La facilidad y rapidez a la hora de tomarlos hace que su consumo se dispare en invierno.
Hidratan y reconfortan, pero un análisis elaborado por la OCU revela que, en muchos casos, las etiquetas no son explícitas a la hora de detallar la grasa, la sal y los ingredientes empleados.
Cuando el frío aprieta, beber un caldo caliente es la receta más reconfortante que podemos darle al cuerpo. Aunque elaborar uno casero no requiere de grandes dotes culinarias, lo cierto es que el consumidor se inclina, cada vez más, a los que ya vienen preparados y listos para tomar. Variedades y marcas hay muchas, pero ¿son tan saludables como parecen?
Para Alejandro Domingo Gutiérrez, especialista en Medicina Interna, Endocrinología y Nutrición del Hospital USP San Camilo de Madrid, «es muy dificil que un caldo de pollo, por ejemplo, preparado de forma industrial tenga el mismo valor nutritivo o las características de sabor que uno preparado en casa, aunque algunos se asemejen.
Sin embargo, tomar algo caliente en invierno, aunque sea con tan poco valor nutritivo como el industrial, siempre es agradable».
Un análisis que acaba de elaborar la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) sobre 16 caldos envasados de «brick», 12 deshidratados en pastillas y uno concentrado en cacito, todos ellos de pollo o gallina revela, de entrada, que «es difícil saber cómo se han preparado.
Todos llevan una lista de ingredientes, pero en siete productos falta indicar el porcentaje de pollo utilizado en su elaboración. Aunque es cierto que el pollo se retira una vez hecho el caldo, junto con las verduras, creemos que el fabricante debería indicar la cantidad de ave que ha empleado». De esta forma, el estudio pone de manifiesto que la única marca que «detalla las cantidades de todos sus ingredientes es Aneto».
Pese a que en la elaboración de este producto no es necesario emplear demasiada grasa, lo cierto es que las etiquetas no son muy explícitas en cuanto al tipo que poseen. Así, «nueve marcas no indican el origen de la grasa que contienen o se limitan a mencionar alguna de ellas.
Esta escasez de información es uno de los problemas más graves detectados, junto con el incumplimiento de la normativa al declarar un bajo contenido en sal», detalla la OCU.
Aunque la industria alimentaria ha mejorado la presencia de sal en la gran mayoría de los alimentos preparados, lo cierto es que, según la doctora María Teresa Barahona, especialista en Nutrición, «el contenido en sal, es elevado, ya que tienen un 0.9 gramos por cada 100 mililitros, lo que equivale a tomar de 1.5 a 2.2 gramos de sal por taza, unos 200 mililitros, cuando se aconseja no superar los 6 gramos de sal día.
Además, hay que tener en cuenta que algunos potenciadores del sabor, como el glutamato, son también ricos en sodio».
En esta misma línea se sitúa Domingo, quien añade que «basta con tomar 250 mililitros de producto para que, sin apenas darnos cuenta, ingresemos cerca de la mitad de la dosis aconsejada para evitar problemas de tensión arterial.
Pero ya se anuncian caldos desgrasados y con poca sal, esperanza para muchos hipertensos o dislipémicos, que se veían limitados a la hora de tomar un apetecible caldo, aunque fuera industrial».
No lo declaran
Para que este tipo de productos puedan incluir la alegación «bajo en sal», según la OCU, «no debe contener más de un 0,3 por ciento de este ingrediente. Las marcas Aneto bajo en sal y Día Contenido reducido bajo en sal, entre los cubitos, superan este porcentaje y, por tanto, no deberían utilizar esta mención.
Por otro lado, Gallina Blanca El Caldo Suave declara un 25 por ciento menos de sodio, y los cubitos Avecrem un 30 por ciento menos de sal, también alegan una reducción porcentual, pero ninguno indica cuál era la cantidad de sal original por lo que la información que aportan es nula. Todos ellos incumplen la normativa».
Precisamente, las pastillas para el caldo tiene por objeto enriquecer el producto y, en algunos casos, prescindir de la sal. Sin embargo, su composición nutricional dista mucho de ser recomendable. A este respecto, Barahona advierte de que «no debería usarse habitualmente en la cocina como sustitutos del sodio.
Eso sí, de forma puntual y dentro de una alimentación saludable y en personas sanas se puede emplear». Otro de los problemas que presentan las pastillas reside en que para otorgarle al caldo sabor poseen, en su composición, glutamato monosódico.
Tal y como revela el informe de la OCU, «en las pastillas de caldo deshidratado, los fabricantes suplen la falta de carne o pollo añadiendo glutamato, lo cual nos parece intolerable por lo que tiene de engañoso».
Sin embargo, también hay que tener en cuenta que, además, del glutamato, «llevan proteínas hidrolizadas vegetales que sirven para potenciar el sabor, pero no son nocivas para la salud», matiza José Ángel Pérez Álvarez, catedrático de Tecnología de los Alimentos de la Universidad Miguel Hernández en Alicante.
En cualquier caso, hay que tener en cuenta que este tipo de productos aportan muy pocos nutrientes, pero mucha agua y escasas calorías. Por ello, «los recomendamos en regímenes de adelgazamiento o en ciertos casos que existe una alteración del equilibrio hidroeléctrico y es preciso reponer agua y sal», afirma Domingo.
Sin embargo, Pérez sostiene que «el caldo sirve como un vehículo a la hora de aportar vitaminas y minerales, sobre todo si contiene en su elaboración verduras. Si, además, se le añade un poco de pasta, por ejemplo, estamos ante un plato completo y muy nutritivo».
Aunque elaborarlo en casa no esconde grandes misterios, pero sí implica tiempo, si opta por adquirir uno en el supermercado, según la OCU, «el Knorr Caldo de la abuela pollo con verduras destaca por su correcto etiquetado en el que se indica la cantidad de pollo utilizado y se incluye información nutricional. Al degustarlo ha sido bien valorado aunque como en los demás, su punto débil es el escaso aporte nutricional».
En cuanto al precio, si de media los ingredientes del casero no le costarán más de 1,40 euros para un litro, el informe de los consumidores advierte de que «si se inclina por Aneto Caldo natural de pollo le costará 3,37 euros por litro, casi dos euros más que la media de los otros analizados».
La Razon