sábado, 2 de febrero de 2013

El peligro de los productos farmaceúticos.


Lean detenidamente… y mediten… Quiero creer que es un tanto exagerado… pero puede tener cierto fundamento…

Mi *tío Damián* se encontraba bien de salud, hasta que su mujer, mi tía *Dorita*, a instancias de su hija, mi prima *Tota*, le dijo: * Damián*, vas a cumplir 80 años, es hora de que te hagas una revisión médica.¿Y para qué?, si me siento muy bien.Porque la prevención debe hacerse ahora, cuando todavía te sientes joven, contestó mi tía.

Por eso mi *tío Damián* fue a consultar al médico.

El médico, con buen criterio, le mandó a hacer exámenes y análisis de todo lo que pudiera hacerse en su mutualista. A los quince días el doctor le dijo que estaba bastante bien, pero que había algunos valores en los estudios que había que mejorar.

Entonces le recetó

*Atorvastatina Grageas* para el colesterol,

*Losartán* para el corazón y la hipertensión,

*Metformina *para prevenir la diabetes,

*Polivitamínico*, para aumentar las defensas,

*Norvastatina* para la presión,

*Desloratadina* para la alergia…

Como los medicamentos eran muchos y había que proteger el estómago, le indicó *Omeprazol+ y *Diurético+ para los edemas*.

Mi tío *Damián* fue a la farmacia y gastó una parte importante de su jubilación por varias cajitas primorosas de colores variados.

Al tiempo, como no lograba recordar si las pastillas verdes para la alergia, las debía tomar antes o después de las cápsulas para el estómago, y si las amarillas para el corazón, iban durante o al terminar las comidas, volvió al médico.

Éste, luego de hacerle un pequeño fixture con las ingestas, lo notó un poco tenso y algo contracturado, por lo que le agregó *Alprazolal * y *Sucedal para dormir.*

Esa tarde, cuando entró a la farmacia con las recetas, el farmacéutico y sus empleados hicieron una doble fila para que él pasara por el medio, mientras ellos lo aplaudían.

Mi tío, en lugar de estar mejor, estaba cada día peor. Tenía todos los remedios en el aparador de la cocina y casi no salía de su casa, porque no pasaba momento del día en que no tuviera que tomar una pastilla.

A la semana, el laboratorio fabricante de varios de los medicamentos que él usaba lo nombró “cliente protector” y le regaló un termómetro, un frasco estéril para análisis de orina y un lápiz con el logo de la farmacia.

Tan mala suerte tuvo mi *tío Damián* que a los pocos días se resfrió y mi tía lo hizo acostar como siempre, pero esta vez, además del té con miel, llamó al médico.

Este le dijo que no era nada, pero le recetó *Tapsín* día y noche y *Sanigrip* con efedrina, y como le dio taquicardia le agregó *atenolol* y un antibiótico, *Amoxicilina* de 1 gr. cada 12 horas durante 10 días. Le salieron hongos y herpes y le indicaron *Fluconol* con *Zovirax*.

Para colmo, mi *tío Damián* se puso a leer los prospectos de todos los medicamentos que tomaba y así se enteró de las contraindicaciones, las advertencias, las precauciones, las reacciones adversas, los efectos colaterales y las interacciones médicas.

Lo que leía eran cosas terribles. No sólo se podía morir, sino que además podía tener arritmias ventriculares, sangrado anormal, náuseas, hipertensión, insuficiencia renal, parálisis, cólicos abdominales, alteraciones del estado mental y otro montón de cosas espantosas. Asustadísimo, llamó al médico, quien al verlo le dijo que no tenía que hacer caso de esas cosas porque los laboratorios las ponían por poner.

Tranquilo, *Don Damián*, no se excite, le dijo el médico mientras le hacía una nueva receta con *Rivotril* con un antidepresivo Sertralina de 100 mg. Y como le dolían las articulaciones le dieron diclofenac.
En ese tiempo, cada vez que mi tío cobraba la jubilación, iba a la farmacia donde ya lo habían nombrado cliente *VIP*. Esto lo hacía poner muy mal, razón por la cual el médico le recetaba nuevos e ingeniosos medicamentos.

Llegó un momento en que al pobre de mi *tío Damián* las horas del día no le alcanzaban para tomar todas las pastillas, por lo cual ya no dormía, pese a las cápsulas para el insomnio que le habían recetado. Tan mal se había puesto que un día, haciéndole caso a los prospectos de los remedios, se murió.

Al entierro fueron todos, pero el que más lloraba era el farmacéutico. Aún hoy, mi *tia *afirma que menos mal que lo mandó al mdico a tiempo, porque si no, seguro que hubiese muerto antes.

Ah, si mi *tío Damián* no hubiera tomado nada y hubiese seguido con su régimen sanito con pollo sin piel, pavo, lentejas, porotos, aceite de oliva, frutas, verduras de todos colores, poca sal y nada de azúcar (stevia o sucralosa, no aspartame) y con una copita de vino tinto cabernet sauvignon y caminando 6 mil pasos diarios estaría vivito y coleando…

Una colaboración de La lunagatuna

http://www.clasespasivas.net/foro/viewtopic.php?f=12&t=14915
http://maestroviejo.wordpress.com/2013/02/02/el-peligro-de-los-productos-farmaceuticos/

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