Decir "no" no es arriesgarse a ser rechazado, sino en ser apreciado por uno mismo. Veamos pues lo que está en juego cuando se verbaliza una negación o rechazo.
¿Quién no se ha sentido alguna vez obligado a tomar un trozo de tarta sin ganas?
¿Quién no ha terminado por comprar algo bajo presión de la vendedora? ¿Quién no se ha atrevido alguna vez a rechazar una carga de trabajo suplementario?
El hecho de ceder ocasionalmente ante la voluntad de otro es perfectamente natural. Esto da testimonio de nuestra capacidad para transigir, negociar y finalmente vivir en sociedad, en familia o en pareja.
Un compromiso necesario
Una persona que no dice nunca "no" es incapaz de comprometerse. Está abocado a mantener relaciones conflictivas o condenarse a la soledad. A pesar de lamentarlo, hay que aceptar esa parte de uno mismo que forma parte de las relaciones sociales.
El sufrimiento de no saber decir "no"
Una persona incapaz de decir "no" se encuentra en dificultad en dos niveles: psicológicamente y en su vida cotidiana.
En la vida cotidiana
La persona que no sabe decir "no" está sometida al deseo del otro y no es dueño de su propia vida. En realidad, le es difícil organizar sus actividades, descansar, ser él mismo. Se abusa de su amabilidad en el trabajo, en la familia, sin que tenga que venir con mala intención: el entorno ignora sus deseos.
A nivel psicológico
La persona que no puede decir "no" sufre una soledad provocada por su incapacidad para hacerse comprender. Al no conseguir hacerse respetar, tanto sus deseos como sus opiniones, pueden volverse contra ella las indignaciones y cóleras contenidas. En realidad, se trata de algo tóxico para el espíritu que se va agotando. Es una fuente de estrés y un auténtico obstáculo hacia la felicidad.
Decir "no" sin oponerse
Ser capaz de decir "no" cuando lo que se piensa es "no", es restablecer la sinceridad de la relación con el otro. En un espíritu de respeto hacia uno mismo, hacia sus propios deseos y ganas, pero también por respeto hacia el otro, que no es percibido de entrada como alguien hostil.
Decir "no" serenamente es darse el derecho de existir plenamente, de sentirse más relajado y más feliz en general.
Sin embargo, decir "no" por principio puede ser también una falta de confianza en uno mismo, que empuja a la persona a ir contra el otro, más que en afirmarse "con", en una búsqueda de vivir juntos de manera equilibrada. Aprender a decir "no" es descubrir el sentido del compromiso, y no entrar en una lucha sistemática contra los interlocutores.
Por eso, puede que sea momento de aprender a decir "no" cuando la ocasión lo amerite. Y tú, ¿sueles decir lo que piensas?
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