Las prisas asociadas a nuestro ritmo de vida nos impiden, en ocasiones, comer de forma correcta y realizar deporte. Estas rutinas pueden hacer que nuestras defensas bajen y nuestra salud se vea perjudicada.
Si eres fumador, lo mejor que puedes hacer por tu salud es dejarlo.
Sin embargo, comer de manera equilibrada, tener un estilo de vida saludable y practicar, al menos, 30 minutos de ejercicios simples cada día pueden mejorar de forma considerable nuestra salud y hacer que enfermemos de forma más ocasional.
Un equipo especializado en entrenamiento personal de Sport Zone nos explica cómo conseguirlo:
Grasas sí, las adecuadas: Se tiende a pensar que todas las grasas son malas para nuestro organismo, pero nada más lejos de la realidad. Las grasas aportan energía, sólo tenemos que primar las insaturadas y poliinsaturadas sobre las saturadas o grasas trans, que debemos evitar.
Más proteínas y menos carbohidratos: Una dieta equilibrada garantiza que los nutrientes adecuados lleguen a la médula ósea, lugar en el que se producen los glóbulos blancos y las proteínas, que ayudan a generar estos importantes defensores de nuestro sistema inmunológico.
Por su parte, los carbohidratos también resultan esenciales, ya que aportan energía, pero en exceso pueden reducir los linfocitos y provocar respuestas inmunes más bajas.
Incorpora antioxidantes: El ajo, las almendras, la col, los arándanos y frambuesas, el yogur o el té verde son alimentos de estimulación inmunológica. Introducir otros alimentos antioxidantes también mejorará las defensas de nuestro organismo.
Observa tu nivel de vitaminas: Las vitaminas A, C, D y E son fundamentales para el sistema inmunológico. Asegúrate de mantenerlas en niveles óptimos y de consumir suficiente zinc y cobre, ya que su ausencia puede provocar una bajada importante de nuestras defensas.
Practica ejercicio con regularidad: Hacer ejercicio mejora la salud cardiovascular y reduce la probabilidad de contraer enfermedades crónicas.
El ejercicio aumenta el flujo sanguíneo e incrementa la excreción del cuerpo de metabolitos dañinos, lo que ayuda a que el sistema inmunológico funcione correctamente.
Los niños y adolescentes deben practicar al menos 60 minutos de ejercicio al día, los adultos entre 18 y 64, 150 horas semanales y los mayores de 65, al menos 150 minutos de ejercicio moderado, también de forma semanal.
Mens sana in corpore sano: Aunque pocas veces prestamos atención a este aspecto, practicar ejercicio físico no solo mejora nuestro estado físico, sino también el anímico.
El yoga, el pilates o cualquier otro deporte con el que disfrutemos, pueden ayudarnos a generar endorfinas, un potenciador natural de las defensas.
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Deja de fumar: Daña prácticamente todos los órganos del cuerpo, el sistema inmunológico y aumenta la probabilidad de un accidente cerebrovascular, ataque al corazón y cáncer de pulmón.
El deporte puede ayudarte a liberar la ansiedad que genera el abandonar este mal hábito.
Por tu salud, no olvides añadir grasas a tu plato.
Bebe agua: Aporta energía a los músculos, mejora la función intestinal y equilibra los niveles de líquido de tu cuerpo. Debes beber unos 8 vasos de agua al día.
Duerme entre 6 y 8 horas al día: Tan malo es el sedentarismo como no dormir lo suficiente. El descanso mejora el estado de ánimo y por tanto, los niveles de energía, además de evitar accidentes cerebrovasculares.
Controla el estrés: No es solo una emoción, tiene repercusiones físicas. De hecho, si es crónico puede afectar negativamente a tu sistema inmunológico y, además, tensar los recursos del organismo, lo que puede disminuir la función de tu sistema inmunológico.
Por Monica De Haro | Salud y bienestar – jue, 9 abr 2015
https://es.tendencias.yahoo.com/blogs/salud-y-bienestar/10-peque%C3%B1os-cambios-en-tu-rutina-diaria-que-mejoraran-tu-vida-215950270.html#more-id
Comentario: La hipótesis número 3 parece ser la que más se acerca a explicar esta relación como ya lo han analizado en otras ocasiones:
Al parecer la relación parece tener que ver con un círculo de retroalimentación en el que, la inflamación crónica (provocada por estrés emocional o físico - es decir, por la alimentación que llevamos, las toxinas a las que nos exponemos, etc.) promueve condiciones psicológicas como la depresión, trastornos del humor e incluso enfermedades mentales más graves.