¿Qué cantidad de contaminantes radiactivos puede ser consumido como alimento por los japoneses tras las filtraciones de la averiada central nuclear Fukushima 1?
Más que suficientes. Los peces capturados en las cercanías de la central podrían contener una cantidad de cesio radiactivo 124 veces mayor a la dosis permisible.
Un canal de televisión nipón mostró en días recientes un calamar gigante capturado por un pescador local. El público todavía no ha digerido la noticia del “mutante de Fukushima” (como fue bautizado este ejemplar) cuando el periódico Asahi presentó otra noticia terrorífica sobre los peligros del consumo de un plato nacional: una especie de carpa negra japonesa (Acanthopagrus schlegelii schlegelii). Resulta que el nivel de contaminantes en esta carpa es simplemente monstruoso. Claro, Asahi señala que estos niveles se han detectado solo en uno de cada treinta y siete ejemplares capturados. También otras dos especies de este grupo presentaron concentraciones de sustancias nocivas que superaban en dos y cuatro veces respectivamente las normas, mientras que el resto no ofrecían peligro. Las pruebas fueron realizadas por la Agencia de Investigaciones de la Pesca en el delta del río, cuarenta kilómetros al sur de la central averiada, y son una parte de una investigación de mayor envergadura, mediante la cual están determinando los niveles de sustancias peligrosas procedentes de Fukushima presentes en la cadena alimentaria humana.
La contaminación radiactiva procedente de productos alimenticios se va acumulando en el organismo humano y provoca enfermedades que le matan lentamente. De la central de Fukushima periódicamente suceden fugas de agua radiactiva al mar. En un principio, las radiaciones colman el primer eslabón de la cadena alimenticia: los microorganismos y micro flora. Maxim Shingarkin, vicepresidente del comité de Recursos Naturales de la Duma Estatal, nos explica:
—Relativamente hablando, de decenas de células de algas se sintetiza una célula de un molusco. Decena de células de un molusco, que han acumulado radioactividad de las algas, se convierten en una célula de un pez. Cuando el ser humano consume pescado, esto significa que consume un nivel de radiactividad equivalente al concentrado en toneladas de agua. O sea, a medida que avanza la cadena alimenticia, la concentración de contaminantes asciende.
La captura de carpas negras en las costas de las prefecturas de Fukushima y Miyagi y su venta en los mercados están prohibida. Pero es imposible borrar de un golpe los hábitos alimentarios de los japoneses. Ellos quieren consumir su pescado predilecto, que consumen desde hace siglos. Por medio de mensajes semejantes al del artículo de Asahi, las autoridades ponen sobre aviso a la nación. Los llamados y las prohibiciones no son muy efectivos, señala el experto:
—Las autoridades del país tienen que cambiar el concepto del mundo de sus conciudadanos utilizando los medios más sofisticados, para evitar con ello un estallido social. Por ello este tipo de publicaciones no son más que un simple mecanismo de control de la nación que se encuentra en la antesala de una catástrofe radiactiva.
Si bien estos datos han sido publicados, solo son la punta del iceberg. Durante los tres años posteriores a Fukushima, Tokio más bien ha disminuido las cifras. En realidad, la situación es mucho peor, afirma el consejero de la Academia de Ciencias de Rusia, el profesor y ecólogo Alexéi Yáblokov:
—La pregunta es la siguiente: ¿por qué solo una especie de peces entre más de cuarenta tiene esta concentración tan grande de radio nucleídos? Ya que desconocemos las vías de dispersión de estas sustancias, podemos suponer que existen grandes cantidades de peces con niveles de contaminación muy peligrosos. En ello radica el problema. Y la fuente de la contaminación todavía no está clara.
Si seguimos esta lógica, podemos prever un cuadro harto tenebroso de las consecuencias de Fukushima. Dentro de varios años una porción considerable de la producción pesquera de Japón estará contaminada con productos radiactivos. Ballenas radiactivas (criaturas que encabezan la pirámide alimentaria marina) surcarán el Océano Pacífico. Y en la próxima década es previsible un incremento de las enfermedades oncológicas entre la población nipona.
Sin embargo, es posible comerse una carpa negra contaminada como la descrita por Asahi sin mayores consecuencias, bromean los expertos. No se trata de dosis mortales para un ser humano. Lo importante es no consumir este pescado habitualmente.
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