Hace un par de años se publicó aquí una nota sobre el trabajo del profesor Peter Cohen quien tiene la teoría de que las drogas no son realmente lo que forman las adicciones, sino la ausencia de conexiones emocionales. En cierta lo que las personas estarían buscando en las drogas es una sensación de conexión.
Esta idea es en cierta forma similar al pensamiento de Carl Jung, el psicólogo suizo que fue fundamental en la creación del método de Alcohólicos Anónimos, sólo que Jung desarrolla aún más la idea de «conexión», se trata de una conexión con algo espiritual o con algo infinito.
El deseo de tener una experiencia numinosa es lo que mueve a las personas probar con sustancias. Pero esas experiencias suelen acabar siendo fugitivas y evanescentes, difíciles de integrar al mundo cotidiano. Por eso Jung creía que era fundamental el trabajo con los sueños y con la fantasía.
En una carta que acabaría siendo el origen del método de Alcohólicos Anónimos, Jung le escribió al cofundador Bill Wilson: «Como puedes notar, en latín alcohol es ‘spiritus’, y usamos la misma palabra para la más alta experiencia religiosa como también para el veneno más depravado. Una buena fórmula entonces sería: spiritus contra spiritum.»
La búsqueda en las drogas o el alcohol de «espíritus» puede contrarrestarse con lo auténticamente espiritual. Por eso muchas personas que iniciaron una especie de camino espiritual con el LSD y demás acabaron mirando hacia la meditación, el yoga o la religión.
La filósofa Simone Weil nos dice algo similar pero en su caso relacionándolo con la belleza. La belleza en el entendimiento platónico del término, el brillo de lo divino, la forma en la que se refleja una armonía eterna. Escribe Weil en A la espera de Dios:
Los diferentes clases de vicios, el uso de estupefacientes en el sentido literal o metafórico de la palabra, todo esto constituye la búsqueda de un estado en el que la belleza del mundo se haga patente. El error consiste precisamente en la búsqueda de une estado especial. La falsa mística es también una manifestación del mismo error. Si éste está lo bastante anclado en el alma, el hombre no puede dejar de sucumbir a él.
En cierta manera el uso de drogas es un deseo de intensidad, de percibir el resplandor de la naturaleza, la belleza del mundo, cuando no se es capaz de hacerlo cotidianamente, «la búsqueda de un estado especial». Justamente la verdadera mística es el estado de constancia, de un asombro relativamente permanente o al menos siempre despierto al encuentro de la belleza. Es una atención plena a la realidad.
julio 29, 2019
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