lunes, 12 de marzo de 2012

Los datos históricos muestran que las vacunas no son la clave en la disminución de la mortalidad por enfermedad

Muchos de nosotros tenemos una imagen de la década de 1800 que ha sido matizada por un gran número de filtros que nos han llevado a una visión nostálgica y romántica de la época. Nos imaginamos un momento en donde un caballero invita a una señora bien vestida en un salón finamente decorado.

Nos imaginamos un tiempo donde la gente transita tranquilamente por un río en una barca de pedaletas, mientras disfruta de un julepe de menta y de un viaje más elegante, a bordo de un tren de vapor que viaja a través del campo. 

Nos imaginamos a una elegante mujer vestida de largo cuyo vestido se desliza al dejar un coche de caballos con la ayuda de un elegante hombre ataviado con su sombrero de copa. Pensamos en aquellos tiempos donde la vida era simple, ordenada, en un mundo utópico libre de los muchos males que aquejan a la sociedad moderna.

Pero si quitamos los filtros y proyectamos una luz más objetiva, en ese momento aparece una visión distinta. Ahora imagine un mundo donde los lugares de trabajo eran insalubres, inseguros o sin leyes de salario mínimo. Era una época donde la gente trabajaba de 12 a 16 horas al día con un trabajo de baja categoría y de lo más tedioso. Imagine las bandas de niños que vagan por las calles fuera de control porque sus padres están trabajando largas jornadas.

Imagine que la ciudad de Nueva York está rodeada de suburbios, llenos de vertederos de basura humeante y barrios enteros necesitados. Imagine unas ciudades donde los cerdos, caballos y perros y su basura eran muy comunes en las calles. Muchas de las enfermedades infecciosas rampaban por todo el mundo y, en particular, en las grandes ciudades. Esto no es una descripción del Tercer Mundo, fue una gran parte de América y otras ciudades occidentales hace sólo un siglo más o menos.

Nuestras percepciones de la historia engloban una gran cantidad de rechazo voluntario hacia el conocimiento. Es más fácil y más conveniente cubrirlo con una capa de nostalgia en lugar de reconocer una realidad incómoda. Insistimos en crear una ilusión histórica más agradable, pero al hacerlo, se nubla un problema histórico de tal forma que promueve un malentendido pasado, y esto tiene todo el potencial para un mal entendido futuro.

1807-1812: Glasgow, Inglaterra – El sarampión contabiliza el 11% de todas las muertes.

1830: Estados Unidos – Las ciudades costeras del este tienen una tasa de mortalidad por tuberculosis de 400 por 100.000.

1845-1850: Irlanda – Gran Hambruna afecta aproximadamente a 2 millones de vidas, algunos de inanición, pero mucho más de tifus y otras epidemias consiguientes al colapso social por desnutrición.

1854: Nueva York – Cerca de 2.500 personas mueren por el cólera.

1847-1861: 2.589.843 rusos contabilizados enferman de cólera y más de 1.000.000 mueren.

1861-1865: Guerra Civil – El Ejército de la Unión pierde 186,216 hombres debido a las enfermedades, el doble del número de muertos en acción, casi la mitad de las muertes fueron adjudicadas a la fiebre tifoidea y la disentería.

1855: La fiebre amarilla hace estragos en Norfolk y Portsmouth Virginia, Louisiana y Mississippi. En el área de la plaga de Virginia mueren uno de cada cinco por la fiebre, las víctimas son enterradas en zanjas sin ataúdes.

1865: Nueva York – Quince mil casas se construyeron en barriadas, muchas de las cuales son poco más que “nidos de la fiebre”.

1867-1872: El Hospicio de Asistencia a Infantes reporta 1.256 casos de sarampión y 612 muertes con una mortalidad del 49%. La desnutrición era conocida por ser moneda corriente en los orfanatos de la época.

1871: Una terrible epidemia de viruela se abalanzó en Nueva York y Filadelfia por la mañana. Mató a más de 800 personas en la ciudad antigua, más que nunca en toda su historia, más tarde las muertes casi llegaron a dos mil.

1871-1872: Inglaterra – 42.200 muertes por epidemia de viruela que sugieren 200.000 o más casos.

Europa – Una de las peores epidemias de la historia de la viruela.

Prusia – Gran epidemia de viruela. A pesar de las estrictas leyes de vacunación 69.839 mueren a causa de la viruela más que en cualquier otro estado del norte.

Chicago – A pesar de una alta tasa de vacunación contra la viruela, más de dos mil personas la contraen y más de una cuarta parte de ellas mueren. La mortalidad entre los niños menores de cinco años es la más alta jamás registrada.

1873: Memphis – Sufre ataques de fiebre amarilla, viruela y cólera al mismo tiempo. La gente huye de la ciudad dejando la mitad de las casas vacías.

1874: Bloomington, Illinois – Todo tipo de basura y desechos humanos y animales habían sido tirados en pequeños arroyos que desembocan en Sugar Creek y llegó a ser conocido como los “Cenagales del Norte y Sur”. Con los años los cenagales “se convirtieron…en una piscina hedionda caldo de cultivo para la enfermedad … ya que drenan las aguas residuales en la fuente primaria de agua de la comunidad , Sugar Creek”.

Estos hechos históricos muestran que las enfermedades infecciosas eran una amenaza constante y mortal en aquellos tiempos. Inglaterra era el país que a principios de 1838 comenzó a llevar estadísticas sobre las causas de muerte y es la mejor fuente para conocer los efectos devastadores de estas enfermedades infecciosas. Con estos datos en bruto, se han generado una serie de gráficos para entender las plagas.

El sarampión era una de las más mortales y potentes enfermedades infecciosas. Como muestra el gráfico claramente las muertes eran desenfrenadas entre los años 1800 y luego comenzó un rápido descenso convirtiéndose en una enfermedad relativamente benigna hacia mediados de 1900 causando muy pocas muertes. En el momento en que se introdujo la vacuna contra el sarampión aproximadamente en el año 1968, la tasa de mortalidad ya ha disminuido en más del 99%.

La tos ferina, también conocida como pertussis, era una causa de muerte infecciosa a la par con el sarampión, matando a muchas personas a lo largo de la década de 1800. Al igual que el sarampión una disminución lenta y constante comenzó a finales de 1800 convirtiéndose en mucho menos que una amenaza mortal hacia mediados de 1900. En el momento en que se introdujo la vacuna en la década de 1950 la tasa de mortalidad había caído también en más del 99%.

La escarlatina mató dos veces más que el sarampión y la tos ferina durante la década de 1800. Al igual que el sarampión y la tos ferina, la fiebre escarlata también tuvo una rápida caída en la tasa de mortalidad a partir de finales de 1800 y pasó a convertirse en casi benigna hacia mediados de 1900. Aunque una vacuna contra la fiebre escarlata fue patentada en 1924, nunca fue de uso generalizado.

Un asesino menor, pero más importante aún que el sarampión, la tos ferina o la escarlatina fue la viruela. La viruela, como la fiebre escarlata , se convirtió en excepcionalmente mortal y resulta periódicamente interesante por su sincronía con la escarlatina. A finales de 1700 un hombre con el nombre de Edward Jenner creó una vacuna que creía que podía proteger contra la viruela. Jenner creía que si podía inyectar a alguien con viruela de la vaca, los gérmenes de la viruela de la vaca defenderían al cuerpo contra la peligrosa viruela. Sin embargo, durante los siguientes 80 años, a pesar de las fuertes leyes de vacunación contra la viruela en Inglaterra, está siguió matando a muchos y culminó con una masiva epidemia en 1872. Una vez más, similar a los de otras enfermedades infecciosas que ya hemos discutido, la tasa de mortalidad de la viruela empezó a declinar a finales de 1800 y se convirtió en menos mortifera a principios de 1900.

Esta investigación histórica demuestra de forma clara, a través de estos gráficos, que las vacunas no fueron los factores clave en la reducción de las muertes causadas por estas enfermedades. Tanto las tasas de mortalidad de la tos ferina como la del sarampión habían disminuido en un 99% antes de la introducción de las vacunas. Un asesino mucho más grande, la escarlatina, tuvo su tasa de mortalidad reducida a una virtual mancha sin hacer uso de ninguna vacuna. La viruela se mantuvo como un asesino importante a pesar de tener una vacuna en uso durante aproximadamente 80 años y luego la tasa de mortalidad de la enfermedad se redujo al mismo tiempo que las otras enfermedades infecciosas.

Fuentes:

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Report to The Honourable Sir George Cornewall Lewis, Bart, MP, Her Majesty’s Principal Secretary of State for the Home Department, June 30, 1860, p. a4, 205
Essay on Vaccination by Dr. Charles T. Pearce, M.D Member of the Royal College of Surgeons of England
Parliamentary Papers, the 62nd Annual Return of the Registrar General 1899 (1891-1898)
Arthur Charles Cole, A History of American Life Volume VII – The Irrepressible Conflict 1850-1865, The Macmillan Company, 1934, pp. 179-204
Allan Nevins, A History of American Life Volume VIII – The Emergence of Modern America 1865-1878, The Macmillan Company, 1927, pp.318-331
Bloom Arnold, FRCP, “Section of Medicine, Experimental Medicine & Therapeutics – Measles”, Proc. Roy Soc. Med. November 1974, Vol. 67, pp. 1109-1136
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Porter, Roy, The Greatest Benefit to Mankind, Harper Collins Publishers, 1997, pp. 397-427
Baxby, Derrick, “The End of Smallpox”, History Today, March 1999, pp. 14-16
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Rice, Thurman, A.M., MD, The Conquest of Disease, The Macmillan Company, 1932, pp. 68, 121-122
Thomas Neville Bonner, Medicine in Chicago 1850-1950 A Chapter in the Social and Scientific Development of a City, The American History Research Center, Madison, Wisconsin, 1957, pp. 175-199
Lucinda McCray, A matter of life and death: health, illness and medicine in McLean County, 1830-1995, Bloomington Offset Process, Inc., 1996, pp. 45-61

http://elnuevodespertar.wordpress.com/2012/03/10/los-datos-historicos-muestran-que-las-vacunas-no-son-la-clave-en-la-disminucion-de-la-mortalidad-por-enfermedad/maestroviejo

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