viernes, 6 de marzo de 2020

¿ Tienes Mala Memoria ? Puede estar relacionado con tu consumo de Grasas y Azúcares

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UNA DIETA RICA EN GRASAS Y AZÚCARES –LA TENDENCIA DE ALIMENTACIÓN MÁS FUERTE EN NUESTRA ÉPOCA– PUEDE TENER SERIOS EFECTOS EN TU SALUD CEREBRAL

Es sumamente sabido que el consumo elevado de grasas y azúcares incrementa las probabilidades de desarrollar enfermedades como la obesidad, la diabetes y otras que afectan al corazón y al sistema circulatorio.

Ahora se sabe de un nuevo efecto nocivo de seguir una dieta con dichas características. Además de los males mencionados todo parece indicar que, a través de la obesidad y la diabetes, el consumo de grasas y azúcares también puede causar daño a nivel cerebral. Distintos estudios sugieren que el alto consumo de azúcar en nuestra dieta podría ser la causa de condiciones neurodegenerativas como la demencia o el Alzheimer. 

Entre otros, en un estudio realizado por Richard Stevenson, profesor de psicología en la Universidad Macquarie en Sídney, Australia, se concluyó que una dieta basada en grasa y azúcares afecta notablemente el hipocampo, la región encargada de las funciones de la memoria y de la regulación del apetito. 

Aún no hay mucha claridad al respecto, pero esa y otras investigaciones apuntan a que cuando comemos y nos sentimos satisfechos, el hipocampo bloquea o debilita las memorias sobre comida, de manera que si, por ejemplo, vemos un pastel, en dichas condiciones de satisfacción el hipocampo impide que se desencadenen recuerdos placenteros como que un pastel tiene buen sabor, que nos gusta, que nos hace felices, etcétera.

Sin embargo, el mal funcionamiento del hipocampo permitiría este tipo de memorias aun cuando no sintiésemos hambre, lo que al final resultaría en tener antojos de manera constante y, en particular, de los alimentos con los que hemos sentido mayor placer al comerlos. 

Esto puede ser un problema sobre todo en la dieta de nuestra época, dominada por alimentos procesados y altamente industrializados en cuyo proceso de elaboración se suelen añadir azúcares, soya, grasas de diversos tipos y otros ingredientes con los cuales usualmente se abaratan los costos de producción pero que casi siempre pasan inadvertidos a quien los consume. 

Cuando una persona no toma conciencia de los ingredientes añadidos que hay en los alimentos que consume, su consumo de azúcares y grasas aumenta sin que se dé cuenta. Pero no sólo eso; además, a nivel cerebral y según el mecanismo explicado, se crea una suerte de "adicción" o compulsión a querer comer siempre esos alimentos.

Para el estudio referido, Stevenson reunió a ciento diez estudiantes de entre 20 y 23 años, todos ellos con un peso corporal adecuado a su talla, su edad, su estilo de vida, etc., que además estaban habituados a comer saludablemente. Para comenzar el protocolo de investigación el grupo se dividió en dos, tomando a los integrantes al azar. 

Durante 1 semana, a la primera mitad se le permitió continuar con su dieta, sana y equilibrada; a la segunda, en cambio, se le hizo seguir una dieta "occidentalizada", compuesta casi exclusivamente de "comida rápida", cereales y repostería industrializados y otros alimentos afines.

Al inicio y al final de dicha semana, Stevenson y su equipo evaluaron el desempeño de la memoria de los voluntarios, aplicando una prueba en la que cada persona debía memorizar algunas palabras. En un segundo tiempo se les presentó una serie de marcas de cereales industriales –Cocoa Puffs, Frosties y Froot Loops– para preguntarles si alguno de ellos les parecía especialmente apetecible en ese momento. Cabe mencionar que estas pruebas se realizaron en el laboratorio del psicólogo luego de haberle servido el desayuno a los estudiantes, por lo cual estos estaban satisfechos.

De acuerdo con los resultados obtenidos, los voluntarios del grupo que siguió la dieta "occidental" fueron más proclives a sentir antojo o deseo por los cereales mencionados (aun cuando su hambre había sido saciada). 

Además, su desempeño en la prueba de memoria fue también menor en comparación con el grupo que siguió la dieta saludable. Según Stevenson, esta tendencia sugiere que, en efecto, el consumo elevado azúcares y grasas afecta negativamente el funcionamiento del hipocampo.

Las influencias de la comida ‘occidental’ –como cadenas de comida rápida, carne procesada, harinas refinadas, etc.– son las principales causantes del cambio de dieta. Estos cambios no sólo tienen impacto a nivel de salud física, sino a nivel cultural. 

Habría que preguntarnos qué hace llamativas a este tipo de opciones de alimentación, si es la facilidad de adquirirlas, ya que cada vez hay más establecimientos de este tipo, el precio, la rapidez para alimentarnos cuando tenemos prisa u otras razones.

La mayoría de las dietas que encontramos fuera de las lógicas occidentalizadas tienen un alto grado de proteínas animales y vegetales, grasas buenas (como nueces, aceites y aguacate), carbohidratos simples como los cereales (trigo, cebada, arroz) y los derivados del maíz, además de que cuentan con una gran variedad de frutas y verduras. Lo importante es consumir alimentos de todos los grupos con moderación. Esto no quiere decir que de vez en cuando no podamos darnos el lujo de saciar algunos de nuestros antojos. 

Finalmente, preocuparnos por nuestra salud debería ser, sin duda, una prioridad personal. No obstante, las maneras en las que nos alimentamos responden a estilos de vida particulares de cada región, por lo que también sería importante tomar en cuenta las exigencias de las actividades de nuestra vida diaria y la comunidad a la que pertenecemos, para que a partir de estas condiciones establezcamos una dieta acorde a ellas y a nuestro estilo de vida.

Imagen de portada: Fernando Botero, Picnic (2018)

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