Hace 25 años se realizó la primera cirugía de estimulación cerebral profunda. Fue llevada a cabo por Alim-Louis Benabid para tratar a un enfermo de Párkinson. Hasta entonces, la cirugía consistía en provocar una lesión en el tálamo, lo cual tenía sus ventajas pero también sus inconvenientes, en especial que era irreversible y que tenía sus limitaciones.
De ahí que se decidiera probar la estimulación eléctrica del cerebro mediante la instalación de un electrodo conectado con un cable bajo la piel a una batería. La intervención fue todo un éxito y las ventajas muy superiores al abordaje quirúrgico que se utilizaba hasta entonces.
El riesgo es mucho menor en la estimulación, además de que es un proceso reversible y que se puede ajustar. Otros beneficios de esta intervención es el gran número de aplicaciones que tiene. Además de para tratar el Párkinson, se ha demostrado muy eficaz para las distonías, el temblor esencial, epilepsia el trastorno obsesivo compulsivo y un gran número de trastornos del movimiento.
Esta lista de aplicaciones sigue creciendo tanto a la hora de tratar trastornos motores como psiquiátricos. La depresión o la anorexia son algunos de los últimos trastornos que se han unido a esta lista.
Lo que se consigue al aplicar la electricidad directamente al cerebro es que se bloquee a las neuronas que provocan los movimientos indeseados que se producen de forma involuntaria.
Hay que tener en cuenta que esta técnica no cura la enfermedad ni frena su avance, pero sí que obtiene una notable mejora de la calidad de vida. Los síntomas no motores provocados por la pérdida de neuronas siguen estando presentes.
No todos lo pacientes son aptos para esta intervención. De hecho, se hace una cuidadosa selección del paciente por parte del neurólogo. De esta selección, la correcta colocación de los electrodos y el seguimiento postoperatorio depende el éxito de la operación. Para que el paciente sea apto para pasar por quirófano debe responder bien a la medicación, no presentar otras enfermedad ni deterioro cognitivo.
A la hora de recurrir a la cirugía en enfermos de Párkinson, se opta, sobre todo, por aquellos que están en una fase inicial. De media, se suele efectuar la operación a personas a los 12 años del diagnóstico de la enfermedad. Es importante realizar la intervención lo antes posible, ya que los beneficios se reducen cada año que transcurre.
Como toda operación tiene su riesgo, que en este caso viene dado por la posibilidad de hemorragia cerebral. Sin embargo, la técnica se ha ido depurando de tal manera que esto sucede tan sólo en un 0,5% de los casos.
Sin duda, esta estimulación cerebral es una gran alternativa para muchos enfermos, ya que les permitirá mejorar ostensiblemente su calidad de vida. La esperanza ahora es que en los próximos años se pueda mejorar también el deterioro cognitivo mediante la estimulación eléctrica.
Fuente: http://www.cosasdesalud.es/estimulacion-cerebral-para-tratar-el-parkinson-y-otras-enfermedades/
De ahí que se decidiera probar la estimulación eléctrica del cerebro mediante la instalación de un electrodo conectado con un cable bajo la piel a una batería. La intervención fue todo un éxito y las ventajas muy superiores al abordaje quirúrgico que se utilizaba hasta entonces.
El riesgo es mucho menor en la estimulación, además de que es un proceso reversible y que se puede ajustar. Otros beneficios de esta intervención es el gran número de aplicaciones que tiene. Además de para tratar el Párkinson, se ha demostrado muy eficaz para las distonías, el temblor esencial, epilepsia el trastorno obsesivo compulsivo y un gran número de trastornos del movimiento.
Esta lista de aplicaciones sigue creciendo tanto a la hora de tratar trastornos motores como psiquiátricos. La depresión o la anorexia son algunos de los últimos trastornos que se han unido a esta lista.
Lo que se consigue al aplicar la electricidad directamente al cerebro es que se bloquee a las neuronas que provocan los movimientos indeseados que se producen de forma involuntaria.
Hay que tener en cuenta que esta técnica no cura la enfermedad ni frena su avance, pero sí que obtiene una notable mejora de la calidad de vida. Los síntomas no motores provocados por la pérdida de neuronas siguen estando presentes.
No todos lo pacientes son aptos para esta intervención. De hecho, se hace una cuidadosa selección del paciente por parte del neurólogo. De esta selección, la correcta colocación de los electrodos y el seguimiento postoperatorio depende el éxito de la operación. Para que el paciente sea apto para pasar por quirófano debe responder bien a la medicación, no presentar otras enfermedad ni deterioro cognitivo.
A la hora de recurrir a la cirugía en enfermos de Párkinson, se opta, sobre todo, por aquellos que están en una fase inicial. De media, se suele efectuar la operación a personas a los 12 años del diagnóstico de la enfermedad. Es importante realizar la intervención lo antes posible, ya que los beneficios se reducen cada año que transcurre.
Como toda operación tiene su riesgo, que en este caso viene dado por la posibilidad de hemorragia cerebral. Sin embargo, la técnica se ha ido depurando de tal manera que esto sucede tan sólo en un 0,5% de los casos.
Sin duda, esta estimulación cerebral es una gran alternativa para muchos enfermos, ya que les permitirá mejorar ostensiblemente su calidad de vida. La esperanza ahora es que en los próximos años se pueda mejorar también el deterioro cognitivo mediante la estimulación eléctrica.
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