martes, 6 de agosto de 2019

Los Peligros de la Autoestima Excesiva

La autoestima también tiene su lado oscuro. Aparece cuando la autoapreciación roza el narcisismo y la persona solo se ve a sí misma en el mundo. 

El amor propio para ser saludable requiere también de un ajustado equilibrio donde no caer en la falta ni en el exceso.

La autoestima excesiva no es positiva ni saludable. Ese exceso de confianza en uno mismo, así como la hipervaloración del ego deriva muy a menudo en conductas y actitudes muy problemáticas. 

Un ejemplo de ello lo vemos en esas personas que avanzan por la vida con aire de superioridad, negándose a asumir sus propios errores y perfilando a su vez la sombra de un evidente narcisismo.

Sabemos que el tema de la autoestima es sin duda uno de los preferidos dentro del campo del crecimiento personal.

Cada año salen al mercado editorial numerosas publicaciones orientadas a enseñarnos cómo fortalecer este músculo psicológico tan básico para nuestro bienestar. Sin embargo, algo en lo que no siempre se incide es en ese reverso algo más oscuro de esta dimensión.




Por ejemplo, algo que debemos tener claro es que el antídoto para una autoestima baja no es ni mucho menos una autoestima alta. Todo exceso es peligroso y perjudicial. Así, no porque nos falte algo debemos cubrirlo en elevadas cantidades, porque entonces, lejos de solucionar algo, estaremos dando forma a un nuevo problema.

Es importante clarificar por tanto qué entendemos por autoestima saludable. Vivimos una época donde además, es común que nos vendan la necesidad de potenciar al máximo áreas como el liderazgo, el amor propio, la autoeficacia o la confianza en uno mismo.

Pero debemos tener claro que el ‘cuanto más mejor’ no siempre es positivo ni adecuado. Veamos por tanto dónde está el límite del auténtico bienestar.

«Ten fe en lo que existe allí adentro».

-André Gide-

¿Cómo es la persona con autoestima excesiva?

Uno de los libros más interesantes del psicólogo social Albert Bandura es sin duda Autoeficacia, cómo afrontamos los cambios en la sociedad actual. 

Algo que nos deja claro en este trabajo es que aspectos como la eficacia percibida y la autoestima son dos factores clave para sortear las dificultades y alcanzar nuestra realización en cada uno de nuestros escenarios.

Ahora bien, entre las dinámicas más perjudiciales y que imposibilitan al ser humano no solo alcanzar sus metas, sino también la felicidad, está la baja autoestima y la autoestima excesiva. Tan negativa es una como la otra. Conozcamos cómo es la persona con una autoestima inflada o excesiva.

La alta autoestima y un mundo sin límites




Hay un aspecto que se señala con frecuencia desde el campo de la psicología infantil. Nuestros niños deben entender de manera temprana que el mundo tiene límites, que existen normas y que no siempre obtenemos lo que deseamos. Tolerar la frustración es una asignatura troncal en la vida y no hacerlo, puede llevarnos sin duda a más de un problema.

Son muchos los niños y jóvenes a los que se les educa en la idea de que pueden tener lo que desean. Son pequeños emperadores que se sienten dignos y con la autoridad suficiente para hacer, conseguir y tener todo lo que desean. Educarles para que dispongan de esa autoestima tan reluciente, inflada y sobredimensionada, les aboca a ejecutar un comportamiento egocéntrico, abusivo, arrogante y de nulo control de los impulsos.

La alta autoestima y sus peligros suele tener su origen en la educación.
La autoestima excesiva no nos conduce al éxito o la felicidad

Más allá de lo que podamos pensar, tener una reserva de autoestima al 200% no hará que nuestro motor nos lleve a la cumbre del éxito. Al contrario:

La alta autoestima hace que estas personas piensen que muchos de los proyectos, tareas o trabajos que se le proponen están por debajo de su valías. Ese orgullo hace que acaben perdiendo muchas oportunidades.
Su arrogancia, la idea de que son merecedores de todo lo que deseen, crea grandes distancias con su entorno social. Su ego acusado crea gran incomodidad.
Son ciegos ante sus propios errores y no aprenden de ellos. Si fracasan en algo la culpa es de los demás, nunca de uno mismo.
A nivel relacional suelen actuar o bien como abusadores o bien, como esos narcisistas incapaces de ver más perspectivas que la propia. Algo así genera serios problemas a nivel afectivo, laboral, de amistad, etc.

Autoestima inflada y delincuencia

Durante mucho tiempo se asociaba la conducta delictiva con la baja autoestima. Ahora bien, en los últimos años se ha demostrado que también la autoestima excesiva se correlaciona con los actos violentos. 

Tal y como nos explica un estudio del doctor Robert Roy F. Baumeister, de la Universidad de Princeton, la superioridad del yo es un factor decisivo en muchos actos criminales. 

Son muchos los perfiles delictivos que se caracterizan por esa tríada oscura donde el narcisismo, el maquiavelismo y la psicopatía, van de la mano de esa autoestima alta que justifica y da por válido su comportamiento adverso. 

Son personas con un sentido de uno mismo sobredimensionado y con la conciencia de que pueden tener todo aquello que deseen. Los medios para lograrlo no tienen importancia.




Como podemos ver, el reverso de la autoestima esconde cierta oscuridad y una peligrosidad a tener en cuenta. Queda claro que la autoestima baja tiene sus riesgos, igual que lo hace el otro extremo. La clave está en alcanzar ese equilibrio perfecto donde trabajar un saludable aprecio por nosotros mismos, donde quepa, por supuesto, el respeto ajeno.

Autoestima es al fin al cabo el arte del autocuidado, nunca del exceso insalubre que deriva en narcisismo.

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