jueves, 21 de mayo de 2020

Covid-19: ¿Cómo sería la Vacuna Ideal para prevenir la enfermedad?

Desde que comenzó la crisis sanitaria de la Covid no ha parado de citarse la vacuna y cuando se hace el tono que adquiere la charla o la información suele ser típico de la dialéctica del solucionismo. 

Poco menos que se espera que la vacuna del actual coronavirus esté lista ya, sea 100% efectiva, totalmente segura y que esté disponible para todo el mundo. En definitiva, queremos que sea «la solución» a todos los males que sufre hoy la humanidad. 

Ya nos gustaría que así fuera pero conviene tener algunas cosas en cuenta para no llevarse a engaño luego.

 La vacuna no es la solución, es un tratamiento que si se logra de una calidad óptima puede ser de gran ayuda para combatir la enfermedad. 

Ahora bien, si como suele ser norma con todos los medicamentos, este llega protegido por una patente sucederán varias cosas graves.

-No conoceremos su verdadera eficacia y seguridad y con probabilidad NUNCA. ¿Por qué? 

Los datos que avalen (o no) esas condiciones, tan necesarias en un tratamiento médico, estarán protegidas legalmente por la figura del «secreto comercial», la farmacéutica que la patente no tendrá porqué ofrecer esos datos ni mucho menos publicarlos para que otros equipos de investigación puedan corroborarlos y/o usarlos para mejorarla o para hacer un producto similar o incluso mejor. Esto es muy bueno para el descubridor y muy malo para la población y la ciencia.

Claro, si no sabemos si el producto es bueno; es eficaz y seguro y hasta qué punto concreto y exacto, no tenemos la mínima información deseable para valorar si lo usamos o no y en qué medida y con qué criterios. Iremos a ciegas y podemos vernos en la tesitura siguiente: que se vacune a la gente con algo que no sabemos bien para qué sirve.

-Hay un escenario más preocupante. Las vacunas tienen la particularidad de que se ofrecen (no son obligatorias sino que las que se incluyen en los calendarios de vacunaciones se consideran recomendadas) a personas SANAS. 

Toda intervención médica conlleva un riesgo, toda. Si los datos sobre seguridad (además de los de eficacia) llegado el caso están «protegidos» -los datos no los usuarios- se estará exponiendo a la población a un riesgo que como careceremos de datos no sabemos si es asumible.

-El escenario puede aún ser más paradójico. Si una remedio como la vacuna, envuelta de ese halo de infalibilidad que conllevan esos tratamientos está lista coincidiendo con un estado de alarma o en un momento en el que sigue vigente la declaración de pandemia hay gobiernos que podrían con las leyes en la mano OBLIGAR a vacunar.

 Lo harían con un producto que aunque presenta ensayos clínicos, la información de los mismos -toda la información, no sólo la que interesa a sus productores, que como suele suceder es la que dan a conocer y la ley les ampara- del que no se conoce realmente si funciona y se puede usar con seguridad.

-Hoy existen unos cien ensayos clínicos en marcha en todo el mundo para encontrar La Vacuna. Existe una carrera en la que los países, por lo general los que tienen una farmacéutica nacional experimentando, están participando en ellos. Se están dando facilidades, en concreto dejando que las farmacéuticas se salten pasos destacados en la investigación y desarrollo de ese medicamento para acelerar su búsqueda y éxito. 

Esto es un peligro porque una nueva vacuna tarda años en ponerse en el mercado, todo lo que se haga pro acelerar puede conllevar una merma en la calidad del producto; que no sea lo eficaz que se necesita o que provoque daños o ambas cosas y esto lo sufrirían personas sanas, insisto.

-Por lo tanto, si se aceleran los procesos hay que estar más atentos que nunca al resultado, a la calidad del producto. 

De encontrarse una vacuna que merezca la pena debería de carecer de patente para que esté disponible el conocimiento científico en torno a la misma y que su precio sea bajo y por ello accesible a la mayor parte de la población mundial.

En el pasado, sucedió durante la pandemia de gripe A de 2009-10, que por suerte no llegó a ser tal, para «incentivar» a las farmacéuticas a investigar y encontrar La Vacuna rápido, se las eximió de responsabilidades legales.

Si su producto provocaba daños no tendrían que responder por él. Y el producto provocó daños. En concreto a personas sanas les produjo narcolepsia, una enfermedad nerviosa. Esto podría evitarse de manera sencilla. Dado que, por lo general, las vacunas y otros fármacos comienzan a ser investigados en centros públicos que estos continúen con ese trabajo, que no sea vendido a una empresa privada que continúe el desarrollo del tratamiento. Que lo que empieza siendo público termine siéndolo.

La vacuna ideal pues sería, rigurosamente necesaria; investigada y desarrollada por entes públicos; sin patente y cuyos datos se hagan públicos; y ofrecida a la población pagada por los estados (a bajo precio) respetando la libre elección de tratamientos médicos de las personas sanas a las que se destina.


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