El periodista Braulio García publica un reportaje sobre los potenciales efectos secundarios de los medicamentos antidepresivos y en concreto sobre el suicidio. Es la continuación de otro texto en el que daba voz a familias de personas que se han suicidado mientras consumían ese tipo de fármacos.
El asunto está bien documentado por la ciencia pero algo está fallando pues puede existir una epidemia «fantasma» de casos.
En esta segunda vez que escribe sobre ello, García explica que lo que se propone es indagar en si el mecanismo encargado de registrar y analizar los posibles suicidios causados por fármacos antidepresivos es efectivo.
Esto suele hacerse a partir de la notificación voluntaria de posibles efectos secundarios de tratamientos médicos.
Hace 15 años, las sospechas de la posible relación entre los antidepresivos y los impulsos suicidas llevó a la Agencia Europea del Medicamento a desautorizar el uso de casi todos ellos, salvo la fluoxetina, en niños y adolescentes.
La misma postura adoptó la agencia española. Aunque se puede también comunicar directamente con los puntos de contacto de las Comunidades Autónomas, el llamado sistema de Tarjeta Amarilla es el principal mecanismo para detectar efectos secundarios de los medicamentos en España.
Cualquiera puede usarlo: basta con que sepa que existe (que yo creo que casi nadie lo conoce, entre otras cosas porque sobre esto no se hacen campañas promocionales de las instituciones) el sistema es muy sencillo on line. Pero vistos los casos relatados por García cabe preguntarse: ¿es un sistema suficientemente efectivo?
Juan Erviti, jefe de la Sección de Innovación y Organización del Servicio Navarro de Salud lo tiene claro:
No, no es suficiente, ni mucho menos. Porque parte de la notificación voluntaria y se notifica muy poquito respecto a las cosas que realmente ocurren”, dice.
Este es uno de los problemas, existe infranotificación de daños provocados por medicamentos. dependiendo de los países se estima entre un 2% y el 20% la infranotificación.
No sólo es que no todo el mundo conoce ese sistema de notificaciones. Es que muchas veces ni pacientes ni médicos le dan importancia a los efectos secundarios, cuando no estos últimos tienen miedo a reconocer que algo que han recetado a sus pacientes ha provocado daños.
Sobre esto abunda en el reportaje Joan Ramon Laporte, profesor emérito y ex catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona y ex director de la Fundación Instituto Catalán de Farmacología.
Al psiquiatra o a un médico cualquiera que vea un paciente con depresión, que le digan que se ha suicidado, no le extraña. La posibilidad del suicidio le entra en su cuadro de lo que es la depresión”.
En cambio, es probable que se comuniquen reacciones adversas “inesperadas”.
Si un paciente toma paroxetina [un antidepresivo] y tiene una erupción cutánea, [el médico] sí que lo comunica: la propia naturaleza de la enfermedad causada por el fármaco determina que el médico notifique o no”, añade.
Así, el sistema de Tarjeta Amarilla es más propenso a registrar las excepciones, mientras que los casos más graves pueden a veces quedar enmascarados como “normales” en una depresión.
Desde 2005, las notificaciones de sospechas sobre los antidepresivos suman nueve casos de “suicidio consumado” notificados para todos los ISRS [la familia más común de ellos], ninguno para el caso concreto de la paroxetina, según datos de la Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios (AEMPS).
Si se incluyen los casos de “ideación suicida” (26) e “intento de suicidio” (32), los ISRS suman 74 notificaciones relacionados con el suicidio en 14 años.
Las demás sospechas notificadas respecto de estos mismos antidepresivos suman 3.902. Hay que aclarar que notificación de un caso de sospecha de reacción adversa no significa que exista relación de causalidad; se notifica y luego la Agencia de Medicamentos ha de investigar el caso (cosa que hace poco, sólo cuando se acumulan muchas notificaciones, es decir, CASI NUNCA).
Está claro que el riesgo de suicidio por antidepresivos hay que estudiarlo muy bien ya que la depresión en sí ya supone un riesgo de suicidio pero que eso no le sirva a la Agencia para mirar para otro lado.
También hay que tener en cuenta que los fabricantes de medicamentos no publican todos los datos sobre la seguridad (o más bien falta de la misma) de sus productos como cuento en Descubierto el fraude con el fármaco antidepresivo paroxetina que incita al suicidio. Y ese fraude sí es responsabilidad de las agencias reguladoras.
Laporte y Erviti defienden la necesidad de ir al menos un paso más allá y abordar el problema a partir del estudio de los datos y las historias clínicas disponibles o accesibles.
Con los métodos epidemiológicos no sólo se han descubierto efectos indeseados, sino que se ha podido determinar la secuencia, que es más importante todavía”, explica Joan Ramon Laporte. “Es cierto que necesitamos un seguimiento más activo y más proactivo”, según Erviti.
Juan Erviti coincide con Laporte al señalar el camino a seguir:
Hacer estudios con la información de las historias clínicas electrónicas y las bases de datos que tenga una cantidad de información suficiente y que no dependa de la notificación voluntaria”.
El sistema de notificación voluntaria, añade, “permite indentificar señales”, “pero para nada cuantifica la magnitud del problema, ni se le puede imputar causalidad en muchas ocasiones”, concluye.
Por Miguel Jara 18 de julio de 2019
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