viernes, 24 de abril de 2020

Coronavirus: Qué comer para Aumentar las Defensas

Así es a dieta mediterránea que ayuda a protegerse frente al ...

Un aporte correcto de vitaminas A, C, D y E, y minerales como el zinc y el selenio, son fundamentales para el buen funcionamiento del sistema inmunitario

ctualizado:24/04/2020 08:20h

Lavarse las manos con frecuencia y mantener la distancia física son las principales medidas para evitar el coronavirus. Pero, además, deberíamos cuidarnos para que nuestro sistema inmunitario, la compleja red de células, tejidos y órganos que trabajan en equipo para defendernos de los «invasores», se encuentre lo más fuerte posible.

Aunque hay factores que influyen en nuestras defensas y que no podemos controlar como la genética, la edad, el sexo, patologías crónicas, etc, sí que hay otros, relacionados con el estilo de vida, que podemos modular. Por eso es importante que durante el confinamiento no caigamos en hábitos poco saludables.

«La nutrición es fundamental para un correcto funcionamiento del sistema inmunitario. Este está formado por muchas células que se están generando de forma casi continua, y que, por tanto, es muy demandante de nutrientes (minerales, aminoácidos de las proteínas..)», explican a ABC los doctores África González y Alfredo Corell, presidenta y vocal, respectivamente, de la Sociedad Española de Inmunología (SEI). 

Está demostrado que la malnutrición (falta de ingesta de proteínas y calorías) provoca una situación de inmunodeficiencia secundaria, y que las dietas inadecuadas, en las que se suprimen nutrientes puntuales, también podrían ocasionar problemas en nuestro sistema inmunitario, señalan los expertos.

Una mala alimentación se traduce en un incremento de infecciones y esto se ha comprobado, apuntan González y Corell, en el caso de «aportes deficitarios de zinc, selenio, hierro, vitaminas A, C, D o E, entre algunos otros». 

Lo recomendable para no tener carencias es una alimentación variada que incluya verduras, legumbres, frutas frescas, huevo, carne, pescado, lácteos y cereales.

Nada de alcohol y tabaco

El confinamiento puede ser un buen momento para alejar de su rutina dos hábitos que perjudican el sistema inmune: el alcohol y el tabaco. Los expertos consultados recomiendan no beber, ni siquiera en cantidades moderadas. 

Advierten de que el consumo de alcohol destilado tiene un efecto inmunosupresor, «con unos mecanismos muy parecidos a los que se producen en situación de depresión o estrés».

Con respecto al tabaco, es muy dañino porque «altera toda la línea de defensas en nuestra mucosa respiratoria y está en el origen del desarrollo de diversos tipos de cánceres», señalan.

Sí es recomendable hacer ejercicio moderado de forma regular. Tanto el sedentarismo como la actividad física extenuante afectan negativamente al sistema inmune.

 Y otros factores que están en su mano para unas defensas óptimas: tener las vacunas recomendadas puestas, dormir 7/8 horas y evitar las situaciones de estrés prolongadas.

Dónde encontramos...

Zinc y selenio: carnes, cereales, pescados, lácteos y huevos.
Vitamina A: Vegetales rojos, naranjas y verde oscuro, lácteos y huevos.
Vitamina C: Frutas y verduras (cítricos, fresas, kiwi y brócoli).
Vitamina E: aceite de oliva.
Vitamina D: pescado azul, huevos, lácteos y aguacate.


¿Son necesarios los suplementos?

No. En individuos sanos que siguen una alimentación equilibrada «los suplementos de vitaminas y minerales no han demostrado un efecto en el mantenimiento del sistema inmunitario», señalan desde la Sociedad Española de Inmunología (SEI).

 En aquellos casos en los que haya malnutrición o déficit de algún componente, es el médico quien prescribirá el complemento necesario para cada caso individual. «La creencia popular de que estos suplementos son absolutamente inocuos, no es cierta: en ningún caso deberíamos automedicarnos, ya que algunos suplementos ingeridos en exceso pueden ser perjudiciales», advierten los doctores y catedráticos de Inmunología, África González y Alfredo Corell.

 Los complementos nutricionales solo están indicados en patologías o circunstancias concretas. También en personas que siguen dietas vegetarianas y veganas, que necesitan suplementos de vitamina B12 para poder suplir el déficit de ésta que tienen en su alimentación.


miércoles, 22 de abril de 2020

Una Cardióloga advierte que el COVID-19 no sólo ataca los pulmones, sino también provoca muertes por Infartos

Carol Kotliar (Directora Científica del Centro de Hipertensión del Hospital Universitario Austral) participó de una conferencia vía streaming con los principales cardiólogos de los Estados Unidos y China. 


Allí se afirmó -en base a las autopsias- que entre el 20 y 25 por ciento de los casos graves por coronavirus sufrieron más por fallas del sistema cardiovascular que por complicaciones en los pulmones. Además, el riesgo adicional de que el COVID-19 ingrese por los ojos.

Por Hugo Martin20 de marzo de 2020

Hasta ahora, se creía que el coronavirus sólo afectaba a las vías respiratorias y -en los casos más graves- a los pulmones. Ahora se sabe que, de los 266.092 casos que se produjeron en el mundo por la enfermedad, entre el 20 y el 25 por ciento atacaron al sistema cardiovascular.

Mientras el COVID-19 avanza en todo el mundo, la sensación es que en nuestro país apenas abrió la puerta. En la Argentina, hasta ayer, se contaban 138 casos y 3 muertos. En el mundo, las víctimas son 11.153.

Al mismo tiempo, científicos de todo el planeta van por la cura, la vacuna, o saber más sobre esta enfermedad. La doctora en medicina Carol Kotliar (MN 77156, Directora Científica del Centro de Hipertensión del Hospital Universitario Austral, Directora General del Centro Médico Santa María de la Salud, San Isidro y Experta CONEAU -Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria), estuvo presente -vía streaming por supuesto- de las últimas revelaciones que los médicos chinos le entregaron al mundo. Y aquí están sus interesantes -e inquietantes- conclusiones.

“Desde el punto de vista cardiovascular, la gente está muy preocupada. Quienes tienen enfermedades previas poseen menos tolerancia y más riesgo si se contagian el virus. Tengo entre 100 y 150 llamados diarios de pacientes, y mis colegas lo mismo”, señala de entrada.

-¿A qué tipo de enfermedades previas se refiere?

-Hipertensión arterial, diabetes en la mayoría de los casos. Pero las más importantes son haber tenido un infarto, o angina de pecho, que le hayan colocado un stent o practicado un by pass, o sufrir arritmias e insuficiencia cardíaca. Es que hay un porcentaje muy grande de la población que tiene enfermedades cardiovasculares.

-¿Cuanta gente hablamos?

-Presión alta, entre un 30 y 40 por ciento. Diabetes, más o menos un 15 por ciento. Y en el mundo, la enfermedad cardiovascular sigue siendo la primer causa de muerte. Este virus causa, en alrededor un 80 por ciento de los casos graves, neumonía, infiltraciones pulmonares, porque entra a través de los alvéolos. Es una neumonía diseminada, no la más frecuente que es la localizada. Es mucho más importante. Pero del 20 al 25 por ciento, la principal complicación que tienen es cardiovascular.

-Hasta ahora se decía que era un virus respiratorio.

-Claro. Pero se empezó a estudiar por qué se producían tantos infartos en estos pacientes. De los infectados que se complican, que van del uno al cinco por ciento según el país, alrededor del 25 por ciento es por problemas cardiovasculares, como te dije. De ellos, un 15 por ciento tiene arritmias y casi un 10 por ciento infartos. Llama mucho la atención. 

El 18 de marzo a la mañana tuvo lugar la primer conferencia de líderes mundiales de cardiología de la American College of Cardiology junto con la Asociación Cardiovascular de China sobre este problema. En esa reunión, que se hizo vía streaming, pudimos conocer resultados de las autopsias donde se verificó esto.

(Istock)

-¿Porqué se producen las complicaciones?

-A este virus se lo llama “coronavirus” porque tiene como unas “coronitas”, como espinas. 

Entra al cuerpo, según leímos, por los alvéolos pulmonares. Pero, ahora sabemos, también por el endotelio, la membrana que recubre las células cardiovasculares, las arterias y el corazón.

-Para ir por partes: antes ingresa por la boca, nariz y ojos.

-Si, principalmente por la vía respiratoria. Quienes tiene el cuadro leve es porque el virus quedó en las vías superiores, la garganta. Y produce como una gripe común. Los cuadros más graves son los que avanzan a los alvéolos pulmonares. Que por suerte no son tantos, aunque parecen muchos. Ése produce la neumonía. Y al mismo tiempo ingresa al sistema circulatorio, porque los vasos sanguíneos bañan todos los alveolos.

-¿Y por los ojos?

-Es buena la observación: cuando ingresa por los ojos, que es una mucosa también, va directo al endotelio sin pasar por el pulmón. No va a la vía respiratoria, se dirige a la sanguínea. No da ni siquiera la oportunidad de causar una gripe común y que quede en el tracto superior. 

Digamos que este virus no contagia por las orejas, ni por la piel. Por eso es muy importante el lavado de manos, sobre todo cuando se va al baño, porque entre 3,5 y 5 por ciento de quienes tienen COVID-19 tienen diarrea. Y esos a los mejor tampoco presentan síntomas gripales.

-¿Qué provoca en el sistema cardiovascular?

-Una inflamación de tal magnitud que causa coágulos, trombosis. Estos trombos son los que tapan las arterias coronarias y causan infartos. Una persona que tiene factores de riesgo cardiovasculares tradicionales -colesterol alto, diabetes, hipertensión, sedentarismo, obesidad, que fuma- puede tener un riesgo mayor a sufrir un infarto porque también va a formar un trombo de colesterol, probablemente. Pero acá, a una persona que está sana, este virus le forma un trombo en dos días. Y produce el mismo infarto. 

Pero éste tiene un problema. En el infarto de siempre, que va tapando las arterias progresivamente, cuando el médico te hace una prueba de fuerza y detecta una placa de ateroma en las arterias se puede hacer una angioplastia. Pero este trombo que provoca el COVID-19 se produce en arterias tan chiquititas, de microcirculación, que no se puede meter el catéter para hacer la angioplastia, no se pueden destapar.

-¿No se puede hacer nada?

-Lo que están tratando los médicos en los Estados Unidos y en China es probar la hipótesis de anticoagulación para disolver el trombo. Es el único tratamiento que hay. Por eso decimos que en este caso no sólo consulten al médico por un dolor de garganta o tos. Si tienen dolor de pecho o síntomas de ataque cardíaco también puede ser por COVID-19.

(Foto: Sky News/Captura de pantalla)

-¿Los anticoagulantes surtieron algún efecto?

-Se usaron corticoides, que no demostraron ser beneficiosos. Pero los anticoagulantes, en algunos pacientes, fueron beneficiosos. Aunque todavía no están los datos finales.

-¿Cómo se dieron cuenta de estos efectos?

-Por un marcador, el DIMERO-D, un factor que se forma cuando un coágulo, que tiene fibrinas, se degrada. Nosotros sabemos que se incrementa cuando hay una trombosis. Si está presente en un valor mayor a un miligramo por mililitro, significa que la persona puede estar haciendo un trombo. 

Se dieron cuenta que en los pacientes internados por COVID-19 se incrementaba el DIMERO-D y estaban haciendo trombosis, que tiene dos localizaciones: las pequeñas arterias coronarias y el hígado. Por eso las fallas multisistémicas en los pacientes más graves: hígado, corazón, pulmón y luego el riñón.

-¿Por qué se dice que la hipertensión es un factor de riesgo en el caso del coronavirus?

-La mayoría de los infectados que requieren hospitalización por complicaciones tiene hipertensión arterial, dato aportado por China y por Italia. Esto debe ser interpretado con cautela. Puede explicarse simplemente como que acompaña a la edad de los italianos graves -tienen un promedio de edad de 73 años- por lo que sería la misma prevalencia de hipertensión a esa edad. Es decir, como si habláramos de la calvicie en hombres mayores de 70 años. 

O, como yo creo, porque la hipertensión en muchos se asocia a mayor inflamación sistémica crónica y esto sitúa al hipertenso en un escalón más alto en su estado inflamatorio, y el virus inicia su inmensa actividad inmunoinflamatoria con una persona más vulnerable desde el inicio. 

Es decir, el coronavirus nos daña por una “tormenta inflamatoria que trata de defendernos, pero que se vuelve en contra“ y lastima nuestro organismo. Por esto los hipertensos, más que nunca, deben mantener su presión en los valores recomendados, menor de 140/90, aunque mayor de 120/70 para asegurar una buena perfusión de corazón y cerebro.

-¿Qué sucede con los medicamentos que toman los cardíacos?

-En la revista Lancet, una de las más prestigiosas de medicina, hubo una carta de lectores de un profesional donde decía, correctamente, que el virus, para entrar a los alvéolos y al endotelio, utiliza una enzima, la ECA-2, que se incrementa cuando alguien toma los inhibidores para la hipertensión: el enalapril, losartán, valsartán… Esa enzima se eleva y es muy bueno, porque permite remodelar las arterias y reducir la ateroesclerosis. 

Pero, lamentablemente, es utilizada por el coronavirus para ingresar a alveolos y arterias. Este análisis fue hecho en animales, en ratas, no en personas. Así que no sabemos si va a entrar más virus por ésto o no. Entonces, suspender los medicamentos significa aumentar el riesgo de infarto. Sería un efecto boomerang. Toda la sociedad científica, en todo el mundo, mandó comunicados diciendo que ninguna de ellas recomendó suspender los medicamentos.

-¿Es cierto que en los pacientes que tienen grupo sanguíneo A la enfermedad es más grave?

-No, no está comprobado para nada. Lo que sucede es que van viendo estadísticas, y el grupo A es el que más predomina en la población. Es como decir que en la Argentina los que tienen el pelo castaño tienen un cuadro más grave que los pelirrojos. Es porque hay más.

(Foto: Sky News/Captura de pantalla)

-¿Los cardíacos tienen chances de salir de esos cuadros?

-Muchísimas personas que sufrieron un infarto como complicación salen adelante, sí. Y atención, quien tenga hipertensión no crea que es un enfermo cardíaco. 

Por ejemplo, la afección cardíaca que es motivo de licencia, por ahora, es la enfermedad valvular, coronaria o arritmia grave, no la hipertensión. Sí es riesgosa si se contrae el virus, pero no es inmunosupresora.

-¿Qué esperan los médicos que suceda acá en la Argentina?

-Desde la cardiología, que las complicaciones no sean todas las que dicen los medios internacionales, y poder tratar a los pacientes con más información que llegue desde los países que pasaron o están pasando esta pandemia, como hizo el presidente de la Sociedad China de Cardiología, para tratar todas las aristas de la enfermedad, no sólo las respiratorias.

 E ir teniendo las mayores evidencias en tiempos de crisis, cuando no se pueden esperar todos los estudios médicos que debiéramos hacer. Cuando la crisis llegue a la Argentina en las próximas semanas, vamos a tener que usar la evidencia científica de los demás.

-¿La cloroquina, el medicamento que se comenzó a probar, puede ser efectivo?

-Tenemos mucha esperanza que sea promisorio. Pero aún hay que demostrar su eficacia y que no tenga efectos peores de lo que va a curar. Se están haciendo estudios en individuos sanos y en animales. Son favorables, pero de aquí a poder aplicarlo masivamente faltan meses.

-Por ahora, lo mejor es el aislamiento y la higiene, entonces…

-Si. La higiene es el conocimiento: qué hacer cuando uno llega a su casa, con los zapatos, con la ropa, saber que no nos debemos tocar la cara, por ejemplo. El aislamiento es para mantener una distancia social y está bien, pero hay medidas importantísimas que no se toman como corresponde: uno vuelve a su casa con la bolsa del supermercado, y puede estar contaminada. Hay que dedicarse y concentrarse en hacer estas cosas bien.


martes, 21 de abril de 2020

Los números Manipulados del Covid-19 están alimentando la Histeria y los Encierros

(Reino Unido) - Al anunciar las restricciones de mayor alcance a la libertad personal en la historia de nuestra nación, Boris Johnson siguió resueltamente el consejo científico que se le había dado. Los asesores del gobierno parecen calmados y tranquilos y hay un sólido consenso entre ellos. 

Ante una nueva amenaza viral, con un número de casos que aumenta diariamente, no creo que algún primer ministro hubiera actuado de forma muy diferente.

Pero me gustaría plantear algunas perspectivas que apenas han sido difundidas en las últimas semanas, y que apuntan a una interpretación de las cifras bastante diferente a la que guía la actuación del gobierno. Soy profesor de patología recientemente jubilado y patólogo consultor del NHS, y he pasado la mayor parte de mi vida adulta en el ámbito de la atención sanitaria y la ciencia; campos que, con demasiada frecuencia, se caracterizan por la duda más que por la certeza. 

Existe un margen para diferentes interpretaciones de los datos actuales. Si algunas de estas otras interpretaciones son correctas, o al menos más cercanas a la verdad, entonces las conclusiones sobre las acciones requeridas cambiarán en consecuencia.

La forma más simple de juzgar si tenemos una enfermedad excepcionalmente letal es mirar las tasas de mortalidad. ¿Están muriendo más personas de las que se esperaría que murieran en una semana o en un mes?

Estadísticamente, se espera que mueran unos 51.000 en Gran Bretaña este mes. En el momento de escribir este artículo, 422 muertes están relacionadas con el Covid-19, es decir, el 0,8% del total esperado.

A nivel mundial, se espera que mueran 14 millones en los primeros tres meses del año. Las 18.944 muertes por coronavirus en el mundo representan el 0,14% de ese total.

Estas cifras pueden dispararse pero son, en este momento, más bajas que otras enfermedades infecciosas con las que vivimos (como la gripe). No son cifras que, por sí mismas, causarían reacciones globales drásticas.

Las cifras iniciales comunicadas por China e Italia sugerían una tasa de mortalidad del 5% al 15%, similar a la de la gripe española. Dado que los casos estaban aumentando exponencialmente, esto planteaba la perspectiva de unas tasas de mortalidad que ningún sistema de atención de la salud en el mundo sería capaz de afrontar. 

La necesidad de evitar este escenario es la justificación de las medidas que se están aplicando: se cree que la gripe española infectó a aproximadamente una de cada cuatro personas de la población mundial entre 1918 y 1920, es decir, aproximadamente 500 millones de personas con 50 millones de muertes. Hemos desarrollado planes de emergencia para pandemias, listos para entrar en acción en caso de que esto ocurra de nuevo.

En el momento de redactar el presente informe, las 422 muertes y los 8.077 casos conocidos del Reino Unido dan una tasa de mortalidad aparente del 5%. Esto se cita a menudo como motivo de preocupación, en contraste con la tasa de mortalidad de la gripe estacional, que se estima en alrededor del 0,1%. Pero debemos examinar muy cuidadosamente los datos. ¿Son realmente comparables estas cifras?

La mayoría de las pruebas del Reino Unido se han realizado en hospitales, donde hay una alta concentración de pacientes susceptibles a los efectos de cualquier infección.

Como cualquiera que haya trabajado con enfermos sabrá, cualquier régimen de pruebas que se realice sólo en hospitales sobrestimará la virulencia de una infección. Además, sólo estamos tratando con aquellos casos de Covid-19 que han hecho que la gente se sienta lo suficientemente enferma o preocupada como para hacerse la prueba. Habrá muchos más que desconocen que tienen el virus, que no tienen síntomas o los tienen leves.

Cualquier régimen de pruebas que se realice sólo en hospitales sobrestimará la virulencia de una infección.

Por eso, cuando Gran Bretaña tenía 590 casos diagnosticados, Sir Patrick Vallance, el principal asesor científico del gobierno, sugirió que la cifra real era probablemente entre 5.000 y 10.000 casos, de diez a veinte veces más. Si está en lo cierto, la tasa de mortalidad por este virus es probable que sea de 10 a 20 veces menor, digamos de 0,25 a 0,5%. Eso pone la tasa de mortalidad de los Covid-19 en el rango asociado con infecciones como la gripe.

Pero hay otro problema potencialmente más grave: la forma en que se registran las muertes. Si alguien muere de una infección respiratoria en el Reino Unido, la causa específica de la infección no suele registrarse, a menos que la enfermedad sea una rara "enfermedad de declaración obligatoria". 

Así que la gran mayoría de las muertes respiratorias en el Reino Unido se registran como bronconeumonía, neumonía, vejez o una designación similar. En realidad no hacemos pruebas para la gripe u otras infecciones estacionales. 

Si el paciente tiene, digamos, cáncer, enfermedad de la neurona motora u otra enfermedad grave, esto se registrará como la causa de la muerte, incluso si la enfermedad terminal fue una infección respiratoria. Esto significa que las certificaciones del Reino Unido normalmente subregistran las muertes por infecciones respiratorias.

Ahora miren lo que ha sucedido desde la aparición de Covid-19. La lista de enfermedades de declaración obligatoria ha sido actualizada. Esta lista (además de incluir la viruela, que se ha extinguido durante muchos años, y afecciones como el ántrax, la brucelosis, la peste y la rabia, que la mayoría de los médicos del Reino Unido nunca verán en toda su carrera) ha sido ahora modificada para incluir al Covid-19. Pero no la gripe. Esto significa que cada prueba positiva de Covid-19 debe ser notificada, algo que no sería así para la gripe o la mayoría de las otras infecciones.

En el clima actual, cualquiera que tenga un resultado positivo en la prueba de Covid-19 será sin duda conocido por el personal clínico que lo atiende: si alguno de estos pacientes muere, el personal tendrá que registrar la designación de Covid-19 en el certificado de defunción, contrariamente a la práctica habitual para la mayoría de las infecciones de este tipo.

Hay una gran diferencia entre que el Covid-19 cause la muerte y que el Covid-19 se encuentre en alguien que murió por otras causas. Hacer que el Covid-19 sea notificable podría dar la impresión de que está causando cada vez más muertes, sea esto cierto o no. Podría parecer mucho más letal que la gripe, simplemente por la forma en que se registran las muertes.

Si tomamos medidas drásticas para reducir la incidencia del Covid-19, es lógico que las muertes también disminuyan. Nos arriesgamos a convencernos de que hemos evitado algo que nunca iba a ser tan grave como temíamos.

Esta forma inusual de informar sobre las muertes de Covid-19 explica el claro hallazgo de que la mayoría de sus víctimas tienen afecciones subyacentes, y que normalmente serían susceptibles a otros virus estacionales, que prácticamente nunca se registran como causa específica de muerte.

Consideremos también los gráficos del Covid-19, que muestran un aumento exponencial de los casos (y las muertes). Pueden parecer alarmantes. Pero si rastreáramos la gripe u otros virus estacionales de la misma manera, también veríamos un aumento exponencial. También veríamos algunos países detrás de otros, y sorprendentes tasas de mortalidad. 

Los Centros para el Control de Enfermedades de los Estados Unidos, por ejemplo, publican semanalmente estimaciones de casos de gripe. Las últimas cifras muestran que desde septiembre, la gripe ha infectado a 38 millones de estadounidenses, hospitalizado a 390.000 y matado a 23.000. Esto no causa alarma pública porque la gripe es familiar.

Los datos sobre el Covid-19 difieren enormemente de un país a otro. Mira las cifras de Italia y Alemania. En el momento de redactar este informe, Italia tiene 69.176 casos registrados y 6.820 muertes, una tasa del 9,9%. Alemania tiene 32.986 casos y 157 muertes, una tasa del 0,5%. 

¿Creemos que la cepa del virus es tan diferente en estos países cercanos como para representar virtualmente diferentes enfermedades? ¿O que las poblaciones son tan diferentes en su susceptibilidad al virus que la tasa de mortalidad puede variar más de veinte veces? Si no es así, deberíamos sospechar un error sistemático, que los datos de Covid-19 que estamos viendo de diferentes países no son directamente comparables.

Mira otras tasas: España 7,1%, EE.UU. 1,3%, Suiza 1,3%, Francia 4,3%, Corea del Sur 1,3%, Irán 7,8%. Es muy posible que estemos comparando manzanas con naranjas. Registrar los casos en los que hubo un resultado positivo en la prueba del virus es algo muy diferente a registrar el virus como la principal causa de muerte.

Las primeras pruebas de Islandia, un país con una organización muy fuerte para realizar pruebas amplias dentro de la población, sugieren que hasta el 50% de las infecciones son casi completamente asintomáticas. La mayor parte del resto son relativamente leves. De hecho, según las cifras de Islandia, con 648 casos y dos muertes atribuidas al virus, la tasa de mortalidad es del 0,3%. 

A medida que las pruebas de detección en la población se vayan generalizando en otras partes del mundo, encontraremos una proporción cada vez mayor de casos en que las infecciones ya se han producido y sólo han causado efectos leves. De hecho, a medida que pase el tiempo, esto también será una realidad general, porque la mayoría de las infecciones tienden a disminuir en virulencia a medida que avanza una epidemia.

Un indicador bastante claro es la muerte. Si una nueva infección está causando la muerte de muchas personas más (a diferencia de una infección presente en personas que habrían muerto de todos modos), entonces causará un aumento en la tasa de mortalidad general. Pero todavía no hemos visto ninguna evidencia estadística de muertes excesivas, en ninguna parte del mundo.

El Covid-19 claramente puede causar un serio compromiso del tracto respiratorio en algunos pacientes, especialmente en aquellos con problemas en el pecho. Los ancianos probablemente corren más riesgo, como lo corren con infecciones de cualquier tipo. 

La edad media de los que mueren en Italia es de 78,5 años, siendo casi nueve de cada diez las muertes de personas mayores de 70 años. La esperanza de vida en Italia, es decir, el número de años que se puede esperar vivir desde el nacimiento, en igualdad de condiciones, es de 82,5 años. Pero no todas las cosas son iguales cuando un nuevo virus estacional anda por ahí.

Ciertamente parece razonable, ahora, que se mantenga un cierto grado de distanciamiento social por un tiempo, especialmente para los ancianos y los inmunodeprimidos. Pero cuando se introducen medidas drásticas, deben basarse en pruebas claras. 

En el caso de Covid-19, las pruebas no son claras. El encierro del Reino Unido se ha basado en la modelización de lo que podría suceder. Es necesario saber más sobre estos modelos. ¿Corregirán la edad, las condiciones preexistentes, los cambios de virulencia, los efectos de la certificación de la muerte y otros factores? Si se modifica cualquiera de estos supuestos, el resultado (y el número de muertes previstas) puede cambiar radicalmente.

Gran parte de la respuesta al Covid-19 parece explicarse por el hecho de que estamos observando este virus de una manera que ningún virus ha sido observado antes. Las escenas de los hospitales italianos han sido impactantes, y logran producción para la televisión macabra. Pero la televisión no es ciencia.

Claramente, los diversos encierros frenarán la propagación del Covid-19, por lo que habrá menos casos. Cuando relajemos las medidas, habrá más casos de nuevo. Pero esto no tiene por qué ser una razón para mantener el encierro: la propagación de los casos es sólo algo que hay que temer si estamos tratando con un virus inusualmente letal.

 Por eso la forma en que registramos los datos será enormemente importante. A menos que endurezcamos los criterios para registrar las muertes debidas únicamente al virus (en contraposición a su presencia en los que murieron por otras afecciones), las cifras oficiales pueden mostrar muchas más muertes aparentemente causadas por el virus de las que realmente se producen. 

¿Entonces qué? ¿Cómo medimos las consecuencias para la salud de quitarle a la gente su vida, su trabajo, su ocio y su propósito, con el fin de protegerla de una amenaza anticipada? ¿Qué es lo que causa menos daño?

El debate moral no es sobre vidas versus dinero. Se trata de vidas versus vidas. Tomará meses, quizás años, si es que alguna vez sucede, llegar a evaluar las implicaciones más amplias de lo que estamos haciendo. 

El daño a la educación de los niños, el exceso de suicidios, el aumento de los problemas de salud mental, el quitarle recursos a otros problemas de salud con los que tratábamos eficazmente. Aquellos que necesitan ayuda médica ahora pero no la buscan, o no se les puede ofrecer.

 ¿Y qué hay de los efectos en la producción de alimentos y el comercio mundial, que tendrán consecuencias no cuantificables para personas de todas las edades, quizás especialmente en las economías en desarrollo?

Los gobiernos de todo el mundo dicen que están respondiendo a la ciencia. Las políticas en el Reino Unido no son culpa del gobierno. Están tratando de actuar responsablemente basados en el consejo científico dado. Pero los gobiernos deben recordar que la ciencia apresurada es casi siempre una mala ciencia.

Hemos decidido políticas de extraordinaria magnitud sin pruebas concretas del excesivo daño que ya está ocurriendo, y sin un escrutinio adecuado de la ciencia que las justifique.

En los próximos días y semanas, debemos continuar observando crítica y desapasionadamente las pruebas de Covid-19 a medida que vayan surgiendo. Por encima de todo, debemos mantener una mente abierta y buscar lo que realmente ocurre, no lo que tememos que pueda ocurrir.

John Lee es un profesor de patología recientemente retirado y un expatólogo consultor del NHS.



Traducido por el equipo de SOTT.net en español