La faceta de la televisión como “caja idiota“ pocas veces había quedado mejor explicado que en el caso de esta serie fotográfica.
Hace poco menos de un siglo la televisión impactó al imaginario colectivo como un dispositivo casi milagroso, que ampliaba los horizontes existenciales del ser humano y condensaba su más sofisticada creatividad. La posibilidad de “reproducir la realidad” en una pequeña caja, y luego ampliarla con efectos especiales y otras técnicas, parecía suficiente para anunciar un nuevo paraíso, paralelo a la tradicional cotidianidad, que nos acompañaría por siempre.
El acto de sentarse frente a este dispositivo se confirmó como uno de los rituales sociales más populares, y con el tiempo fuimos comprobando el poder de este medio. Constatamos como los mensajes y discursos que se transmitían a través de la televisión repercutían significativamente en las conductas y creencias de una sociedad cada vez más dependiente de los contenidos televisivos, factor que fue aprovechado por diversas agendas comerciales e ideológicas.
Por diversos factores, entre ellos algunos de los ya mencionados, eventualmente la TV terminó consagrándose como ícono por excelencia de la idiotización masiva. El patológico idilio que como sociedad desarrollamos ante ella comenzaría a desvelar nefastas consecuencias: nos hizo más sedentarios, predecibles, frívolos, aspiracionales y aficionados a la simulación. La penetración del medio copó a la población mundial sin distinguir clases sociales, profesiones, edades o géneros. La adicción a la pantalla y la dependencia ante sus contenidos se convirtió en un credo, y así nuestra realidad fue (y sigue siendo), en buena medida, modelada por mercadólogos, entretenedores y figuras de muy dudosa procedencia (a quienes por cierto se decidió llamar “estrellas”).
¿Quién no ha experimentado ese particular letargo que induce la televisión?
En todo caso, más allá de los argumentos subjetivos que en Pijama Surf podamos construir, los invitamos a contemplar la siguiente serie fotográfica que documenta el singular estado que impone la TV en los niños. Quizá considerando el promedio de 24 horas que los niños estadounidenses dedican a la semana a ver televisión e invitando a una reflexión sobre nuestra relación en general con la tecnología, la fotógrafa australiana que radica en Nueva York, Dona Stevens,decidió retratar en “Idiot Box” las virginales mentes y rostros de los infantes mientras son hechizados por el manto del tubo de rayos catódicos.
Stevens aísla los retratos en un fondo negro, lo cual realza el estado hipnagógico que envuelve a los niños. El resultado es un documento visual que raya entre lo perturbador y lo hilarante…
Por Pijamasurf
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