El inframundo neurológico entre el sueño y la vigilia puede hacer
delirar la mente y llegar a convertirse en algo trágicamente real.
No había nada inusual en el hombre que se presentó en el Centro
Regional de Trastornos del Sueño el 27 de junio de 2005, en Minnesota.
Como tantos otros pacientes de la clínica, Benjamin Adoyo (nombre ficticio)
era sonámbulo.
Un estudiante universitario de 26 años de edad,
originario de Kenia, que había estado vagando por las noches desde su
infancia. Últimamente, sin embargo, su conducta había empeorado.
Adoyo se había casado en febrero, y su esposa le despertaba sacudiéndole mientras no paraba de moverse sobre su cama y balbuceaba de forma ininteligible. Asustada, ella simplemente hacía todo lo posible por despertar a Adoyo, el cual, una vez despierto, nunca recordaba nada. Vivían en un apartamento de un solo dormitorio en Plymouth, un suburbio de Minneapolis, y el sonambulismo setaba tensionando su jóven matrimonio. El formulario de remisión del médico de atención primaria se señalaba que la esposa del paciente estaba "sobresaltada a veces por su comportamiento, aunque no había lesiones."
Después de evaluar a Adoyo, los médicos del Centro del sueño, le propusieron regresar el 10 de agosto para una electroencefalografía nocturna (EEG), para estudiar las ondas eléctricas generadas por el cerebro durante el sueño. En medio de la noche, Adoyo empezó retorcerse y a dar tirones de los cables conectados a los electrodos, sacándose mechones de pelo conforme se desgarraba. Pero él no se despertaba.
A la mañana siguiente Michel Cramer Bornemann, director del centro, le dijo a Adoyo que su caso se estudiaría bajo el diagnóstico de un trastorno del sueño conocido como parasomnia no-REM. (La parasomnia es un trastorno de la conducta durante el sueño, asociado con episodios breves o parciales de despertar, sin que se produzca una interrupción importante del sueño ni una alteración del nivel de vigilia diurno. Wikipedia). Tratando de recordar cuando Adoyo arrancaba los sensores, Bornemann le preguntó: "¿Recuerdas haber sentido algún dolor o impulso?"
"No", respondió Adoyo sin dudar.
La siguiente visita de Adoyo al centro del sueño fue el 17 de octubre. Él dijo que el medicamento contra la ansiedad que Bornemann le había recetado para tratar el sonambulismo no ayudaba mucho, así que Bornemann le mandó una dosis de uno o dos miligramos. El médico esperaba sinceramente que podía ayudar a su paciente. "Él era un chico amigable y atractivo," recuerda Bornemann. "No tenía premonición alguna de lo maligno que anidaba en su cuerpo."
Adoyo nunca regresó. Varios meses después, los médicos del sueño descubrieron por qué, cuando recibieron una carta de la oficina del Defensor Público de Minnesota informarles que el 19 de octubre, sólo dos días después de la última visita a la clínica, Adoyo fue detenido por la muerte de su esposa y él era el principal acusado del crimen. "Estamos buscando a alguien para consultar respecto a cualquier relación que este trastorno del sueño pueda tener con su delito", declaraba la carta.
La contingencia de soñar
El hecho más básico e aparentemente indiscutible sobre el sueño es que estás dormido o despierto. Con seguridad, los científicos subdividen el estado de inconsciencia por los ciclos del movimiento ocular rápido (REM) y el no REM (NREM), y este último, a su vez, dividido en tres subetapas. En general, durante la mayor parte del siglo pasado se ha apoyado la idea de que el sueño y la vigilia son dos estados distintos, con límites bien definidos.
Estas fronteras, supuestamente firmes, son por lo que los jueces y jurados se muestran escépticos cuando se les presenta un trastorno del sueño como la explicación de un delito, como el de Adoyo. «Yo estaba dormido cuando lo hice» suena como la clásica defensa Twinkie, esa en la que la ciencia se retuerce para abrogar la responsabilidad personal. ¿Cómo, después de todo, puede una persona si no está totalmente despierto ser capaz de molestar, herir o matar a otra persona? Sin embargo, en las últimas dos décadas, la ciencia del sueño ha sentido la revolución de una nueva teoría que ayuda a explicar eso, desde los crímenes del sueño a la naturaleza fundamental de sueño en sí. Como apunta Bornemann, "El sueño o la vigilia no es un todo o nada, un fenómeno en negro y blanco. Hay una espectro gradual."
La idea de que una persona pueda estar físicamente animada pero mentalmente desconectada está bien establecida en la cultura popular, sólo hay que recordar el sonambulismo de "Lady Macbeth", de Shakespeare, y en los tribunales. La primera vez en la historia judicial norteamericana que el sonambulismo fue utilizado con éxito como defensa frente a una imputación por asesinato fue en el caso de Albert Jackson Tirrell en 1846, que mató a una prostituta, casi decapitándola con una navaja. Más cerca en el tiempo, en Toronto en 1987, un hombre de 23 años, llamado Kenneth Parks, condujo 22 kilómetros y asesinó a su consuegra, supuestamente bajo un sonambulismo inconsciente. Fue absuelto consiguientemente.
Los asesinos del sueño acaparan titulares, pero son afortunadamente raros, una revisión de 2010 en la revista de neurociencia Brain enumeran 21 casos de muestra, donde el acusado era absuelto un tercio de las veces. La violencia no letal, sexual o de cualquier otra manera ilegal durante el sueño, sin embargo, son más comunes de lo que el público pueda sospechar. Unos 40 millones de estadounidenses sufren de trastornos del sueño, y una encuesta telefónica en EE.UU. a finales de 1990 estimaba que dos de cada 100 personas se infringieron heridas a sí mismos o a otras personas mientras dormían.
Bornemann, junto con sus colegas Mark Mahowald, y Carlos Schenck, que es uno de los expertos más eminentes del mundo en parasomnias, un término paraguas para los comportamientos no deseados del sueño, con frecuencia reciben solicitudes de ayuda de abogados. Para distinguir entre su labor médica y legal, los doctores iniciaron una entidad independiente en 2006, con Bornemann al timón y Mahowald Schenck como consultores. Se hacen llamar Sleep Forensics Associates.
Adoyo se había casado en febrero, y su esposa le despertaba sacudiéndole mientras no paraba de moverse sobre su cama y balbuceaba de forma ininteligible. Asustada, ella simplemente hacía todo lo posible por despertar a Adoyo, el cual, una vez despierto, nunca recordaba nada. Vivían en un apartamento de un solo dormitorio en Plymouth, un suburbio de Minneapolis, y el sonambulismo setaba tensionando su jóven matrimonio. El formulario de remisión del médico de atención primaria se señalaba que la esposa del paciente estaba "sobresaltada a veces por su comportamiento, aunque no había lesiones."
Después de evaluar a Adoyo, los médicos del Centro del sueño, le propusieron regresar el 10 de agosto para una electroencefalografía nocturna (EEG), para estudiar las ondas eléctricas generadas por el cerebro durante el sueño. En medio de la noche, Adoyo empezó retorcerse y a dar tirones de los cables conectados a los electrodos, sacándose mechones de pelo conforme se desgarraba. Pero él no se despertaba.
A la mañana siguiente Michel Cramer Bornemann, director del centro, le dijo a Adoyo que su caso se estudiaría bajo el diagnóstico de un trastorno del sueño conocido como parasomnia no-REM. (La parasomnia es un trastorno de la conducta durante el sueño, asociado con episodios breves o parciales de despertar, sin que se produzca una interrupción importante del sueño ni una alteración del nivel de vigilia diurno. Wikipedia). Tratando de recordar cuando Adoyo arrancaba los sensores, Bornemann le preguntó: "¿Recuerdas haber sentido algún dolor o impulso?"
"No", respondió Adoyo sin dudar.
La siguiente visita de Adoyo al centro del sueño fue el 17 de octubre. Él dijo que el medicamento contra la ansiedad que Bornemann le había recetado para tratar el sonambulismo no ayudaba mucho, así que Bornemann le mandó una dosis de uno o dos miligramos. El médico esperaba sinceramente que podía ayudar a su paciente. "Él era un chico amigable y atractivo," recuerda Bornemann. "No tenía premonición alguna de lo maligno que anidaba en su cuerpo."
Adoyo nunca regresó. Varios meses después, los médicos del sueño descubrieron por qué, cuando recibieron una carta de la oficina del Defensor Público de Minnesota informarles que el 19 de octubre, sólo dos días después de la última visita a la clínica, Adoyo fue detenido por la muerte de su esposa y él era el principal acusado del crimen. "Estamos buscando a alguien para consultar respecto a cualquier relación que este trastorno del sueño pueda tener con su delito", declaraba la carta.
La contingencia de soñar
El hecho más básico e aparentemente indiscutible sobre el sueño es que estás dormido o despierto. Con seguridad, los científicos subdividen el estado de inconsciencia por los ciclos del movimiento ocular rápido (REM) y el no REM (NREM), y este último, a su vez, dividido en tres subetapas. En general, durante la mayor parte del siglo pasado se ha apoyado la idea de que el sueño y la vigilia son dos estados distintos, con límites bien definidos.
Estas fronteras, supuestamente firmes, son por lo que los jueces y jurados se muestran escépticos cuando se les presenta un trastorno del sueño como la explicación de un delito, como el de Adoyo. «Yo estaba dormido cuando lo hice» suena como la clásica defensa Twinkie, esa en la que la ciencia se retuerce para abrogar la responsabilidad personal. ¿Cómo, después de todo, puede una persona si no está totalmente despierto ser capaz de molestar, herir o matar a otra persona? Sin embargo, en las últimas dos décadas, la ciencia del sueño ha sentido la revolución de una nueva teoría que ayuda a explicar eso, desde los crímenes del sueño a la naturaleza fundamental de sueño en sí. Como apunta Bornemann, "El sueño o la vigilia no es un todo o nada, un fenómeno en negro y blanco. Hay una espectro gradual."
La idea de que una persona pueda estar físicamente animada pero mentalmente desconectada está bien establecida en la cultura popular, sólo hay que recordar el sonambulismo de "Lady Macbeth", de Shakespeare, y en los tribunales. La primera vez en la historia judicial norteamericana que el sonambulismo fue utilizado con éxito como defensa frente a una imputación por asesinato fue en el caso de Albert Jackson Tirrell en 1846, que mató a una prostituta, casi decapitándola con una navaja. Más cerca en el tiempo, en Toronto en 1987, un hombre de 23 años, llamado Kenneth Parks, condujo 22 kilómetros y asesinó a su consuegra, supuestamente bajo un sonambulismo inconsciente. Fue absuelto consiguientemente.
Los asesinos del sueño acaparan titulares, pero son afortunadamente raros, una revisión de 2010 en la revista de neurociencia Brain enumeran 21 casos de muestra, donde el acusado era absuelto un tercio de las veces. La violencia no letal, sexual o de cualquier otra manera ilegal durante el sueño, sin embargo, son más comunes de lo que el público pueda sospechar. Unos 40 millones de estadounidenses sufren de trastornos del sueño, y una encuesta telefónica en EE.UU. a finales de 1990 estimaba que dos de cada 100 personas se infringieron heridas a sí mismos o a otras personas mientras dormían.
Bornemann, junto con sus colegas Mark Mahowald, y Carlos Schenck, que es uno de los expertos más eminentes del mundo en parasomnias, un término paraguas para los comportamientos no deseados del sueño, con frecuencia reciben solicitudes de ayuda de abogados. Para distinguir entre su labor médica y legal, los doctores iniciaron una entidad independiente en 2006, con Bornemann al timón y Mahowald Schenck como consultores. Se hacen llamar Sleep Forensics Associates.
Referencia: ScientificAmerican.com ,
Autor: James Vlahos 20 agosto 2012
Autor: James Vlahos 20 agosto 2012
Fuente: http://www.scientificamerican.com/article.cfm?id=what-sleep-crime-tells-us-about-consciousness
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