Con la llegada al mercado de las bombillas de bajo consumo se logró reducir el gasto de energía pero no la contaminación.
Su contenido en mercurio supone un peligro para la salud cuando se rompen y sus gases son inhalados.
El uso de lámparas de bajo consumo se impuso por ley sin considerar los riesgos sanitarios y ambientales cuando se rompen o desechan.
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