Max logró detectar en su dueña un tumor cancerígeno a pesar de que los exámenes médicos no lograron registrarlo; gracias a esto Maureen Burns fue oportunamente operada.
Ya existían antecedentes de perros que son capaces de detectar la presencia de tumores cancerígenos en un humano. Por ejemplo el caso de Marine, un labrador negro que investigadores en Japón utilizaron para hacer pruebas y que obtuvo un 90% de eficiencia en la detección de cáncer en intestinos. Sin embargo, recientemente se registró una caso mucho más ‘intimo’, ya que Max, un colliede nueve años, alertó a su ama, Maureen Burns, de la presencia de cáncer en uno de sus senos.
Burns notó un comportamiento inusual en su mascota: “Las extrañas señales eran que el venía a mi y tocaba mi seno con su nariz, luego retrocedía y expresaba tristeza en su mirada”. El extraño ritual de Max coincidía con que ella justo había ubicado un pequeño quiste, pero había descartado cualquier problema tras realizarse una mastografía que arrojó resultados negativos. Ante la insistencia de Max, su dueña acudió nuevamente a realizarse el mismo estudio, con los mismos resultados que el anterior, y no fue hasta que se sometió a una biopsia, que los médicos confirmaron que tenía cáncer.
Tras someterse a una cirugía para removerle el tumor, lo cual afortunadamente ocurrió a tiempo y en buena medida gracias a la alerta de su perro, Burns regreso a su casa y asegura que inmediatamente notó un cambio en el comportamiento de Max: “Colocó su nariz en mi pecho para ‘checar’ el lugar donde me habían hecho la operación y mostró señales de alegría.”
Esta historia, más allá de reafirmar los indicios de que los perros pueden detectar, por medio del olfato, la presencia de cáncer en una persona –con los beneficios que esto puede implicar en el campo de la medicina–, es un episodio más en la ancestral historia de conexión y lealtad interespecies que puede gestarse entre humanos y canes.
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