jueves, 28 de agosto de 2014

Comer por ansiedad. ansiedad por comer

Este trabalenguas causa-efecto tiene bien merecido un pequeño análisis capaz de conducirnos a la mejora de aquellos comportamientos y hábitos alimentarios relacionados con un mal que afecta cada vez a más personas, y que en los últimos años ha despuntado, incidiendo de forma especial en la salud de nuestros menores, que pueden requerir en ocasiones de especialistas en el tratamiento contra la ansiedad infantil

Comer por ansiedad es un acto tradicionalmente asociado a personas adultas, sometidas a elevados niveles de estrés y sujetas a una dieta nutricionalmente deficiente. 

Ayunos, vigilias, comidas rápidas y mala selección de los alimentos ingeridos, pueden favorecer una situación de ansiedad intrínsecamente relacionada con los niveles del neurotransmisor cerebral capaz de regular el control del apetito: la serotonina

Bajas concentraciones de serotonina y glucosa, acompañados de sensación de hambre, pueden derivar en ataques de ansiedad con el consiguiente incremento de los niveles de adrenalina y la pérdida de autocontrol que nos conducirá a comer impulsivamente. 

A la serotonina se le atribuyen otras “placenteras” funciones radicalmente encontradas con los tradicionales problemas de ansiedad. Con efecto ansiolítico, antidepresivo y regulador de los ciclos del sueño, garantizar a través de la dieta unos niveles óptimos del neurotransmisor se torna indispensable para quienes abusan de copiosas cenas y buscan en las comidas entre horas un efecto calmante de su ansiedad, similar al que siente un fumador cuando enciende un cigarrillo tras varias horas de abstinencia. 

Promover la liberación de serotonina está directamente relacionado con la ingesta de alimentos ricos en triptófano, aminoácido esencial (sólo puede ser ingerido a través de la dieta) y precursor de la misma. Como componente de las proteínas, el triptófano se encuentra en concentraciones óptimas en huevos y carnes, aunque también podemos incorporarlo a través de la ingesta de legumbres (garbanzos), pipas de girasol y calabaza, frutos secos (nueces, cacahuetes…), semillas de sésamo, dátiles, chocolate y frutas como la piña o el plátano. Se requieren además, para el adecuado metabolismo del aminoácido, niveles adecuados de vitamina B6, presentes en innumerables alimentos.

COMER POR ANSIEDAD. ANSIEDAD POR COMER

Una conjunción adecuada de alimentos, unida al seguimiento de ciertas pautas alimentarias (comer sentado, en cantidad suficiente, y no saltarse ninguna comida) pueden como hemos visto, ayudar a reducir los niveles de ansiedad que nos conducirán a la pérdida de autocontrol y a la práctica de compulsos hábitos alimentarios. 

En menores, la ansiedad por comer, puede detectarse cuando observamos comportamientos impulsivos frente a la mesa que derivan en frases del tipo: “Este niño está roto”, “…es un saco sin fondo”, “¿donde lo echa….?”. El niño come muy rápido y quiere más (incluso antes de acabar el plato). En este tipo de compulsión por la comida pueden intervenir factores, desde biológicos o genéticos (disfunciones de los reguladores internos de la saciedad), hasta familiares y sociales (traumas, acoso escolar, fallecimientos, separaciones de los padres, etc.). 

La obesidad, fruto en ocasiones de este tipo de ansiedad, puede ser mal gestionada por los progenitores cuando se somete al menor a una regulación alimentaria extrema, mitificando aquellos alimentos prohibidos de los que seguramente se abuse en futuras situaciones de permisividad. Abordar el problema desde el punto de vista de la salud y no del sobrepeso, puede facilitar la labor, ayudando al menor a comprender aquellas otras opciones saludables, que complementadas con pautas saludables como la práctica de deportes o la elaboración de sus propias recetas, mejoren significativamente el comportamiento frente a la comida.

http://es.paperblog.com/comer-por-ansiedad-ansiedad-por-comer-2773013/

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