Jonathan Latham
Por formación, soy un biólogo de las plantas. A principios de 1990, mi ocupación consistía en la investigación de las plantas modificadas genéticamente (a menudo denominadas OGM, organismos modificados genéticamente, [ o transgénicos, simplemente]), como parte de mi trabajo de doctorado. Lo que hacíamos era colocar en las plantas ADN de otras especies diferentes, como de virus y bacterias.
Al principio no me preocupé demasiado por los posibles efectos de las plantas transgénicas en la salud humana y el medio ambiente. Una de las razones de mi despreocupación era que todavía estaba en período de formación, y viendo como muy complejo el mundo de la Biología y de la investigación científica. Otra razón es que nunca nos imaginamos que los transgénicos, como los que nosotros desarrollábamos, pudiesen son cultivados o consumidos. En lo que a mí respecta, todos los transgénicos sólo tienen sentido para fines de investigación.
Sin embargo, poco a poco, se hizo evidente que algunas empresas tenían una forma de pensar totalmente diferente. Algunos de mis colegas también compartían mi escepticismo sobre los intereses comerciales que estaban muy por delante de los conocimientos científicos. He escuchado atentamente y no lo niego. Hoy en día, más de veinte años después, los cultivos transgénicos se cultivan comercialmente en numerosas partes del mundo: maíz, soja, papaya, algodón y canola (colza transgénica).
Dependiendo del país en el que uno viva, los transgénicos pueden estar presentes y ser abundantes en la dieta, sin saberlo. Los alimentos procesados ( por ejemplo, patatas fritas, cereales para el desayuno, refrescos) es probable que contengan ingredientes transgénicos, ya que a menudo se fabrican a partir de maíz y sojas transgénicos. La mayoría de los cultivos agrícolas, sin embargo, siguen siendo no transgénicos, entre los que se encuentran el arroz, el trigo, la cebada, la avena, los tomates, las uvas y las judías verdes.
Para los consumidores de carne, la ingestión de transgénicos es diferente. No hay animales transgénicos en la ganadería ( aunque el salmón transgénico está esperando su aprobación por parte de la FDA desde 1993). Sin embargo, los animales de las granjas industriales, o de las piscifactorías, lo más probable es que se alimenten de maíz y soja transgénicos. En estos casos, determinar el potencial de impacto en la salud es un asunto complicado [En Europa está permitida la alimentación de los animales con productos con ingredientes transgénicos]
Ahora, siendo un científico con mucha más experiencia, creo que los cultivos transgénicos siguen comercializándose sin tener en cuenta la escasa comprensión que todavía tenemos sobre los riesgos. En líneas generales, las razones de esta creencia son muy simples: me he dado cuenta de la complejidad de los organismos biológicos y su capacidad para producir beneficios y daños. Como científico me he vuelto más humilde sobre la capacidad de la Ciencia para no hacer algo más que arañar la superficie en la comprensión de la profunda complejidad y diversidad del mundo natural. Ya sé que puede parecer un estereotipo, pero progresivamente somos más conscientes de que cada vez entendemos menos.
Un defectuoso proceso de evaluación de los riesgos de los transgénicos
Algunas de mis preocupaciones sobre los transgénicos no son solamente de carácter práctico. He leído numerosos documentos de evaluación de riesgos de los transgénicos. Estos son los documentos en los que confían los Gobiernos para probar su seguridad. Aunque estos documentos son muy extensos y bastante complejos, su longitud puede llevar a engaño, ya que generalmente las preguntas y las respuestas son triviales. Además, los experimentos descritos en ellos son muy a menudo deficientes y ejecutados de una forma descuidada. Lo más común es que no existan controles científicos, los procedimientos y reactivos están mal descritos, y los resultados son ambiguos o no interpretables. No creo que esa ambigüedad y aparente incompetencia sea algo accidental. Es muy común, por ejemplo entre las Empresas multinacionales, cuyos laboratorios tienen equipos de última generación, utilizar metodologías obsoletas. Cuando los resultados muestran lo que quieren los solicitantes, no se dice nada. Pero cuando los resultados no son convenientes, se levantas banderas rojas y se culpa a las limitaciones del anticuado método. Esta lógica a prueba de balas, en la que los solicitantes afirman que un producto es seguro aunque los datos demuestren lo contrario, o de lo mal que se lleve a cabo el experimento, es un comportamiento ya rutinario en la evaluación de riesgos de los transgénicos.
Para cualquier investigador honesto, la lectura de todos estos documentos de evaluación le plantean profundas e inquietantes preguntas: sobre la fiabilidad de los solicitantes, pero también de los organismos reguladores. No son capaces de aprobar un sistema funcional normativo capaz de proteger a la gente.
Los peligros de los transgénicos
Aparte de las serias dudas sobre la calidad e integridad de las evaluaciones de riesgo, también tengo preocupaciones específicas basadas en la Ciencia sobre los transgénicos. Algo hincapié en ello, porque considero que son importantes y no suelen aparecer en las listas que los críticos de los transgénicos suelen elaborar.
Muchas plantas transgénicas están diseñadas para contener sus propios insecticidas. Estos organismos modificados genéticamente, entre los que se incluyen el maíz, el algodón y la soja, se denominan plantas Bt. Las plantas Bt reciben su nombre porque incorporan un transgén que produce una toxina a base de proteínas ( denominada toxina Cry) de la bacteria Bacillus thuringiensis. Muchos cultivos Bt tienen rasgos apilados, es decir, que presentan una multiplicidad de toxinas Cry. Sus fabricantes creen que cada una de estas toxinas Bt afecta a un insecto específico y que son seguras. Sin embargo, creo que hay razones para dudar de la seguridad y de su especificidad. Una de las preocupaciones es que Bacillus thuringiensisapenas se puede distinguir de la bacteria del ántrax (Bacillus anthracis) (1). Otra razón, es que los insecticidas Bt comparten similitudes estructurales con la ricina. La ricina es una famosa y peligrosa toxina vegetal; una pequeña cantidad de esta toxina se empleó para asesinar al escritor búlgaro disidente Georgi Markov en 1978. Un tercer motivo de preocupación es que no se entiende muy bien cómo actúan las proteínas Bt (Vachon et al., 2002); sin embargo, en la Ciencia, es un axioma que una evaluación de riesgos efectiva requiera de una clara comprensión de los mecanismos de acción de cualquier transgén. Es algo necesario para que se puedan diseñar experimentos apropiados que afirmen o refuten la seguridad. Estas señales de alerta son doblemente preocupantes, porque algunas proteínas Cry se sabe que son tóxicas para las células humanas aisladas (Mizuki et al., 199). Sin embargo, están presentes en nuestros cultivos alimentarios.
Otra preocupación sigue siendo la resistencia de los transgénicos a los herbicidas. Esta resistencia incita a que los agricultores pulvericen mayores cantidades de herbicidas, y muchos lo hacen. Como una reciente investigación mostró, la soja comercial contiene habitualmente cantidades del herbicida Roundup (glifosato) que su fabricante, Monsanto, describió una vez como “extremo” (Bohn et al., 2014).
El glifosato ha sido noticia recientemente porque la Organización Mundial de la Salud ya no lo considera como una sustancia relativamente inofensiva, pero hay otros herbicidas utilizados en los cultivos transgénicos que también son motivo de preocupación. El herbicida glufosinato (fosfinotricina, fabricado porBayer) mata a las plantas al inhibir una importante enzima, la glutamina sintetasa. Como consecuencia, el glufosinato es tóxico para la mayoría de los organismos. El glufosinato es también una neurotoxina para los mamíferos y no se degrada fácilmente en el medio ambiente (Lantz et al., 2014). El glufosinato sería un herbicida, pero sólo de nombre.
Por lo tanto, incluso en la agricultura convencional, el uso de glufosinato es peligroso, pero con las plantas transgénicas la situación es todavía peor. Cuando el glufosinato se pulveriza sobre los cultivos transgénicos, su degradación está bloqueada por el transgén, que ligeramente lo modifica químicamente. Esta es la razón por la que las plantas transgénicas son resistentes a él. Pero la otra consecuencia es que usted ingiere glufosinato resistente al maíz o colza transgénicos, incluso semanas o meses más tarde, aunque ligeramente modificado, porque es probable que todavía no se haya degradado (Droge et al., 1992). Sin embargo, aunque el riesgo para la salud es mucho mayor con los cultivos transgénicos, estas implicaciones son ignoradas en las evaluaciones de riesgo de los transgénicos tolerantes al glufosinato.
Una razón más para preocuparse por los transgénicos es que la mayoría de ellos tienen una secuencia viral denominada promotor del virus del mosaico de la coliflor (CaMV) ( o que contiene un promotor similar al virus del mosaico de esta escrofularia (FMV)). Hace dos años, la Agencia de Seguridad de los transgénicos de la Unión Europea (EFSA) descubrió que se había asumido de forma errónea que tanto el promotor CaMV como el promotor FMV no codificaban proteínas. De hecho, los dos promotores codifican una gran gran parte de una pequeña proteína viral multifuncional que interfiere en la expresión normal del gen y también silencia defensas esenciales de las planta contra los patógenos. La EFSA trató de ocultar su descubrimiento. Desafortunadamente, vimos sus hallazgos en una poco conocida revista científica. Esto obligó a la EFSA y a otros reguladores a explicar por qué habían pasado por alto la probabilidad de que los consumidores ingiriesen una proteína viral no probada.
Esta lista de preocupaciones científicas significativas sobre los transgénicos no es de ninguna manera exhaustiva. Por ejemplo, los nuevos transgénicos que están llegando al mercado, tales como los que utilizan los ARN de doble cadena (ARNds) tienen el potencial incluso de suponer mayores riesgos (Lathan y Wilson, 2015).
El verdadero propósito de los transgénicos
Pero la Ciencia no es la única base para criticar a los transgénicos. El objetivo de la comercialización de los transgénicos no es para alimentar al mundo o mejorar la agricultura. No. Más bien es para hacer uso de un derecho de propiedad intelectual ( es decir, los derechos de patente) sobre las semillas y los cultivos de las plantas e impulsar un tipo de agricultura que sólo beneficia a la Agroindustria. Esto se produce a expensas de los agricultores, los consumidores y el mundo natural. Los agricultores de Estados Unidos, por ejemplo, han visto aumentar el precio de las semillas casi el cuádruple y las opciones de que disponen son ahora más limitadas desde la introducción de los cultivos transgénicos. La lucha contra los transgénicos no es de menor importancia: es algo que nos afecta a todos.
Sin embargo, las preocupaciones científicas específicas son cruciales para el debate. Salí del ámbito científico porque me parecía imposible investigar sin hacerlo desde fuera, pero también porque debía presentar razones para apoyar el escepticismo de algunas personas, que como financiadores de las investigaciones, creí que tenían derecho a conocer.
La crítica de la Ciencia y la Tecnología sigue siendo algo muy difícil. A pesar de que muchos investigadores se benefician de los recursos y de un buen salario, no son muchos los escépticos en estos ámbitos. Esta es una de las razones por las que los riesgos de los transgénicos han sido ocultados, aunque siga creciendo las preocupaciones por parte del público. Hasta que no se rectifique el daño que se está haciendo a la ciencia, tanto el público como los científicos tienen el derecho a dudar de que los transgénicos no debieran de haber abandonado el terreno de los laboratorios.
(Una versión anterior de este artículo apareció en: hhtp://nutritionstudies.org)
(1) Dos referencias sobre el tema del ántrax ( agregadas el 2 de septiembre): Helgason, E., OA Økstad, DA Caugant, HA Johansen, A. Fouet, M. Mock, I. Hegna y A.-B.Kolstø. 2000. Bacillus anthracis, Bacillus cereus y Bacillus thuringiensis, una especie en la base de las pruebas genéticas. Appl. Environ. Microbiol. 66: 2627 a 2630.
Y
Adelaida M. Gaviria Rivera, Per Einar Granum, Fergus G. Priest. 2000. Common occurrence of enterotoxin genes and enterotoxicity in Bacillus thuringiensis. FEMS Microbiology Letters 190 (2000) 151-155;http://dx.doi.org/10.1111/j.1574-6968.2000.tb09278.x
Referencias:
Bøhn, T, Cuhra, M, Traavik, T, Sanden, M, Fagan, J and Primicerio, R (2014) Compositional differences in soybeans on the market: Glyphosate accumulates in Roundup Ready GM soybeans. Food Chemistry 153: 207-215.
Droge W, Broer I, and Puhler A. (1992) Transgenic plants containing the phosphinothricin-N-acetyltransferase gene metabolize the herbicide L-phosphinothricin (glufosinate) differently from untransformed plants. Planta 187: 142-151.
Lantz S et al., (2014) Glufosinate binds N-methyl-D-aspartate receptors and increases neuronal network activity in vitro. Neurotoxicology 45: 38-47.
Latham JR and Wilson AK (2015) Off - target Effects of Plant Transgenic RNAi: Three Mechanisms Lead to Distinct Toxicological and Environmental Hazards.
Mizuki, E, Et Al., (1999) Unique activity associated with non-insecticidal Bacillus thuringiensis parasporal inclusions: in vitro cell- killing action on human cancer cells. J. Appl. Microbiol. 86: 477–486.
Vachon V, Laprade R, Schwartz JL (2012) Current models of the mode of action of Bacillus thuringiensis insecticidal crystal proteins: a critical review. Journal of Invertebrate Pathology 111: 1–12.
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Traducción : Noticias de abajo
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