Desarrollada inicialmente por el grupo de la clínica Mayo en la década de los años 20 y posteriormente abandonada durante años, en la actualidad está cobrando de nuevo mayor importancia el tratamiento con dieta cetogénica en las epilepsias refractarias severas de la infancia.
Se basa en sustituir los hidratos de carbono (HC) de la dieta por lípidos, que se convierten en el principal aporte energético imitando una situación de ayuno (lo que se conocía desde la época de Hipócrates como un posible remedio para la epilepsia). Con ello se genera un estado de cetosis a expensas del metabolismo de los ácidos grasos. No se conoce exactamente por qué motivo esta dieta consigue disminuir el número de crisis. Se postula que puede deberse a factores como la presencia de cuerpos cetónicos, la acidosis cerebral, el aumento de síntesis del principal aminoácido cerebral inhibitorio, el ácido gamma-aminobutírico (GABA) o la reducción del aspartato.
La dieta cetogénica es un régimen bajo en HC y proteínas y elevado en grasas. Las proporciones posibles de grasas/ HC+ proteínas son variables, variando desde 2:1 hasta un máximo de 5:1. Debe ser pautada de forma individualizada y adaptada en lo posible a las características y gustos de cada paciente. Se necesita un control muy riguroso del estado nutricional y metabólico de los pacientes, por lo que, una vez decidida su indicación, debe iniciarse en el medio hospitalario, con el paciente ingresado y supervisada por un equipo de nutricionistas que instruyan al paciente, habitualmente un niño y a sus familiares. Habitualmente se comienza por una etapa de ayuno inicial que favorece la entrada rápida en cetosis, no hay un consenso claro en cuanto a cuál debe ser la duración de esta etapa, pero no suele sobrepasar los dos días. Posteriormente, en tres o cuatro días se instituye la dieta de manera gradual controlando parámetros bioquímicos y metabólicos. La dieta debe suplementarse con calcio y vitamina D y se recomienda asociar también elementos como el magnesio, zinc, selenio y fósforo.
Las series que analizan los resultados de la dieta cetogénica son muy heterogéneas y generalmente son retrospectivas. De manera global el porcentaje de pacientes libres de crisis a los 3 meses está entre 3-33% y entre 7 y 25% al año (Cross, 2008). Un ensayo aleatorizado que comparaba la dieta cetogénica con placebo obtuvo una reducción superior al 50% de las crisis en el 38% de los pacientes a los 3 meses frente al 6% del grupo que recibió placebo (Neal, 2009).
Se han desarrollado regímenes alternativos a la dieta cetogénica para los casos en los que ésta no es tolerada. Se trata de la dieta modificada de Atkins y el tratamiento con un índice glucémico bajo (LGIT). La dieta modificada de Atkins está ganando gran popularidad debido a una mayor facilidad en su cumplimiento. Algunas series encuentran una eficacia similar a la dieta cetogénica y se están empezando a reportar casos en pacientes adultos (Carrete, 2008).
Aunque habitualmente la dieta cetogénica se introduce cuando existe una falta de respuesta a diversas combinaciones de fármacos antiepilépticos y no existe posibilidad de corrección mediante cirugía de la epilepsia, es el tratamiento de elección de dos síndromes metabólicos, el déficit de la proteína 1 trasportadora de glucosa (GLU-1) y el déficit de piruvato deshidrogenasa. En estos casos debe introducirse de manera precoz dada la excelente respuesta (Kossoff, 2008). Otras epilepsias refractarias en las que se han obtenido buenas respuestas viene detalladas en la tabla 1. También existe situaciones, sobre todo las relacionadas con alteraciones del metabolismo o trasporte de ácidos grasos y carnitina, en las que está formalmente contraindicada (Tabla 2).
Los principales efectos adversos relacionados con la dieta cetogénica son de poca gravedad y fundamentalmente se trata de alteraciones metabólicas como la hiperuricemia, hipercolesterolemia, hipocalcemia, hipomagnesemia y acidosis. Los síntomas de tipo gastrointestinal son vómitos, estreñimiento o diarrea y dolor abdominal, que ocurren en un 15-20% de los niños. En un 3-7% de los pacientes pueden provocarse cálculos renales, sobre todo de ácido úrico, que habitualmente no precisan la interrupción de la dieta ni empleo de litotricia (Kossoff, 2008). En cuanto a los efectos a largo plazo, cuando la dieta se mantiene durante más de dos años, no existen demasiados datos pero algunos estudios encuentran un mayor riesgo de fracturas óseas por osteoporosis, cálculos renales y retraso del crecimiento en niños (Groesbeck, 2006). Todavía no se conocen bien los posibles efectos cardiovasculares de esta dieta hipergrasa a largo plazo.
Se considera que la dieta debe interrumpirse si no se observa ningún tipo de respuesta después de tres meses de iniciada. En los casos en los que se produce beneficio se mantiene durante unos 2 años y luego se retira paulatinamente, aunque existe un riesgo medio del 20% de que se reinicien las crisis al suspender la dieta. Este riesgo es mayor en niños que mantienen anomalías epileptiformes en el EEG, cuando la RM craneal es patológica y en la esclerosis tuberosa. Se necesitan periodos de tratamiento más prolongados en las situaciones de déficit de GLU-1 y déficit de piruvato deshidrogenasa (Kossoff, 2008).
jue, 20 nov 2014 21:55 CET
http://es.sott.net/article/34163-Dieta-cetogenica-para-curar-la-epilepsia
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