Todos hemos vivido situaciones en las que llegamos a una consulta médica con lo que creemos que es un problema de salud y nos quedamos extrañados (algunos indignados) si no nos recetan algo.
Es como que si no hay receta por medio no ha habido acto médico, vaya como si el profesional no hubiera hecho nada. Pero en muchas ocasiones ¡es mejor no hacer nada!
En ocasiones acudimos a la cita del médico con lo que creemos que es un problema. El médico no ve nada pero le decimos:
-Oiga doctor, es que no me va a hacer alguna prueba?
Pues bien, las pruebas que no están justificadas pueden conducir a más problemas pues una prueba lleva a otra y a otra y al final donde no había problema alguno puede aparecer a modo de efecto secundario de una prueba.
El médico Juan Gérvas cuenta un buen ejemplo de ello en un artículo publicado en Acta sanitaria.
En 1996 se publicó un texto clásico que demostró que «no tranquiliza» el resultado de una prueba que sale normal. Se realizó con 40 pacientes consecutivos a los que se les pidió un ecocardiograma para tranquilizarlos, tras haber consultado a un cardiólogo.
A diez de esas personas, por síntomas como «palpitaciones» y a 30, por soplos cardíacos en la auscultación cardíaca.
El resultado fue normal en los diez pacientes con síntomas y en 29 de los que tenían un soplo. Tras el resultado y la consulta médica para explicarlo, quedaron con ansiedad los diez pacientes que habían consultado por síntomas y 11 de los que habían tenido resultado normal tras detección del soplo cardíaco.
La enseñanza es clara: si no hay dudas fundadas, evite el solicitar pruebas. Hacer pruebas «tranquilizadoras» sin motivo real, fundamentado, lo que genera es mayor ansiedad y preocupación.
En las facultades de Medicina se fomenta que es siempre preferible hacer de más que de menos porque se da por hecho que la intervención médica tiene escasos o nulos riesgos. Este es el caso antes de operar a un paciente, la norma es solicitar pruebas varias “del pre-operatorio”.
En las facultades de Medicina se fomenta que es siempre preferible hacer de más que de menos porque se da por hecho que la intervención médica tiene escasos o nulos riesgos. Este es el caso antes de operar a un paciente, la norma es solicitar pruebas varias “del pre-operatorio”.
Pero claro, el que busca encuentra y se sabe que entre el 30 y el 60% de los resultados anormales encontrados en las pruebas habituales de los protocolos preoperatorios no tiene fácil explicación, según documenta Gérvas.
En muchos casos esos resultados anormales por pruebas innecesarias provocan más y más intervenciones para aclararlas, que pueden acabar muy mal, recordemos que toda intervención médica conlleva un riesgo por bien intencionada que sea.
Tal «efecto cascada» de pruebas innecesarias, por contextualizarlo, se da en el 16% de los pacientes con electrocardiograma pre-operatorio en cirugía de cataratas, por ejemplo.
Tal «efecto cascada» de pruebas innecesarias, por contextualizarlo, se da en el 16% de los pacientes con electrocardiograma pre-operatorio en cirugía de cataratas, por ejemplo.
una medicina y cultura biologicista e individualista ha llegado a expropiar la saludy a hacer depender a personas y poblaciones de las opiniones y pruebas de médicos y expertos varios que deciden sobre su acontecer diario, desde la sexualidad a la alimentación, pasando por la respuesta al frío y el calor del invierno y verano y el disfrute del aire libre.
Todo tiene un experto que dictamina lo que está bien y mal«, argumenta Gérvas.
Todo tiene un experto que dictamina lo que está bien y mal«, argumenta Gérvas.
¿Quién no sabe de algún amigo o familiar que da la sensación de que se pasa la vida de cita en cita médica, visitando hospitales, especialistas y acumulando recetas e informes?
Y tras tantas horas de «trabajo sanitario» recibe por parte de su médico un «está todo normal». Frente a ello, el galeno propone:
Y tras tantas horas de «trabajo sanitario» recibe por parte de su médico un «está todo normal». Frente a ello, el galeno propone:
el arte y la ciencia de no hacer nada». Encontrar profesionales que generen confianza y sean comedidos en sus intervenciones, con formación suficiente para ser capaces de ‘esperar y ver’, de la ‘espera expectante’, cuando no hacer nada y esperar es la mejor opción diagnóstica y terapéutica«.
Es lo que en inglés se denomina deliberate clinical inertia (inercia clínica intencionada), el arte y la ciencia de no hacer nada, como una opción lógica y prudente tan típica del buen médico general que ni siquiera precisa “diagnosticar-etiquetar” para resolver un alto porcentaje de problemas de salud.
Por Miguel Jara 10 de junio de 2019
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