martes, 16 de julio de 2019

El Adoctrinamiento y la Educación que rompe moldes #CartasaElla

En esta ocasión he seleccionado un texto del proyecto #CartasaElla, del que estoy dando cuenta en las últimas semanas, referido a la educación, el adoctrinamiento y la necesidad de buscar la identidad personal con libertad.

 Ya sabéis que escribe en primera persona un abuelo a su nieta Ella.

Querida nieta,

Hoy quiero escribirte sobre la educación, la que es y la que debería ser. Existe una pérdida de sensibilidad moral en la sociedad contemporánea y algunos nos sentimos solos y extraños ante los riesgos y distorsiones que padece un mundo como el nuestro más de consumidores y espectadores que de ciudadanos, de personas.

Desde hace unas décadas puedes observar la emergencia de un poder aparentemente descentralizado, que simula no gobernar nuestras vidas cuando en realidad las somete a lógica implacable del consumo. 

Ha habido escritores, como el sociólogo contemporáneo Zygmunt Bauman, que pensaron que esta modalidad es más amenazadora que otras manifestaciones históricas del mal, precisamente porque se presenta dispersa y apenas visible.





El poder blando de este demonio seduce a los individuos con la idea de que ejercemos nuestra libertad ahí donde nos limitamos a responder a los automatismos de la ley de la oferta y la demanda.

Y es más preocupante porque a diferencia de los totalitarismos -el nazi y posteriormente el soviético- que marcaron con sus señas de sufrimiento el siglo XX, la delicadeza de esa monstruosidad no los controla directamente dado que somos nosotros mismos los propios sujetos quienes, entregados a un exhibicionismo permanente, avisamos al Gran Hermano de nuestros gustos personales, valores e ideas a través de las herramientas de comunicación y las llamadas redes sociales.

Gerentes de nosotros mismos en el inagotable expositor de mercancías de la sociedad-red, asumimos que hemos de ser atractivos, ingeniosos, flexibles e ir «de buen rollo». Si por casualidad alguno siente una incómoda sensación al quedar expuesto, debe hacérselo mirar, pues lo que dicta el signo de los tiempos es proclamar que se vive a tope en un mundo feliz.

Y es que este mal difuso, Ella, hace recaer la culpa en los individuos. La dictadura blanda del consumo culpa a la persona y a su singularidad y promueve su reinserción exigiéndole que busque soluciones a sus problemas de manera individual, aislada, con lo que los asuntos sociales que enloquecen al individuo quedan así enmarcados en el recoleto espacio de nosotros mismos.

Si el problema no es la sociedad que eres tú, está justificada la guerra de todos contra todos y el sálvese quién pueda, una nueva barbarie mucho más difícil de ver. Y otro problema es que el intento de entender lo que sucede, si es que alguien puede hacerlo con la amplitud de miras y profundidad que merece el caso, el encuentro con las verdades, puede resultar descorazonador y animar a la huida, promover el miedo que lleva a la parálisis y la derrota.

Uno de los males generalizados de nuestro tiempo es el adoctrinamiento, la propaganda. Siempre parece haber alguien o algo, algún ente, interesado en manipularnos, en decirnos cómo tenemos que pensar y actuar. 

Y siempre suele haber un interés concreto detrás. ¿Qué entendemos por adoctrinar, Ella? Pues la negación del pensamiento crítico, cuando se difunden conocimientos de manera dogmática y se impide poner en duda lo que se transmite como una verdad.

El adoctrinamiento es enemigo del diálogo, impide la discrepancia sana y auténtica. La prédica de la competencia brutal en una escuela sería adoctrinamiento neoliberal.

 Yo no sé Ella si esto es así en las escuelas hoy pero sí veo que en los colegios a los niños se les va dirigiendo hacia la idea de que lo que hay que hacer en la vida es estar muy bien preparado para competir en el futuro en el llamado mercado de trabajo.

Pienso Ella que no se trata de adaptar al educado a la sociedad tal cual sino de intentar prepararlo para tener una visión crítica del entorno en el que vive y se desarrolla, por lo general hostil, para que sea capaz de transformarlo, de aportar cosas buenas y realizarse como persona.

No niego cariño que es muy importante trabajar, el trabajo, desarrollar tus habilidades para ganarte la vida, pero en ese camino de casi obsesión por la competencia desde la infancia nos olvidamos de dos cosas: la primera y más importante, aprender a ser nosotros mismos, a ser libres y disfrutar de la realización personal; sí desde niños ¿por qué no, puede haber algo más destacado que hacer?

Lo segundo es que enfrente de la competencia está la cooperación y aunque pueda parecer lo contrario esta es la que ha hecho avanzar a las sociedades humanas.





 En ocasiones, lo que existe, más que el adoctrinamiento, es la simplificación de mensajes o la falta de suficiente sentido crítico, porque en la sociedad que rodea la escuela la simplificación del pensamiento es una tendencia mayoritaria.

Y es normal que esto llegue a los colegios. Éstos no pueden mantenerse al margen de los conflictos de su tiempo. Todo está conectado. Las escuelas no deben ser castillos o fortalezas, búnkeres en los que no penetra nada del exterior. 

Es inevitable que entren las preocupaciones, pero al igual que en un hospital, que tiene unas normas de higiene, en la escuela hay principios pedagógicos que nos aconsejan preservar a los niños y niñas de la alienación, de la agresividad o de la simplificación.

Para fomentar el pensamiento crítico en las escuelas hay que practicarlo. Sólo puedes avanzar si te estás permanentemente preguntando si lo que haces está bien.

Una educación crítica, que no adoctrine, es sobre todo un ejercicio de humildad, de consciencia de los propios límites, que abre un espacio para escuchar al otro y replantearse las propias creencias; es enseñar a argumentar y a dar al otro la oportunidad de expresar sus argumentos. 

Porque las personas son siempre respetables en su dignidad humana no cabe el insulto ni la descalificación personal de quien habla, mientras que las opiniones han de ganarse la respetabilidad con la argumentación.

Por el contrario, como argumenta Ramón Sánchez Ramón, catedrático de Filosofía:

La condición necesaria del adoctrinamiento es cerrar la posibilidad de la duda, negar la libertad de pensamiento y sustituir la argumentación y el diálogo por la confianza en quien adoctrina, sustituir el pensamiento propio por la feemocionada.

El adoctrinado renuncia a pensar por su cuenta, renuncia a su condición humana y sustituye la razón por la literalidad de la doctrina y la fe en razón del origen».

El trabajo de un profesor, Ella, consiste en enseñar, ayudar a los niños a que piensen de manera crítica y a que desarrollen su identidad, el sentido de quiénes son.

Con todo mi cariño,

tu abuelo.

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