Recuerdo un día de mi infancia, cuando tenía cerca de 5 años, en que mis hermanos mayores (de 6 y 7 años) estaban peleando en el patio de la casa.
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Nuestro perro, un hermoso ovejero alemán llamado Rambo, estaba acostado en el camino, entre ellos dos. Llegó un momento en que no pude soportarlo más, y al grito de “¡Rambo, mordelos!,” pateé a mi perro y como resultado él me mordió a mi. No recuerdo si lloré (probablemente si, tenía 5 años), o si sentí mucho dolor; pero lo que sí recuerdo fue la reacción de mi mamá que inmediatamente me limpió la herida y llamó a un médico para que me aplicara la vacuna correspondiente.
Esa reacción no sorprende a nadie, pues es exactamente la esperada ante una herida física. Sin embargo, no siempre hacemos lo mismo con las heridas psicológicas, de las cuales se espera que simplemente “las superemos” (como si eso fuera tan fácil), pero ellas necesitan el mismo cuidado que las heridas corporales. Por eso, el psicólogo Guy Winch nos recomienda 7 maneras de practicar lo que él llama “primeros auxilios emocionales”:
1. Prestá atención al dolor emocional, reconócelo cuando sucede y trabajá para tratarlo antes de que se sienta como que lo abarca todo
Así como el cuerpo nos avisa que tenemos una herida física mediante el dolor y otros síntomas, sabemos que tenemos una herida psicológica que necesita tratamiento cuando no podemos simplemente sobreponernos a un rechazo, fracaso o mal humor. La soledad, por ejemplo, “puede ser devastadoramente dañina para tu salud psicológica y física, entonces cuando vos, tu amigo, o [la persona a] quien amas se sienta social o emocionalmente aislado, necesitas tomar acción,” aconseja Winch.
2. Cortar el espiral emocional
Debido a la naturaleza de las heridas psicológicas, es fácil que una derive en otra. El fracaso, por ejemplo, puede llevarte a enfocarte en las cosas que no podés hacer, en lugar de enfocarte en las cosas que sí podés hacer. Eso, a la vez, puede hacer que no te desempeñes de la mejor manera, lo que puede desembocar en que te enfoques aún más en tus fallas. Y así, el ciclo sigue. Resulta necesario entonces cortar con ese espiral emocional, aprender a ignorar esa reacción natural posterior al fracaso que nos hace sentir impotentes y desmoralizados y, por ejemplo, buscar estrategias que te ayuden a enfocarte en una sola tarea a la vez, mediante la planificación o hacer listas sobre las cosas que podés controlar cuando lo intentes de nuevo. Esta clase de ejercicio reducirán ese sentimiento de impotencia e incapacidad y estarás mejor preparado para alcanzar el éxito futuro.
2. Controla y protegé tu autoestima. Practicá la autocompasión
“La autoestima es como un sistema inmunológico emocional [que funciona como un amortiguador del] dolor emocional y fortalece tu resiliencia emocional.” Es por eso que es tan importante controlarla y evitar flagelarla sobre todo cuando ya está herida. Una manera de hacerlo es practicando laautocompasión. Según la Dra. Kristin Neff, la autocompasión consiste en “tratarse a uno mismo con gentileza, reconocer las propias luchas como parte compartida de la experiencia humana, y sostener los pensamientos y sentimientos dolorosos en una atención consciente (mindful awareness).”Winch propone un ejercicio que puede ser de mucha ayuda cuando te sentís crítico de vos mismo: “imaginá que un amigo querido se está sintiendo mal sobre sí mismo por razones similares y escribí un email expresando compasión y apoyo. Después leé el email. Esos son los mensajes que deberías darte a vos mismo.”
4. Cuando te invaden pensamientos negativos, interrumpilos con distracciones positivas
Pensar, recordar y volver a tener presentes pensamientos negativos nos resulta tan común como casi inevitable. Cuando esto se convierte en un hábito, puede llevar a dolores psicológicos aún más profundos. Según Winch, la mejor forma de interrumpir esta “rumiación no saludable” es hacer algo que necesite que nos concentremos. Puede ser cualquier cosa, por ejemplo hacer un crucigrama o un sudoku que, a la vez, pueden ayudarte a prevenir el deterioro cognitivo, o algo tan simple como tratar de recordar los nombres de tus compañeros de primaria.
5. Buscá un significado en la pérdida
Alguien una vez me dijo que haber reprobado el último final de su carrera fue la experiencia más humillante que le tocó vivir, pero que esa experiencia le sirvió para enfrentar de una manera distinta, con fuerzas renovadas, los nuevos desafíos en su vida, pues consideraba que ninguna situación, por devastante que fuera, se equipararía a aquella y que en todo caso, había ganado confianza en sí mismo. Ésta es una gran reflexión y aprendizaje, sobre todo cuando sabemos que la pérdida y el fracaso pueden impedirnos seguir adelante para alcanzar nuestros objetivos o incluso para continuar con nuestras vidas, y por esa razón es tan importante tratar las heridas emocionales que crean. Si ha transcurrido el tiempo suficiente y seguís teniendo dificultades para avanzar, necesitás una nueva forma de pensar en lo sucedido, encontrando un significado en la pérdida y sacando un propósito desde ella. No es una tarea sencilla, pero pensá en lo que podés haber ganado como resultado de esa pérdida, considerá cómo puede esa experiencia ayudarte, o ayudar a otros, a encontrar una nueva apreciación hacia la vida, o imaginá los cambios que podés hacer para desempeñarte de una manera más acorde a tus metas.
6. No te quedes con culpas excesivas
Sentir culpa tiene un lado productivo: nos impulsa a hacer algo para enmendar un problema que podamos tener con otra persona. Pero la culpa excesiva es tóxica, consume nuestras energías, impacta en nuestro rendimiento y nos impide disfrutar la vida. Según Winch, una de las mejores maneras de deshacerse de la culpa excesiva es ofrecer una disculpa efectiva: “el ingrediente crucial que toda disculpa efectiva requiere -y del que las disculpas estándar carecen- es una ‘declaración de empatía’. En otras palabras, tu disculpa debería centrarse menos en explicar por qué hiciste lo que hiciste y más en cómo tus acciones (o inacciones) impactaron a la otra persona.” Perdonar es difícil, pero es más sencillo hacerlo cuando sentís que el que te ofendió realmente entiende lo que pasaste. Incluso si es la segunda, o tercera vez que te disculpás, es más probable que la otra persona te dé un perdón auténtico, y con eso te ayude a disolver la culpa.
7. Aprende cuáles son los tratamientos para heridas emocionales que te funcionan
Si tenés un dolor de cabeza leve quizás optes por una ducha o una siesta como tratamiento, pero si tenés migrañas probablemente eso no sea suficiente para aliviar el dolor. Prestá atención a cómo lidias con tus heridas emocionales comunes, por ejemplo: no les das mucha importancia, o te angustias mucho pero te recuperás rápidamente, o tal vez te angustias pero te recuperas lentamente; o quizás optás por ignorar tus sentimientos. Al analizarte de ésta manera podrás encontrar el tratamiento de primeros auxilios emocionales que te sea más útil en cada situación. “Lo mismo va para construir resiliencia emocional. Intentá varias técnicas y descifrá cuál te resulta más sencilla de implementar y cuál tiende a ser más efectiva para vos,” dice Winch y aconseja que formemos el hábito regular de tomar nota sobre nuestra salud psicológica, especialmente después de una situación estresante, difícil o dolorosa emocionalmente.
Recordá que las heridas emocionales son tan importantes como las físicas, y por eso es fundamental que pongamos en práctica estas estrategias de “higiene emocional” para mantener una buena salud mental y elevar nuestra calidad de vida.
Fuente: TED
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