Científicos estadounidenses descubren por qué algunas personas beben más y se vuelven adictas al alcohol.
Encuentran en el ADN un «interruptor» que desata la pasión por grasas y alcohol
El alcohol está detrás de uno de cada diez cánceres en hombres El cerebro de las personas alcohólicas es particularmente receptivo a los compuestos responsables de la sensación de placer tras consumir una bebida.
Así lo demuestra un estudio de investigadores de la Universidad de California, publicado en la revista Science Translational Medicine, que confirma por primera vez una sospecha que existía desde hacía décadas.
Al consumir alcohol o drogas se liberan endorfinas, que se adhieren a receptores en los centros de recompensa del cerebro provocando la sensación de placer.
Algunas investigaciones llevadas a cabo con animales habían descubierto que el abuso del alcohol altera el cerebro, incrementando la tolerancia y dependencia a la bebida. Pero hasta ahora no se había logrado entender qué mecanismos biológicos se encuentran detrás de este proceso de consumo y recompensa en estos cambios cerebrales que hacen que algunas personas sientan la necesidad de beber y otras no.
«Es algo que hemos especulado durante cerca de 30 años, basados en estudios con animales, pero hasta ahora no habíamos podido observarlo en humanos», señala la doctora Jennifer Mitchel que con su equipo sometió a a trece bebedores en exceso y a doce no bebedores a escáneres cerebrales de tomografías PET (por emisión de positrones). Las imágenes fueron tomadas antes y después de que ambos grupos de individuos consumieran una bebida alcohólica.
Los resultados mostraron que el consumo de alcohol provocaba en todos la liberación de opioides en el núcleo accumbens y la corteza orbitofrontal, áreas del cerebro implicadas en la valoración de la recompensa. Independientemente de lo que beba una persona, por tanto, se liberan endorfinas en estas dos regiones del cerebro.
«El estudio nos ofrece la primera evidencia directa de cómo el alcohol hace a la gente sentirse bien», indica Mitchell.
Pero existían diferencias entre los bebedores en exceso y los no bebedores. Cuantas más endorfinas se liberaban en el núcleo accumbens, mayor era el sentimiento de placer del individuo en todos los casos. Sin embargo, cuantas más se liberaban en la corteza orbitofrontal, mayor era el sentimiento de intoxicación que experimentaban los bebedores excesivos, algo que no experimentaban los no bebedores.
Las pruebas muestran cómo las endorfinas contribuyen a largo plazo al abuso del alcohol y cómo la liberación de grandes cantidades de endorfinas provoca que para algunos la bebida alcohólica resulte más placentera y ello contribuya a que deseen beber más.
Tal como explica la doctora Mitchell y recoge la web de la BBC, «esto indica que los cerebros de los bebedores excesivos o bebedores con problemas van cambiando en una forma que los hace encontrar el alcohol cada vez más placentero».
«Y esto puede ser la clave de cómo se desarrolla, en primer lugar, el problema del alcohol» porque «ese sentimiento cada vez más grande de recompensa los hacer beber cada vez más», agrega.
La investigación fue financiada por el Departamento de Defensa de Estados Unidos y el Fondo para la Investigación sobre Abuso de Drogas y Alcohol del Estado de California.
abc abc_es / madrid
No hay comentarios:
Publicar un comentario