viernes, 11 de diciembre de 2020

Los primeros efectos secundarios dejan «sin vacuna» de la Covid a las personas alérgicas


El pasado martes 8 de diciembre arrancó en el Reino Unido la campaña de vacunación contra la Covid-19. Los primeros en recibir la vacuna son los mayores de ochenta años que ya tenían concertada una cita previa. El Gobierno británico dispone de 800.000 dosis de la vacuna de Pfizer/BioNtech, que seguramente se agotará con los mayores de ochenta años.

Reino Unido es el primer país del mundo en vacunar. Lo hace porque su agencia de medicamentos ha aprobado por un procedimiento especialmente rápido la comercialización de la citada vacuna. La Agencia Europea de Medicamentos (EMA) también está usando un mecanismo dispuesto para casos de emergencia sanitaria por el que está revisando los datos de los ensayos clínicos que hacen las farmacéuticas para demostrar la eficacia y seguridad de sus vacunas según le llegan (en vez de esperar a que los trabajos estén completados, como suele hacer).


La vacunación, como cualquier otro acto médico o sanitario, requiere que la población tenga TODA la información.

En este caso, sean las prisas de los gobiernos, el miedo, los intereses comerciales o todo ello junto han provocado una situación insólita y es que la población está vacunándose (y va a vacunarse) sin apenas información.

Pfizer/BioNtech aún no han publicado en revistas científicas acreditadas los resultados de sus ensayos clínicos. El mundo se ha enterado de que esa vacuna es «buena» porque lo dice la máxima interesada en que su vacuna fuera aprobada lo antes posible para empezar la vacunación cuanto antes (la vacunación y un lucrativo negocio). Y Pfizer lo ha comunicado mediante notas de prensa.

Vamos a tenerlo muy difícil para obtener toda la información y así poder decidir si nos vacunamos o no. Hay otras farmacéuticas que sí están publicando los datos de sus ensayos, es lo correcto. El problema es que pese a ser un paso importante es insuficiente.

De hecho, han habido numerosos casos de publicación de datos sobre nuevos medicamentos que luego se ha demostrado que estaban manipulados. Quien hace los ensayos clínicos controla toda esa información y es quien la comunica, con el evidente interés de contar lo «bueno» que es su producto y la tentación de ocultar las cosas «menos buenas» cuando no malas.

Si Pfizer es una empresas sospechosa por el pasado lleno de irregularidades que atesora, no menos preocupante es que sea la compañía AstraZeneca quien esté exhibiendo la publicación de resultados de pruebas con su vacuna, que hace junto a la Universidad de Oxford.

Hay otra pata de esta mesa medicamentosa que cojea y son las agencias de medicamentos. Son las encargadas de pedirles a los laboratorios los datos de eficacia y seguridad de sus vacunas. Con cierta frecuencia se comunica la retirada de un producto sanitario y esto es porque el trabajo de estas entidades estás viciado por la industria sanitaria. Los conflictos de interés entre ambas instituciones están a la orden del día.

Un ejemplo es que la agencia española de medicamentos cobra dinero de la industria farmacéutica en concepto de tasas por la regulación de sus fármacos. Otro ejemplo es que durante los últimos lustros algunos directores de dicha agencia han pasado de ejerces dicho cargo público a trabajar en un laboratorio de renombre.

Todo esto es el contexto en el que se han aprobado y continuarán aprobándose las vacunas de la Covid. Es importante conocer el contexto ya que seguimos sin la más básica información y parece que la pretensión es que la población se vacune a ciegas.

Y en ese contexto es donde surgen los primeros efectos secundarios relacionados con la vacunación de la Covid. Se han comunicado dos reacciones alérgicas en dos profesionales sanitarios. La autoridad sanitaria británica emitió una nueva recomendación para los profesionales de la salud que indica que cualquier persona con una reacción alérgica significativa a una vacuna, medicamento o alimento, como un historial previo de reacción anafilactoide o aquellos a quienes se les ha recomendado llevar un autoinyector de adrenalina (EpiPen), no debe recibir la vacuna Pfizer/BioNtech.

Claro, Pfizer aseguró que su vacuna era segura y no hemos tardado más que dos días en ver que no es cierto.

En esa noticia que os enlazo cuentan que la farmacéutica excluyó a personas alérgicas de sus ensayos clínicos.

No está bien comprobada pues el 30% de la población mundial está afectada por una o más enfermedades alérgicas. En nuestro país, una de cada cuatro personas padece algún tipo de trastorno alérgico.

Y el 25% de la población infantil sufre algún proceso alérgico.

Por otra parte, las reacciones alérgicas a las vacunas son conocidas, también en la citada información, se cita a Paul Offit, experto en vacunas, que cuenta que las reacciones alérgicas a las vacunas no son infrecuentes:

En Estados Unidos, aproximadamente una de cada 1,4 millones de dosis de vacunas se complica por una reacción alérgica grave«.

La conclusión, dictada por el sentido común, es que ese 30% de la población no debería vacunarse. Esto puede ser un traspiés para una vacunación masiva pues como han contado diferentes especialistas estas semanas haría falta inmunizar a alrededor del 70% de la población para «garantizar» el fin de la enfermedad… pero eso significa que descontando ese 30% de alérgicos habría de vacunarse todo el mundo y eso parece a día de hoy bastante improbable.

http://www.migueljara.com/2020/12/10/los-primeros-efectos-secundarios-dejan-sin-vacuna-a-las-personas-alergicas/

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