miércoles, 13 de noviembre de 2019

El paciente impaciente: Enfermos pero «sobradamente preparados» e informados

La entrega de hoy del proyecto #CartasaElla versa sobre los cambios que se han producido en la atención médica, la relación con los médicos o conceptos como paciente o enfermo.

 Estamos cada vez más y mejor informados y exigimos una atención diferente. Estamos mejor preparados para gestionar nosotros mismos nuestra salud y enfermedad.

Querida nieta, siempre me he preguntado porqué nos llaman «pacientes». Sí, cuando enfermamos ¿por qué nos dicen pacientes y no enfermos? Cuando perdemos la salud o nos encontramos mal y sospechamos dicha pérdida estamos impacientes por recuperar la salud ¿no?

 Pero nos consideran pacientes. La palabra paciente puede relacionarse con otra de distinto origen etimológico, como pasividad.

Durante décadas a los médicos se les reconoció como los «jefes de la tribu» y un enfermo en sus manos era algo así como un ente pasivo, obediente, inactivo, que no mostraba interés por plantear preguntas y cuestionar lo que no le resulta familiar o exponer sus dudas o creencias e ideas en la consulta con el profesional de la salud.

El médico mandaba y tú obedecías… con paciencia.

La palabra maldita proviene del latín «patiens» que significa padecer o sufrir. Paciente es un adjetivo que hace referencia a quien tiene paciencia, la capacidad de soportar o padecer algo, pero también de saber esperar.




El término suele utilizarse para nombrar a la persona que padece físicamente y que, por lo tanto, se encuentra bajo atención médica.

Los sujetos pacientes, los enfermos, pueden ser de varias maneras:

-Los tímidos. Aquellas personas muy calladas que acatan todo lo que se les dice y que no preguntan nada aunque no entiendan lo que les están diciendo.

-Están los «sabelotodo», personas que saben qué es lo que les ocurre, qué enfermedad tienen y son capaces de autodiagnosticarse y de medicarse ellos solos. Son sus propios médicos y estos, agentes que han de darles la razón, profesionales con los que corroborar su diagnóstico.

-Los reflexivos, siempre atentos a lo que les cuentan «sus» médicos y muy interesados por todo el proceso de diagnóstico, aparatos, tratamientos, etc.

-Los muy escépticos. Aquellos enfermos que desconfían por sistema de lo que les dicen los profesionales e incluso dudan de la propia profesionalidad de los mismos.

Hoy se habla menos de pacientes y se utiliza un término con la pesada significación de la burocracia a sus espaldas: Usuarios. Enfermas y eres un usuario de los servicios que ofrece la sanidad. ¿Es un poco despersonalizado el concepto verdad Ella? Así que cuando enfermamos somos poco pacientes y bastante impacientes y usuarios, objetivamente lo somos porque utilizamos unos servicios sanitarios pero lo que somos es personas enfermas.

Las cosas, no obstante nieta mía, están cambiando. Desde que se popularizó Internet las relaciones de las personas con los sistemas sanitarios han ido cambiando. Pacientes hay que ser pues hay que armarse de paciencia para soportar las enormes listas de espera, ha habido personas que han muerto esperando una operación de cirugía.

También hay que ser pacientes para aguantar un sistema en el que los médicos apenas cuentan con unos pocos minutos para atender a cada «impaciente». Pese a que la estructura sanitaria y la cultura médica tradicional se resisten a los cambios, los enfermos están más informados, son más exigentes y quieren participar más en la toma de decisiones.

De manera tradicional se ha asociado al paciente con la imagen del anciano en la sala de espera de un centro de salud hasta que llega su turno y de manera casi sumisa acata las decisiones de su médico. Pero también están los que llegan a la consulta tras haber estudiado su problema con el «Doctor Google». Los enfermos hoy están mucho mejor informados y son más exigentes.

Es evidente que la consulta a Google no sustituye a la de un buen médico pero también lo es que ayuda mucho al acto médico que el enfermo vaya preparado.

Según datos recogidos por la propia empresa Google, las búsquedas sobre salud más realizadas en los últimos años empiezan por cómo evitar los gases, la ansiedad o la caída de cabello, seguido de cómo evitar los ronquidos o la eyaculación precoz y terminando la lista con cómo solucionar el mal aliento.

Se habla incluso aunque aún poco de «Cybercondría», que no es más que un tipo de hipocondría -la obsesión por la salud– que ha aparecido en los últimos años a raíz del aumento de autodiagnósticos en la red. Y es que buscar en Internet sobre una dolencia leve y solucionarla está bien porque ahorra una visita al médico pero también puede ocurrir que con lo que demos sea con un síntoma de algo más grave y para descubrir eso es útil acudir al médico.

Vaya Ella, que en ocasiones Internet será una buena herramienta para la autogestión de la salud y en otros casos tendremos que acudir al consejo profesional del galeno. El perfil de estos también ha ido cambiando aunque todavía queden doctores de esos excesivamente serios, paternalistas, que tratan con cierta suficiencia y superioridad a «sus» pacientes y que no les ofrecen muchas explicaciones sobre lo que les ocurre y cómo operar.

Este enfermo, que muchas veces ha tenido que esperar más de lo deseable para poder sentarse ante el médico, se convierte con facilidad en un paciente impaciente”, escribía en El País Milagros Pérez Oliva.

Y es verdad que muchos médicos creen que si garantizan una buena calidad técnica a la prestación sanitaria, el paciente quedará satisfecho. Pero ya no es así. La tecnología puntera es necesaria, imprescindible, pero no suficiente. Un médico que mira más su ordenador que al enfermo genera desconfianza y ofrece una imagen de falta de interés por lo que te sucede, que en muchas ocasiones no es bueno pues si no, no acudirías al médico.

Las personas enfermas quieren gestionar más su salud y su enfermedad. Quieren un trato más personalizado, tener una mayor implicación en la toma de decisiones sobre los cuidados. Y también piden que les traten con respeto y dignidad, algo que en muchas ocasiones no sucede porque los sistemas sanitarios están masificados y reinan la prisa y la mala atención.




Los pacientes son ahora más cultos y como vivimos en la sociedad de la inmediatez exigimos respuestas rápidas, tiempos de espera más cortos. Como argumenta Oliva, somos menos tolerantes con las esperas, las colas, la falta de consideración o simplemente, la falta de información.

Escribe el catedrático de Tecnología farmacéutica, Juan Esteva de Sagrera:

El médico antiguo y también el farmacéutico, era un profesional paternalista y condescendiente, que se consideraba un experto y trataba al enfermo como a un menor de edad. Intentaba curarle y favorecerle, pero era una relación asimétrica, en la que todo el poder y con él todas las decisiones, estaba en el lado del profesional, mientras que al paciente sólo le quedaba hacer honor a su nombre y esperar, con infinita paciencia, que las decisiones tomadas por los expertos fuesen acertadas».


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