Forman parte de los alimentos funcionales y, aunque existen numerosos estudios sobre sus efectos, los únicos beneficios demostrados científicamente se hallan en la estabilización de la flora intestinal en casos de diarrea y estreñimiento y en la mejora del sistema inmune.
Cerca del 80 por ciento de las bacterias que habitan en el intestino resultan beneficiosas para la salud y todas ellas, además, podrían recubrir la superficie de un campo de tenis.
Las funciones que ejercen sobre el organismo resultan imprescindibles para poder vivir, pero el ritmo de vida actual y las dietas desequilibradas van, poco a poco, destruyéndolas y mermando la calidad de la flora intestinal, lo que se traduce en un mayor riesgo de padecer ciertas enfermedades e interferir en la absorción de vitaminas y minerales.
Para contribuir, en la medida de lo posible, a mantener en plena forma al sistema digestivo surgen los probióticos, unos microorganismos vivos del género bifidobacterium y lactobacillus o bacterias acidolácticas que forman parte de la flora gastrointestinal y ejercen un efecto positivo en el organismo.
Para la doctora Ascensión Marcos, directora del Grupo de Inmunonutrición del departamento de Metabolismo y Nutrición del Instituto del Frío del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), «resultan muy útiles para proteger el sistema inmunológico y el tracto gastrointestinal».
Para la doctora Ascensión Marcos, directora del Grupo de Inmunonutrición del departamento de Metabolismo y Nutrición del Instituto del Frío del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), «resultan muy útiles para proteger el sistema inmunológico y el tracto gastrointestinal».
Más que un alimento
Los probióticos se incluyen dentro de los alimentos funcionales porque gracias a los componentes que poseen ejercen efectos beneficiosos sobre la salud, más allá del aspecto nutricional. En los últimos años se ha desatado el consumo de estos productos, lo que ha propiciado que hayan surgido numerosos estudios científicos alabando sus efectos. Sin embargo, el doctor José Carlos Erdozain, jefe de la Sección de Aparato Digestivo del Hospital Infanta Sofía de Madrid, sostiene que «en la actualidad el conocimiento científico de las distintas acciones de los probióticos es incipiente. Se obtienen, con frecuencia, resultados no concluyentes o incluso discordantes respecto a sus beneficios».
Otro asunto a tener en cuenta, según explica la doctora Irene Bretón Lesmes, de la Unidad de Nutrición y Dietética del Hospital Gregorio Marañón de Madrid y miembro de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), «es que los efectos concretos de estos microorganismos sobre el organismo parecen ser específicos de una cepa bacteriana concreta y no se pueden extrapolar a otras cepas dentro de la misma especie».
No obstante, su eficacia «ha sido probada en la patología digestiva y su consumo resulta muy eficaz en la distensión o hinchazón abdominal, gases, cambios en el ritmo intestinal y los síntomas asociados a pacientes con el síndrome de intestino irritable», afirma Erdozain.
Esta misma opinión la comparte Marcos, quien añade que «existen estudios que avalan la función de los probióticos en la diarrea y en los niños, ya que se ha visto que gracias a su ingesta se regulan los síntomas un día y medio antes. Asimismo, en la enfermedad de Crohn la sintomatología mejora y los niveles de los marcadores de inflamación disminuyen considerablemente».
Esta misma opinión la comparte Marcos, quien añade que «existen estudios que avalan la función de los probióticos en la diarrea y en los niños, ya que se ha visto que gracias a su ingesta se regulan los síntomas un día y medio antes. Asimismo, en la enfermedad de Crohn la sintomatología mejora y los niveles de los marcadores de inflamación disminuyen considerablemente».
Asimismo, «cada vez existe más evidencia de su efecto sobre la diarrea secundaria a antibióticos», matiza Bretón. Este efecto se debe, según Marcos, «a que el consumo de este tipo de medicamentos destruye la flora intestinal y la toma de probióticos contribuye a formarla». Pero todavía hay más.
Según Miguel Bixquert, experto de la Sociedad Española de Patología Digestiva y jefe del Servicio de Digestivo del Hospital Arnau de Vilanova de Valencia, la ingesta de estos productos ha demostrado su efecto «en el tratamiento de la intolerancia a la lactosa, en el estreñimiento funcional, en prevención de la sobreinfección hospitalaria por la bacteria Clostridium difficile y en la reducción del riesgo de inflamación del reservorio tras la colectomía en pacientes con colitis ulcerosa grave».
Según Miguel Bixquert, experto de la Sociedad Española de Patología Digestiva y jefe del Servicio de Digestivo del Hospital Arnau de Vilanova de Valencia, la ingesta de estos productos ha demostrado su efecto «en el tratamiento de la intolerancia a la lactosa, en el estreñimiento funcional, en prevención de la sobreinfección hospitalaria por la bacteria Clostridium difficile y en la reducción del riesgo de inflamación del reservorio tras la colectomía en pacientes con colitis ulcerosa grave».
En cualquier caso, el consumo continuado de estos alimentos ha propiciado que sus beneficios no se limiten exclusivamente a nivel del tubo digestivo.
«Aunque todavía se tienen que demostrar, se ha abierto un campo de estudio en terapias de enfermedades o situaciones clínicas muy diversas como la disminución de los síntomas del asma y otras patologías de base alérgica, prevención de infecciones urinarias y del tracto genital, una menor complicación en pacientes ingresados en las unidades de cuidados intensivos y disminución de los niveles de colesterol, entre otros», sostiene Erdozain.
Eso sí, conviene dejar claro, según Bixquert, que todavía no se ha demostrado su función, «en las pancreatitis agudas graves, ni en la prevención de las infecciones de los cirróticos, al menos de momento».
«Aunque todavía se tienen que demostrar, se ha abierto un campo de estudio en terapias de enfermedades o situaciones clínicas muy diversas como la disminución de los síntomas del asma y otras patologías de base alérgica, prevención de infecciones urinarias y del tracto genital, una menor complicación en pacientes ingresados en las unidades de cuidados intensivos y disminución de los niveles de colesterol, entre otros», sostiene Erdozain.
Eso sí, conviene dejar claro, según Bixquert, que todavía no se ha demostrado su función, «en las pancreatitis agudas graves, ni en la prevención de las infecciones de los cirróticos, al menos de momento».
Dosis
La reciente avalancha de este tipo de productos en los supermercados ha contribuido a que el consumidor tenga dudas sobre su uso y la cantidad que debe ingerir. Según Erdozain, las mejores vías para consumir probióticos se hallan en «productos lácteos fermentados como leche, yogur y quesos, así como productos vegetales fermentados como aceitunas, chucrut, soja y cereales, entre otros».
Sin embargo, continúa el experto, en cuanto a la frecuencia de consumo, «no existe evidencia científica de dosis en los diferentes probióticos. Aunque el potente márketing utilizado para vender estos productos puede hacernos creer que resultan indispensables, lo cierto es que en la mayoría de las ocasiones, una dieta equilibrada y variada basta para lograr los beneficios que prometen».
Fuente : la razon
Fuente : la razon