El mejor regalo para los niños se llama TIEMPO
Tiempo, ese es el nombre del mejor regalo para los niños. No lo venden en jugueterías ni tampoco por internet. Solo se encuentra en nosotros, en nuestra disposición y en ser conscientes de que un cuento no debe leerse en 2 minutos.
Dedicarles tiempo a los niños no significa dejarles el móvil, ponerles la tablet o enchufar la televisión en su canal favorito. Tampoco eso es educación, ni cariño, ni afecto.
La infancia es una de las etapas más importantes de la vida en la que se entreteje la tela de nuestra evolución. Así, los niños están inmersos en miles de cambios que a veces los adultos ni siquiera percibimos y que, por lo tanto, nos perdemos si no estamos atentos.
“La prisa es negativa, no explicar las cosas con calma puede dar lugar a equívocos. Hay que crear el clima para que los críos hagan preguntas y dar tiempo para que todo quede redondeado y que no queden flecos. Cualquier tema contado con calma y con entusiasmo capta el interés de los niños. Pero para eso hay que vivirlo, creértelo. Todo se queda dentro si no tienes tiempo para sacarlo”
Educar y compartir momentos “a fuego lento” significa respetar sus ritmos, darles espacio para desarrollarse, que no se salten etapas, que crezcan y que evolucionen sin el estrés y la exigencia que hemos generado a su alrededor.
Esta perspectiva educativa se basa en la filosofía slow, la cual manifiesta la necesidad de privilegiar un ritmo de vida más calmado, promoviendo así la madurez, la evolución y la creación de lazos desde la progresión natural del niño, sin prisas.
Así se consigue apoyar al pequeño en cada paso, no forzar sus etapas evolutivas y ofrecer oxígeno psicológico a su educación, olvidando el marcaje e impregnando de deleite cada pequeño aprendizaje, cada muestra de afecto y cada colección de motivos.
Que las prisas no te roben la magia de la infancia
Las prisas son nuestras peores consejeras. Ellas se encargan de robarnos los momentos más preciados y los detalles más maravillosos de la magia de la infancia. Ahora bien, si nos paramos a pensar, quizás podemos ponerle remedio a esto.
Los deberes, ordenar la casa, ducharse, fútbol a las seis, cumpleaños a las ocho, cenar a las diez… Todo el día al trote…y al galope. ¿Qué queremos conseguir con eso? ¿Están disfrutando nuestros niños? ¿Estamos siendo conscientes de lo que nos estamos perdiendo y de lo que les estamos haciendo perder?
Probablemente no. Debemos hacer el ejercicio de reflexionar si ofrecemos TIEMPO a nuestros niños, si jugamos con ellos lo suficiente y si organizamos su día a día reservando momentos en los que nos dediquemos en exclusiva a ellos y a nosotros en conjunción.
Así, es importante que:
Dejemos a un lado las prisas desde primera hora del día, despertemos a nuestros niños con cariño y ofrezcamos un desayuno de amor con tranquilidad.
Saboreemos cada comida con ellos sin distracciones como la televisión o las revistas. Podemos jugar al veo-veo, podemos hablar sobre las cosas cotidianas y profundizar en la expresión de los sentimientos y emociones.
Es bueno preservar “momentos de secretos” en los que solo vayamos a hablar sobre nuestras cosas con total sinceridad.
Podemos hacer excursiones a lugares tranquilos, a paisajes naturales y a entornos que nos inviten a explorar y a experimentar juntos.
Es bueno bañarnos de vez en cuando en vez de ducharnos a toda prisa.
Es esencial dejarles elegir, pues a veces marcamos en exceso su día a día y boicoteamos sus anhelos, expectativas y decisiones.
Apagar los móviles y todos aquellos aparatos electrónicos que, como sabemos, absorben nuestra atención.
De vez en cuando podemos tirarnos en cualquier lugar de la casa y no hacer absolutamente nada.
Buscar juegos que potencien su creatividad, sus inteligencias y su capacidad de sentir.
. El mejor regalo es compartir con ellos el bien más preciado que existe en la vida y que nunca vuelve: el tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario