El asma es una enfermedad crónica que afecta más que 17 millones de estadounidenses (entre 3 y 4 por ciento de la población)
El asma se produce cuando los factores desencadenantes (o irritantes) provocan la inflamación de los tejidos de las vías respiratorias, lo que dificulta el pasaje del aire hacia los pulmones y, como consecuencia, la respiración. Los síntomas típicos del asma incluyen estornudos, tos, agitación y falta de aire.
¿Cuáles son los principales factores desencadenantes del asma?
Existen numerosos factores que pueden desencadenar un ataque de asma. Alergenos tales como el polvo, el moho, el polen, algunos animales e incluso algunos alimentos; contaminantes del aire como el humo del cigarrillo, el humo del escape de los automóviles, el smog o limpiadores en aerosol, los resfríos y especialmente las infecciones respiratorias, los cambios climáticos, el ejercicio o ciertos medicamentos.
¿Cuántos estadounidenses padecen asma causado por alimentos?
No es muy frecuente el asma causado por alimentos, sólo se presenta en 6 a 8 % de los niños asmáticos y en menos de 2 % de los adultos.
¿Pueden los alimentos desencadenar un ataque de asma?
Muy pocos. Durante muchos años se ha sospechado que hay alimentos o ingredientes que podrían causar o exacerbar los síntomas de las personas asmáticas. Después de años de investigación científica y clínica, son muy pocas las evidencias concluyentes que confirmen que ciertos alimentos desencadenan ataques de asma. Los sulfitos, los dióxidos de sulfuro y otros agentes presentes en los alimentos (como por ejemplo, en las frutas secas, papas cocidas, vino, jugo de limón y de lima exprimidos y camarones) y otros alergenos de los alimentos (como la leche, los huevos, el cacahuate, las nueces (frutas oleaginosas), la soja, el trigo, el pescado y los crustáceos) pueden desencadenar ataques de asma. Sin embargo, muchos de los ingredientes de los alimentos, como por ejemplo, los colorantes vegetales, conservantes como el BHA y BHT, el glutamato monosódico, el aspartame y el nitrito no han sido vinculados de manera concluyente con el asma.
¿Qué pueden hacer los pacientes asmáticos para evitar ataques causados por los alimentos?
La mejor forma de evitar el asma inducido por los alimentos es eliminar o evitar el alimento o ingrediente dañino de la dieta o del medio ambiente. La lectura de la información sobre ingredientes en las etiquetas y saber exactamente dónde se hallan los alimentos que desencadenan el asma son las mejores defensas contra un ataque de asma inducido por alimentos. Los objetivos principales de la atención y tratamiento de un paciente asmático es mantenerse saludable, no tener síntomas y disfrutar de los alimentos, hacer ejercicio y utilizar los medicamentos de manera apropiada, adoptar un plan específico desarrollado entre el médico y el paciente.
Una preocupación bastante frecuente en pacientes asmáticos y muy especialmente en los familiares de niños con asma, es la de conocer cuál es la alimentación más adecuada para mantener el aparato respiratorio lo más fortalecido posible en sus defensas naturales y en condiciones de sobrellevar de la mejor manera las crisis o episodios asmáticos.
La alimentación saludable
Desde el punto de vista general, puede decirse que la mejor forma de cuidar y fortalecer al aparato respiratorio (y a otros órganos y sistemas orgánicos) desde el punto de vista de la alimentación, es seguir las pautas de un régimen normal
¿Qué se entiende por una régimen alimentario o dieta normal?
El régimen normal es el que provee de nutrientes y de calorías en cantidad suficiente (ni menos ni más de lo que el cuerpo necesita), de manera completa (todos los nutrientes y no sólo algunos de los considerados importantes) y equilibrada y, por sobre todas las cosas, adaptado a cada individuo. El tema de la adaptación es un elemento fundamental que hace que la dieta sea como el propio ser humano: una entidad única y propia de cada persona. La adaptación implica tener en cuenta la conformación física (peso y estatura), la edad, el tipo de actividad física que se desempeña y aspectos culturales y socioeconómicos del grupo humano al que pertenece. Si la persona padece algún tipo de enfermedad, tanto aguda como crónica, la alimentación tendrá, por supuesto, que adaptarse a la presencia de síntomas particulares o al habitual incremento en la necesidad de nutrientes y calorías.
Si la alimentación del asmático se ciñe a estos parámetros, ya nos estaremos asegurando de que vamos por el buen camino, pero es bueno reconocer que aún persisten dudas acerca de que papel juegan las vitaminas y los llamados antioxidantes en el buen equilibrio de la vía aérea.
Como fuera comentado en otra nota (Tabaquismo y alimentación) existen ciertos micronutrientes, conocidos vulgarmente como vitaminas y antioxidantes, que protegen al cuerpo del daño producido por sustancias tóxicas. En el caso del asmático, el dióxido de carbono y el ozono del aire inspirado afectan la mucosa de las vías aéreas perturbando su funcionamiento e impidiendo la reparación de estas estructuras inflamadas. Dentro de estos nutrientes se destacan el magnesio y las vitaminas A y C.
Magnesio y asma bronquial
Entre otras múltiples funciones, el magnesio favorece la dilatación bronquial, relajando la musculatura propia de estas estructuras, y reduce la inflamación de la vía aérea en general. Por este motivo, es importante incluir en la alimentación cotidiana alimentos tales como cereales, nueces, vegetales de hoja y productos lácteos. También el pescado constituye una buena fuente de magnesio, a la vez que aporta un tipo especial de ácidos grasos, que tendrían propiedades antiinflamatorias (los famosos ácidos grasos omega 3, de los que probablemente haya oído hablar).
Vitamina A
Es fundamental porque otorga vitalidad a las mucosas, entre las que se cuentan las del árbol respiratorio. Si la mucosa (capa que recubre por dentro los bronquios) se encuentra sana, tanto las cilias (pequeños pelitos) como la elaboración de mucosidad pueden actuar como barrera defensiva frente a sustancias contaminantes o bacterias y virus respiratorios. Los alimentos que aportan una buena cantidad de vitamina A o carotenos (sustancias que se transforman en vitamina A) son los huevos, el hígado, los lácteos, los vegetales de hoja, las hortalizas amarillas (zapallo, zanahoria, calabaza), las frutas rojas y los brócolis.
Vitamina C
La vitamina C no sólo es un buen antioxidante: también colabora en la prevención de infecciones respiratorias y favorece la reparación de tejidos inflamados.
Por eso, no deje de consumir frutas (especialmente las cítricas) y hortalizas frescas.
En síntesis, una alimentación variada y natural proporciona todos los elementos necesarios para mantener saludable su aparato respiratorio. Sólo en situaciones especiales, el profesional que lo asiste puede recomendarle suplementos vitamínicos y antioxidantes, pero no es recomendable ingerirlos sin consejo médico.
El asma infantil, la enfermedad crónica más habitual entre los menores de 14 años, es una patología de las vías aéreas caracterizada por episodios recurrentes, más o menos frecuentes, de tos, silbidos en el pecho al respirar y ahogos que no se deben a otras enfermedades. Se estima que, dependiendo de la zona geográfica, entre el 5% y el 15% de niños la padecen. Pero lo más llamativo es que su incidencia se está incrementando de forma alarmante y que en las dos últimas décadas los casos se han duplicado. En la infancia es más frecuente entre los hombres que en las mujeres, con una relación de 2 a 1, pero a medida que se acercan a la pubertad y a la adolescencia la frecuencia entre ambos sexos se va igualando. Por regla general, los niños asmáticos mejoran en la pubertad y adolescencia, pero entre un 30% y un 50% volverá a tener síntomas a partir de los 20 años. El asma infantil ocasiona, además de frecuentes hospitalizaciones en los casos más severos, una disminución de la actividad del niño y absentismo escolar.
Obstrucción de las vías aéreas
El asma se produce porque el aire no llega a los pulmones debido a la obstrucción de las vías aéreas. Tres tipos de síntomas definen esta enfermedad: la inflamación crónica de las paredes bronquiales, la hiperreactividad bronquial y, en consecuencia, el estrechamiento de los bronquios y la obstrucción total o parcial del flujo aéreo. La causa más conocida de asma es la reacción alérgica de hipersensibilidad inmediata, es decir, ante la presencia de proteínas que el organismo identifica como extrañas, se produce una reacción inmediata a nivel de las paredes bronquiales, que se inflaman y estrechan. Como consecuencia aparecen la tos, los pitidos en el pecho y, en ocasiones, los ahogos.
¿Por qué se produce la alergia?
Durante muchos años se pensó que el recién nacido era inmunologicamente virgen y que sólo después del nacimiento y al entrar en contacto directo con el medio ambiente se iniciaba la respuesta inmunológica. Actualmente se sabe que ésta se inicia ya en el periodo intrauterino, que el niño nace ya con la capacidad de responder inmunologicamente a alérgenos comunes, y que esta capacidad de respuesta se modifica después del nacimiento. El primer encuentro entre los alérgenos y las células encargadas inicialmente de organizar las defensas inmunológicas, los linfocitos T, se produce en el periodo fetal. Diversos factores maternos y ambientales, como la presencia de anticuerpos en la madre y las exposiciones diversas que llegan por vía placentaria, actúan durante la gestación para determinar la respuesta inmunológica. La alergia, que es una aberración de la respuesta inmunitaria normal, parece generarse en este periodo. Así hablamos de atopia, de niños atópicos, cuando ante determinados alérgenos reaccionan de forma exagerada.
Factores que pueden predisponer
Tras el nacimiento se modula la respuesta inmunológica del bebé, dependiendo de circunstancias ambientales todavía no muy bien conocidas, aunque se sabe que algunos factores pueden influir:
• El mayor grado de higiene en los hogares del mundo desarrollado, que disminuye los contagios infecciosos pero parece debilitar la respuesta inmunológica del organismo y favorece las alergias.
• El aumento de vacunaciones, que se asocia con un incremento de la incidencia de alergias y de atopia (reacción exagerada a un alergeno).
• Se sospecha también que el uso frecuente de antibióticos en las infecciones de la primera infancia favorece la aparición de alergias.
• La microflora intestinal parece jugar un importante papel, y por ello las modificaciones en el estilo de vida y alimentación de los países desarrollados podrían influir de en el incremento de los casos de alergia.
• La exposición intensa a alérgenos en los primeros periodos de vida, sean vegetales o animales, se asocia con un aumento de la sensibilización en los tres primeros años de vida, lo que provoca una mayor incidencia del asma en los últimos años de la infancia y en la adolescencia.
• El desarrollo de la enfermedad alérgica a nivel pulmonar se ve facilitado por la exposición al humo del tabaco y otros contaminantes atmosféricos.
• Las infecciones respiratorias en los primeros seis meses de vida refuerzan el sistema inmunológico y los niños muestran menor frecuencia de asma. Ahora bien, la infección por virus respiratorio sincitial se asocia con una mayor frecuencia de alergia.
Estos hechos explicarían el notable incremento del asma infantil y de otras enfermedades alérgicas en los países desarrollados.
Diagnóstico
El número de alérgenos -sustancias que pueden producir alergia- es enorme, pero los más frecuentes son los ácaros del polvo, los pólenes, los mohos y algunos alimentos. El diagnóstico del asma infantil es fundamentalmente clínico, basado en los síntomas y en la historia y exploración clínicas. Los episodios recurrentes de tos o de silbidos al respirar pueden deberse al asma, sobre todo si se agravan con el ejercicio físico y se complican con infecciones virales. También se puede sospechar que el niño padece asma si la tos comienza ante la presencia de determinados alérgenos o presenta una variabilidad estacional. La pruebas funcionales respiratorias, fáciles de realizar en adultos, son complicadas para ser practicadas a niños, aunque ahora hay dispositivos que permiten obtener datos fiables. Diagnosticado el asma, hay que plantearse el tratamiento, que se establecerá en función de la severidad del cuadro clínico. La gravedad del asma viene determinada por la intensidad de las crisis y por su frecuencia.
¿Cómo hay que actuar ante un niño con asma?
Lo más importante es no dramatizar su enfermedad, no sobreprotegerle ni tratarle de forma diferente por padecer asma. Conviene informarle sobre su trastorno, explicándole cómo controlarlo con medicamentos -si los precisa- y enumerándole los factores pueden desencadenar en él una crisis. Se debe intentar disminuir la ansiedad que provoca la enfermedad y atajar en la medida de lo posible el absentismo escolar. Para ello nada mejor que promover su participación en las actividades escolares y de ocio que su estado de salud le permita. El niño asmático debe evitar el humo del tabaco, conviene que nadie fume en su presencia. En casa es preferible no tener animales domésticos, no utilizar almohadas y cojines de plumas ni alfombras y moquetas. Hay que mantener en el interior de la casa una humedad relativa inferior al 50%, y si es sensible a pólenes y mohos, habrán de cerrarse las ventanas en las estaciones con alta concentración de polen. Los niños asmáticos alérgicos a los ácaros del polvo doméstico pueden beneficiarse de vacaciones en altitudes superiores a los 1000 metros, mientras que los alérgicos a los pólenes se benefician de vacaciones en la costa.
Cuando se desencadena una crisis hay que controlar el pánico, pues esta reacción de los padres puede poner aún más nervioso al niño y empeorar la crisis. Si habitualmente se controla con medicación, generalmente en forma de inhaladores, adminístreselo. En caso de crisis grave o que no cede con la medicación habitual, no dude en ponerse en contacto con el médico. Normalmente en las consultas se suministran folletos informativos que ayudan a las familias a saber como hay que comportarse.
Tratamiento
El tratamiento del asma es complejo y hay que adaptarlo al niño en función del tipo de asma que padezca, de la mayor o menor severidad, de la edad... Siempre que sea posible, la medicación del asma debe administrarse por vía inhalatoria. Básicamente hay dos clases de fármacos: los de control a largo plazo o de tratamiento de fondo, que se utilizan de manera regular, continua, para prevenir los ataques y mantener las vías respiratorias expeditas (esteroides inhalados, inhibidores de leucotrieno, broncodilatadores de ación prolongada, cromolina sódica o nedocromil sódico, aminofilina o teofilina, combinaciones de antiinflamatorios y broncodilatadores), o los medicamentos de alivio rápido de las crisis, que se administran cuando se presenta un ataque de asma (brondilatadores de acción corta, corticoesteroides orales o intravenososo).
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