunas de los CDC. La IOM ha reprendido repetidamente a la agencia por no estudiar la implicación de las vacunas en estas epidemias.

 En mi experiencia, los defensores de las vacunas rara vez citan estudios específicos revisados por colegas que apoyen sus afirmaciones en cuanto a la seguridad absoluta de sus vacunas, confiando y citando en su lugar a ciertas autoridades; CDC, FDA, OMS o la AAP (Academia americana de pediatra). 

Mis parientes, por ejemplo, argumentan que las vacunas son seguras porque la OMS, el HHS, los CDC y la FDA lo dicen. Pero el HHS designó al IOM como árbitro final en cuestión de seguridad de vacunas. Y la IOM dice que la literatura científica existente no apoya estas afirmaciones. A pesar de las peticiones del IOM, los CDC se han negado rotundamente a realizar estudios de seguridad.

En total, tres informes de la IOM (1991, 1994 y 2011/2012) investigaron 231 eventos adversos asociados a las vacunas. Para 34 afecciones, la IOM encontró que la evidencia apoyaba una conexión causal entre vacunas y efectos adversos. 

Pero para 184 efectos adversos que representa el 80% de las condiciones revisadas, la IOM encontró que la evidencia del HHS era inadecuada como para llegar a un consenso sobre la causalidad de la vacuna. ¿Cómo podrían nuestros funcionarios de la salud pública reclamar seguridad sin haberse llevado a cabo una investigación de seguimiento sobre los efectos adversos reportados?

Autismo y vacunas

Profundicemos en el dogma que pretende hacernos creer que la ciencia ha desmentido rotundamente cualquier vínculo entre el autismo y las vacunas. Esa suposición está tan arraigada que los medios ridiculizan de hereje peligroso a cualquiera que la cuestione.

 Pero echemos un vistazo a los hechos. En 1986, el Congreso ordenó específicamente a los CDC que determinaran si las vacunas que contienen tos ferina (DTP, luego DTaP) estaban causando autismo. Por entonces, al igual que ahora, muchos padres con niños autistas afirmaban que las vacunas eran la causa del autismo de sus hijos y que las vacunas DTP/DTaP eran/son sospechosas.

En su sitio web, los CDC declaran que 'las vacunas no causan autismo', citando la exhaustiva revisión bibliográfica de 2011/2012 de la IOM sobre la seguridad científica de las vacunas. Sin embargo, el estudio de la IOM y el estudio de seguimiento del HHS en 2014 revelan que los CDC nunca habían realizado estudio alguno que respaldara la afirmación de los CDC de que el DTaP no causa autismo. Lo mismo es cierto para Hep B, Hib, PCV 13 e IPV.

 La única vacuna realmente estudiada respecto al autismo es la MMR, y un científico honorífico del CDC afirma que este órgano encontró una mayor tasa de autismo después de la MMR en base al único estudio de la MMR/autismo realizado por el CDC con niños estadounidenses. Además, el experto principal en autismo del HHS proporcionó recientemente una declaración jurada al DOJ explicando que las vacunas son susceptibles de causar autismo en ciertos niños.

El autismo ha crecido aproximadamente de 1 entre 2.500 antes de 1986 a uno entre cada 36 niños vacunados en la generación actual.

¿Por qué nos conformamos con la afirmación del CDC de que la explosión exponencial del autismo es un misterio? El CDC no escatima en gastos para rastrear sistemáticamente el origen de 800 casos de sarampión. 

Pero cuando se les pregunta acerca de la epidemia cataclísmica de más de 68.000 nuevos casos de autismo anualmente, los CDC se encogen de hombros. ¿Por qué no estamos exigiendo respuestas? "Ahora los CDC se paralizan en cuanto surge el tema del autismo", explica el ex científico senior de seguridad en vacunas, el Dr. William Thompson, quien todavía ejerce como empleado de los CDC. 

Thompson le dijo al congresista Bill Posey bajo juramento que los peces gordos de los CDC le ordenaron destruir los datos vinculantes al autismo con las vacunas, y publicar un estudio fraudulento para desmentir dicho vínculo. Hoy está arrepentido: "Cuando observo una familia con un niño autista, me entra mucha vergüenza por haber sido parte del problema".

Estamos matando a los niños

El HHS también ha ignorado sus obligaciones legales respecto al estudio de lesiones derivadas de vacunas y a la mejora de su seguridad. En 1986, al reconocer el Congreso que las compañías farmacéuticas ya no tenían ningún incentivo por implementar la seguridad de las vacunas, ordenó al HHS estudiar las lesiones de las vacunas, trabajar para mejorar la seguridad de estas e informar al Congreso sobre su progreso cada dos años. Hace un año, presenté una demanda que obligó al HHS a admitir que en 36 años nunca había realizado estudios críticos.

La vigilancia de la seguridad de la vacuna posterior a la licencia también cayó en ruinas. El Sistema de Informe de Efectos Adversos en Vacunas (VAERS, por sus siglas en inglés) de los CDC, al que médicos y pacientes pueden informar voluntariamente cualquier efecto adverso de vacunas, recibió 58.381 informes en 2018, incluidas 412 muertes, 1,237 discapacidades permanentes y 4.217 hospitalizaciones. Un informe del VAERS financiado por el HHS concluyó que "menos del 1% de los efectos adversos de la vacuna son reportados" al VAERS. Esto sugiere que hay cien veces más efectos adversos de vacunas de lo que se informa. Sin embargo, los CDC ya se han negado a ordenar o automatizar la presentación de informes VAERS.

El 9 de marzo de 2019, el Dr. Peter Aaby emitió una censura mordaz a las agencias de la salud pública mundial por seguir autorizando la venta de vacunas por las compañías farmacéuticas sin las pruebas de seguridad oportunas. 

El Dr. Aaby, autor de más de 300 estudios revisados ​​por pares, es una de las principales autoridades mundial en el programa de vacunas africanas de la OMS, y el ganador del mayor honor de Dinamarca por la investigación en la atención médica. El Dr. Aaby fue uno de los cinco coautores de un estudio del 2017 sobre vacuna contra la difteria, el tétanos y la tos ferina (DTP), la vacuna más utilizada en el mundo. 

Descubrió que los niños que habían recibido DTP corrían diez veces más riesgos de morir comparados con niños no vacunados con el DTP. Durante treinta años, los médicos, incluido Aaby, nunca se percataron del peligro ya que los niños vacunados estaban sucumbiendo ante enfermedades e infecciones aparentemente irrelevantes con respecto a la vacuna. 

Resulta que si bien la vacuna consiguió proteger a los niños de la difteria, el tétanos y la tos ferina, al mismo tiempo debilitaba su sistema inmunitario hasta tal punto que murieron en masa por infecciones ajenas a la vacuna. Los investigadores concluyeron lo siguiente: "La vacuna DTP puede matar a más niños por distintas causas que los que salva por difteria, tétanos y tos ferina". En marzo, un alarmado Aaby abogó por un cambio de política: "La mayoría de ustedes creen que sabemos lo que nuestras vacunas están provocando. Pero nosotros no ... Estamos matando niños".

El calendario de vacunas más agresivo del mundo no le ha dado a nuestro país los niños más saludables del mundo. Ahora ocupamos el puesto 35 en los resultados generales de la salud, justo detrás de Costa Rica, lo que hace que los EE.UU., según la mayoría de las medidas que incluye también la mortalidad infantil, sean los más enfermos del mundo desarrollado. 

Además de esas 400 enfermedades crónicas y lesiones que la FDA sospecha que pueden estar relacionadas con la vacuna, la generación de la vacuna sufre niveles sin precedentes de ansiedad y depresión junto con trastornos del comportamiento que abarcan desde la agresión hasta la anorexia. 

Los estudios en animales y humanos revisados ​​por pares han relacionado todos estos síntomas con las vacunas. La generación actual es la primera en un siglo en rebajar el I.Q. (coeficiente intelectual), el cual indica un desplome estrepitoso de siete puntos. 

Los investigadores concluyeron que la causa ambiental es la desencadenante. En los EE.UU., El SAT y, más recientemente, las puntuaciones de los exámenes de barra se están desplomado. ¿Podría la causa de estos descensos encontrarse en las dosis repetitivas de dos de las más potentes neurotoxinas del mundo que se están inyectando en la mayoría de los niños como lo son el mercurio y el aluminio mediante dosis en bolo desde el mismo nacimiento? ¿No deberíamos investigar para poder rechazar esta hipótesis? 

El enfoque lógico no es otro que el de comparar los resultados de la salud entre niños vacunados y no vacunados. Durante años, los funcionarios de la salud pública, incluida la IOM, han instado a los CDC a realizar dichos estudios.




En 2013, la IOM descubrió que "Ningún estudio había comparado las diferencias en los resultados de la salud [...] entre poblaciones de niños no inmunizados y niños inmunizados [...] Además, los estudios diseñados para examinar los efectos a largo plazo del número de vacunas acumuladas u otros aspectos del calendario de vacunas no se han realizado." 

En una entrevista del 2008, la exdirectora de NIH, Bernadette Healy, explicó que el HHS se niega a realizar estudios de seguridad por temor a la revelación de peligros, "eso asustaría al público" de las vacunas. Healy continuó: "En primer lugar, creo que el público es más inteligente que eso [...] No creo que debamos darle la espalda a ninguna hipótesis científica por temor a los resultados que pudieran extraerse."

Negligencia mediática

La supresión de la ciencia crítica de la seguridad documentada por la IOM no sería posible sin la epidemia masiva de negligencia mediática. Los principales medios de comunicación y redes sociales que recibieron en total 9.6 mil millones de dólares por ingresos de las compañías farmacéuticas en 2016 se han convencido de estar protegiendo la salud pública al censurar agresivamente las críticas alrededor de estos productos farmacéuticos obligatorios, de responsabilidad nula y no probados. 

Pero la ausencia de escrutinio de la prensa no ofrece a la industria ningún incentivo para mejorar la seguridad de las vacunas. Las discusiones acaloradas sobre la corrupción del gobierno y la ciencia de seguridad deficiente, así como la abolición de las lesiones por vacunas por decreto no es la estrategia que resolverá la creciente epidemia de enfermedades crónicas.

Los niños que conforman esta generación gravemente lesionada han acabado sus estudios y a esta hora están envejeciendo. 

Han pasado su escolaridad entre salas ruidosas en vez de lugares tranquilos y aulas para autistas, con sillas reclinables y guardias de seguridad, lo que suponía un incremento del 25% en educación especial para poder acomodarlos. Ahora están aterrizando en la red de la seguridad social que amenaza con hundirse.

 A medida que los legisladores demócratas votan para exigir más vacunas y la censura de los problemas de seguridad, los candidatos presidenciales demócratas debaten la manera de solucionar el tenso sistema de la salud de Estados Unidos. Si no abordamos la epidemia de enfermedades crónicas, tales propuestas quedarán en una pura reorganización de las tumbonas del Titanic. 

La buena noticia para Pharma es que muchos de estos niños tienen una dependencia de por vida en productos de gran éxito como Adderall, Epi-Pens, inhaladores para el asma y medicamentos para la diabetes, artritis y anticonvulsivos fabricados por las mismas compañías que fabricaron las vacunas.

Mi opinión en cuanto a que todas o algunas de estas lesiones podrían estar relacionadas con las vacunas ha sido la catalizadora que desvió gran parte de mi enfoque sobre el trabajo ambiental y energético que amo, y que me impulsó a abogar por la seguridad de la vacuna. He sacrificado amistades, ingresos, credibilidad y relaciones familiares en una campaña a menudo solitaria para obligar a estas empresas a realizar las pruebas que responderán definitivamente a estas preguntas.

Las personas se vacunarán cuando tengan confianza en los reguladores y la industria. Cuando la confianza pública falla, la coerción y la censura se convierten en las opciones finales. Silenciar a los críticos y desplegar poderes policiales para imponer medicamentos no probados a un público reacio no es una estrategia óptima dentro de una democracia.

Mi tío y mi padre argumentaron que en una sociedad libre y abierta, la respuesta a preguntas difíciles nunca consiste en el cierre del debate. Lo que necesitamos es ciencia, no censura. No soy anti-vax. Soy proseguridad y prociencia. 

Quiero estudios de seguridad sólidos, transparentes y reguladores independientes. Esto no tiene nada que ver con exigencias radicales prontas a fomentar divisiones en nuestro partido y nuestras familias. Como estadounidenses y como miembros de la familia Kennedy, deberíamos poder abrir un debate civil y científico sobre la legitimidad de estas preocupaciones.
Sobre el Autor

Robert F. Kennedy, Jr. es un locutor de radio estadounidense, activista ambiental, autor y abogado especializado en derecho ambiental. Aprende más.


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