Son más saludables, más ecológicos y más baratos. Además saben mucho mejor y huelen a gloria, algo que ya casi hemos olvidado.
Aunque la conservación de los alimentos ya no es problema gracias a la congelación o a las cámaras frigoríficas, el consumo de estos productos en su estación tiene muchas ventajas: menor precio y mejor calidad. El consumo se hace cuando están más frescas y se le saca el mayor partido a sus propiedades (vitaminas).
Los alimentos propios de cada estación, pueden convertirse en una dieta más variada y nutritiva, y con un sabor más destacado. Las frutas y verduras del verano contienen mucha agua. Las del otoño e inverno, contienen más vitamina C, y las de primavera, gracias a su variedad de colores, nos aportan muchas otras vitaminas.
Viejas Costumbres
Hasta hace no mucho los menús de nuestras casas se componían de alimentos de temporada, cada uno en su estación: primavera, verano, otoño e invierno.
Pero hoy en día ya no tenemos que esperar al frío para comprar cítricos, por ejemplo, porque gracias al cultivo en invernaderos podemos disponer de frutas y verduras durante todo el año, aunque el precio que paguemos sea perder gran parte de sus cualidades nutricionales o dejar de comerlos con todo su sabor, olor y textura.
Y es que los avances tecnológicos en el sector de la alimentación nos permiten disfrutar de una amplia variedad de productos en cualquier época.
Si el tomate ya no sabe a tomate o el melocotón no huele como olía es debido en gran parte a que son recogidos antes de tiempo, ya que el grado de madurez influye en la cantidad de azúcares y en buena parte de su contenido vitamínico y mineral. Las frutas y verduras, como son alimentos fácilmente perecederos, deberían consumirse en el momento idóneo; pero muchas veces no es posible porque muchos de estos productos sólo maduran en el árbol.
Las principales ventajas de consumir alimentos de temporada es que además de estar en su mejor momento...
Son más sanos
Porque se cultivan en suelos ricos, con las condiciones climáticas adecuadas y completando su calendario natural. Nos ofrecen el mejor aporte nutricional, ya que en el momento de su recolección mantienen intactas todas sus propiedades. Y según los expertos en gastronomía, son una garantía en la cocina al disfrutar de mejores cualidades organolépticas: olor, sabor, textura...
Son más baratos
Los alimentos de temporada en la mayoría de los casos suelen ser los más económicos. Las cosechas –en el caso de frutas y verduras– y el ciclo de reproducción de los animales –en pescados y carnes– permiten que, durante un periodo concreto del año, la disponibilidad en las tiendas de estos productos sea mayor. Y al aumentar la oferta, el precio disminuye.
Son más ecológicos
Al consumir alimentos de temporada contribuimos a respetar el medio ambiente, porque al respetar el ciclo natural y la zona de producción de los alimentos, se evita la implantación de monocultivos intensivos que agotan la tierra. Y como la necesidad de transporte, distribución y almacenaje es menor, se reduce el gasto energético y la contaminación (emisión de gases, material para embalajes, etc.).
Frutas y verduras
Aunque hoy en día, gracias al cultivo en invernaderos y la conservación en cámaras frigoríficas, podemos disfrutar de casi cualquier variedad de fruta y verdura a lo largo de todo el año, ya hemos visto que los alimentos del tiempo se encuentran en su mejor momento en cuanto a sabor, textura y propiedades nutritivas.
No es casualidad que, en invierno, la naturaleza nos ofrezca frutas y verduras generosas en vitamina C (que refuerza el sistema inmunológico), y en primavera y verano, variedades que contienen gran cantidad de agua (como el melón y la sandía) para mantener nuestro organismo correctamente hidratado. Además, comer frutas y verduras de temporada puede ayudarnos a introducir variedades diferentes en nuestra dieta y, de paso, aprender a elaborar nuevas y saludables recetas de cocina. Y con la cosecha de temporada podemos hacer conservas de las que surtirnos el resto del año.
Actualmente, hay muchas formas de conseguir que las frutas y las hortalizas frescas estén en el mercado durante más tiempo. Por ejemplo, pueden conservarse los productos en cámaras frigoríficas, cultivarse en invernaderos durante los meses en que no es posible hacerlo al aire libre o importarse de otros países.
Pescados
La cría en cautividad pone a nuestro alcance lubinas, salmones, rapes, rodaballos y doradas durante los doce meses del año. Sin embargo, no sucede lo mismo con las especies capturadas en alta mar. Nuestros océanos se están quedando sin peces, lo que ha llevado a las autoridades a regular la actividad pesquera con el objetivo de evitar esquilmar los caladeros. Esta regulación determina la disponibilidad de unas u otras especies en los mercados a lo largo del año. Así pues, hay unas épocas de consumo preferente por su mayor disponibilidad, y por lo tanto, mejor calidad y precio. En verano, los barcos llegan a los puertos cargados de pescado azul (sardinas, boquerones, verdeles...). Y en invierno, la merluza, el bacalao, el rape y el mero son los grandes protagonistas en los mostradores de las pescaderías.
Carnes
Primavera es tiempo de cordero. Su carne es una de las que más grasa contiene, por lo que es recomendable elegir cordero lechal. Además, en primavera es cuando su porcentaje de grasa es menor. En verano, el aroma de las carnes rojas a la parrilla (ternera, vaca, cerdo) inunda jardines y zonas campestres. La llegada del buen tiempo anuncia que estamos en temporada de barbacoas. Para disfrutar de una parrillada saludable, hay que elegir los cortes con menos grasa (al pollo quítale la piel) y evitar las carnes, como costillas o chorizos, con un alto contenido en colesterol. El otoño y el invierno es la época ideal para disfrutar de asados y guisos elaborados con caza. La carne de perdices, codornices, faisanes, liebres, jabalíes, corzos y ciervos cada vez tiene una mayor aceptación entre los consumidores, debido a su excelente sabor y a sus características culinarias.
Calendario natural de los alimentos
Enero: achicoria, zanahoria, limón, lubina, gamba, piña, apio, trufa, espinacas, salmón, berza o repollo
Febrero: faisán, lamprea, almendras, chirimoya, pomelo, besugo, hierba de los canónigos, alcachofa, borraja, plátano, bacalao, kiwi, fletán o halibut.
Marzo: cigala, lenguado, achicoria roja, escarola, salsifí blanco, ajo tierno o ajete, espárrago triguero, aguacate Pinkerton, gallo, lima, bacaladilla.
Abril: ciruelas, atún, centollo, kiwano, fresones, nabo, verdel o caballa, guisante, espárrago, fresa, acelga, chicharro, lechuga, rape.
Mayo: rodaballo, granadilla dulce, guindas, langostinos, grelo, níspero, judía verde o vaina, breca, sardina, hinojo, cordero, endibias, sepia.
Junio: percebes, raya, brevas, calabacín, cereza, bonito, pepino, cabracho, albaricoque, habas tiernas, boquerón.
Julio: anguila, guayaba, minicalabacín, buey de mar, sandía, nectarina, pimiento verde, melón, rábano, merluza, langosta, melocotón.
Agosto: boniato, perca, berros, tomate, pulpo, higo, frambuesa o fresa del bosque, cangrejo de río, calamar, cebolla, almejas, grosellas.
Septiembre: uvas frescas, nécoras, tomates cherry, moras, pimiento morrón, codorniz, berenjena, pato salvaje, manzana, pochas, congrio, arándanos, trucha, remolacha.
Octubre: liebre, berberechos, carpa, membrillo, champiñón, jabalí, palometa, coles de Bruselas, pera, pez espada, puerros, granada.
Noviembre: romanesco, panga, cerdo ibérico, rambután, mero, vieiras, calabaza de invierno, becada, col lombarda, mandarina, hongos, naranja, conejo, coco.
Diciembre: maracuyá, perdices, tiburón, ajo blanco, mangostán, cebolla, dorada, brécol, coliflor, mango, castaña, cardo, mejillones, papaya, salmonete.
Fuente: http://www.alimentacion-sana.org
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