En un fantástico artículo de análisis publicado el mes de noviembre en la revista El Viejo Topo, Clara Valverde -enfermera, activista de la Liga SFC y colaboradora de este blog-, nos alerta del falso espíritu positivo que de manera constante se alienta desde el poder:
Las palabras no son neutras: sirven para hacer algo en el que las escucha. Para empezar, construyen sentido común. Eso lo sabe muy bien el capitalismo; así, la primera y más necesaria tarea del neoliberalismo es construir el consentimiento de los ciudadanos para poder mantener las injusticias y desigualdades.
Dicho y hecho: mediante el tan de moda “pensamiento positivo” se está produciendo la incorporación de las ideas y del lenguaje de los ricos y los privilegiados en las mentes de las clases subalternas. Y esa es la más poderosa táctica para reforzar y mantener el neoliberalismo.
El lenguaje se utiliza para el control social y a esas clases subalternas (me gusta el concepto), que no cuentan o sólo cuentan para producir y consumir de manera acrítica, se les intenta inculcar que viven en un mundo de fantasía, en el mejor de los mundos posibles, que la crisis es sólo eso, un estadio temporal negativo que se supera con reilusionarse:
El desarrollo y el uso del positivismo es una aplicación muy útil del lenguaje para el control de las mentes de los ciudadanos en tiempos neoliberales. Con el uso del llamado “pensamiento positivo” se está pasando del control externo al control sistema interno de la población en todos los aspectos de la vida: laboral y económico, sanitario, educativo, etc. Vemos cómo la infiltración de los valores neoliberales en los individuos que interiorizan estas normas sociales y pensamientos, les impiden ver la realidad del neoliberalismo.
También les hace sentirse culpables de su situación individual: paro, problemas para pagar la hipoteca, enfermedad, etc. El ciudadano, en un trabajo precario o en el paro, bombardeado con mensajes de la importancia de “pensar en positivo”, desarrolla dudas sobre sus posibles desacuerdos con las políticas actuales y su malestar con su propia situación. Crear dudas en la población es de gran importancia para que el Estado y sus elites lleven a cabo sus proyectos económicos.
Con la expansión de un “pensar en positivo” se distrae a la población de los verdaderos problemas, de sus culpables y de las soluciones que no pueden lograrse sino desde lo colectivo y para ello la población debe ser consciente de la verdadera situación.
En el ámbito de la salud, el positivismo está siendo de gran utilidad para las administraciones sanitarias en tiempos neoliberales para deshacerse de la responsabilidad de atender a las personas enfermas. Se intenta convencer a los ciudadanos de que su salud es sólo su responsabilidad individual, y que cualquier enfermedad es el producto de “actitudes negativas” y no de, entre otros, factores como las desigualdades socio-económicas, los tóxicos en el medio ambiente, los desarreglos orgánicos o la microbiología. En resumen: se culpa al enfermo.
Publicado por Miguel Jara el 10 de diciembre de 2011
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