Tras el estudio, los científicos concluyeron que los niños que sufren autismo padecen además trastornos en los intestinos causados por una bacteria, que puede ser detectada gracias a un análisis de orina. Este descubrimiento implica que un intenso tratamiento centrado en la conducta social del paciente podría comenzar antes de que la enfermedad le cause un daño psicológico permanente.
El autor del estudio, Jeremy Nicholson, explicó que los niños autistas tienen una bacteria en los intestinos que puede detectarse antes de que aparezcan los primeros síntomas de la enfermedad. Una de cada cien personas en el mundo sufre autismo, lo que significa que en el Reino Unido hay más de 500.000 personas con esta enfermedad, que se manifiesta con trastornos que van desde leves problemas para interactuar socialmente hasta graves dificultades de comportamiento como no hablar.
En la actualidad, el grado de autismo se valoraba a partir de pruebas que exploraban la integración social, la capacidad de comunicación y las aptitudes imaginativas del individuo.
Una intervención a tiempo puede mejorar notablemente el progreso de los niños con autismo, aunque es complicado establecer un diagnóstico firme antes de que el niño empiece a hablar. Sin embargo, un análisis de orina que detecta esa bacteria y los procesos digestivos puede servir para distinguir en un primer momento entre niños que pueden llegar a desarrollar autismo y los que no.
El equipo científico que ha llevado a cabo esta investigación considera que la relación entre la bacteria intestinal y las dificultades en el aprendizaje puede abrir el camino a tratamientos probióticos contra el autismo.
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