A Cruceiro de Roo, en la ruta que lleva a Finisterre donde los romanos marcaron «el final de la Tierra», llegaba gente de todas partes a divertirse o a trabajar. Tuvo dos casinos, salón de baile, cine, bares en cada esquina, aserraderos, hostales...
La gente entonces era feliz, y el dinero corría a manos llenas en la parroquia, una de las 10 que componen la bella y turística Sierra de Outes. Nada de aquello queda ya. Antaño próspera y hoy despoblada de jóvenes y bullicio -apenas 313 almas-, Cruceiro de Roo guarda entre sus rocas de granito, casas y huertos una historia bien distinta a la de sus años dorados. La de ahora transcurre en 800 metros.
No lejos (40 kilómetros) de la Costa de la Muerte. Aquí los vecinos duermen con un enemigo al que no conocen ni tiene color ni olor (como el agua). Pero mata. Se cuela en sus habitaciones, en sus cocinas, en sus baños... Es el enemigo silencioso que atemoriza a Cruceiro de Roo.
- Nunca houbo tanto cancro aquí (Nunca hubo tanto cáncer aquí) -dice Concha, 62 años aparentemente bien llevados, a la salida del cementerio.
- Tengo a cuatro en la familia con cáncer, incluida una hermana y un cuñado.
Concha no es la única.
En los 800 metros de la calle principal, a izquierda y derecha del cruceiro de piedra que le da nombre al pueblo, se concentra el drama de Roo. En 23 de las 29 casas que escoltan esta vía a ambos lados hay uno o más casos de cáncer. Algo raro está pasando. Y el médico del pueblo, el doctor Xosé María Dios, autor del estudio que arrojó los terribles datos, sospecha que el origen de tanto tumor maligno se encuentra bajo los pies de los vecinos, en el subsuelo. Se llama radón y es bien conocido. Los científicos se refieren a él como el «enemigo silencioso». Aparece tras la descomposición del uranio de las rocas que forman la corteza terrestre. Principalmente del granito sobre el que se asienta este pueblo coruñés. Y no es cosa de meigas, que dirían algunos. Al contrario. La ciencia no se anda con rodeos. «Está acreditado que el radón multiplica en un 17% la probabilidad de padecer cáncer de pulmón», puntualiza Dios, con el que no todos los vecinos están de acuerdo en que haya aireado el problema más allá de la aldea.
«La gente nos va a ver como si fuésemos unos apestados, no van a querer venir, y eso nos hace un daño terrible... Ese home non sabe o que fai (Ese hombre no sabe lo que hace)», opina un cliente del Hostal Viñas, delante de una copa de vino. «Si esto ya está mal, imagine lo que podría venir. Mire a su alrededor», tercia otro. Del cine Brasil sólo perdura una fachada desconchada y las letras de su nombre en lo alto; el casino es hoy un bar donde los hombres se citan para tomar vino y unas tapitas de lentejas guisadas, la escuela ha cerrado y el antiguo salón de baile ha pasado a ser un restaurante que cuesta llenar tanto o más que el propio pueblo.
La primera voz de alarma la dio la maestra María José González tras el fallecimiento de su padre a causa de un cáncer. Esto obligó al doctor Dios a investigar el motivo de la aparición de tanto tumor en un pueblo sin industrias químicas y libre de contaminantes. Y de ahí nació O radón: información e/ou alarmismos, un estudio con el que pretendía llamar la atención de las autoridades sanitarias gallegas. Según los datos aportados en el informe, desde 2015 se han registrado 81 casos de cáncer en Roo, entre una población de 313 vecinos. Cinco de los enfermos fallecieron. Así lo explica el doctor: «Si la prevalencia media de cáncer en España está entre el 3-4%, en este medio rural recogimos una prevalencia del 28,39%, un 24% más de lo esperado». Una barbaridad. Y es que no se trata de un enemigo cualquiera: el radón es la segunda causa de muerte por cáncer de pulmón en el mundo, después del tabaco.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) lo deja claro: entre el 3% y el 14% de los tumores pulmonares están provocados por la exposición al radón, porcentaje que puede llegar a ser mayor en determinadas zonas como Galicia (como Ourense y Pontevedra), donde existen núcleos que superan los 300 becquerelios por metro cúbico de aire (el Bq/m3 es la unidad de medida radiactiva) que marca como tope la OMS, explica el epidemiólogo del Laboratorio de Radón Alberto Ruano, profesor de Medicina Preventiva y Salud Pública en la universidad compostelana.
Las consecuencias para la salud sitúan al radón como la segunda causa de muerte por cáncer en el mundo después del tabaco. «Y entre los no fumadores es el primer factor de riesgo», añade el epidemiólogo. ¿Pero cómo se mueve el radón hasta llegar a las personas? El gas asciende hasta las viviendas construidas encima del suelo granítico, se extiende por todas las dependencias de las casas y, a la larga, es lo que haría enfermar y morir a sus habitantes.
Como éste que muestra un vecino en su casa, han sido instalados en viviendas de Cruceiro de Roo para captar las concentraciones de gas radón y evaluar mejor el riesgo de cáncer entre los 313 habitantes del pueblo. ALBERTO DI LOLLI
«Está acreditado que este gas multiplica en un 17% la probabilidad de padecer cáncer de pulmón, pero aquí, en Cruceiro de Roo, hemos detectado también tumores de otro tipo (colon, próstata, vejiga, mama, pulmón, hígado, estómago...). Y eso es algo que nos de que pensar», explicaba el médico a Crónica 15 días antes de nuestra visita al lugar. Y añadía: «Lo que está pasando en este pueblo podría abrir una línea de investigación nueva sobre los efectos del radón en el organismo humano».
Ya se han puesto de hecho manos a la obra. A mediados de mayo el Laboratorio de Radón de la Universidad de Santiago de Compostela, el más puntero de España, instaló 100 medidores del gas en las viviendas de Roo. Los hay repartidos a todo lo largo de la calle del cáncer. Acceder a una vivienda con el aparato ya instalado no resulta nada fácil. La idea de que «mi casa me está matando» ha empezado a calar entre los vecinos de Roo. Si es cierto o no se sabrá con detalle entre finales de julio y principios de agosto cuando los medidores de radón cuenten, a semejanza de las cajas negras de los aviones, qué está pasando en cada vivienda.
104 años y sana
De los fogones de María, 67 años que no aparenta, sale un penetrante olor a guiso. La cocina, situada en la planta baja de la casa de piedra, tiene la puerta abierta a un estrecho camino por el que se llega a la vivienda. María se acerca y, con desconfianza gallega, nos mira y pregunta qué hacemos por allí. No es frecuente ver a forasteros husmeando, y menos un lunes. «Non sei si será certo eso que se dice. O certo e que fai uns pocucos días enterramos a una muller que morreu con 104 anos. E non tiña cancro (cáncer), morreu porque xa era vella (vieja). Nada máis», relata un tanto indignada la vecina de Roo cuando se le pregunta por el «misterioso» gas (así lo define ella) y el elevado número de enfermos que se le atribuyen.
María es del bando de los escépticos, los que no terminan de creerse que el radón sea el causante de tanto cáncer en la aldea. Porque el gas ha dividido a los vecinos. Están, por un lado, quienes creen y apoyan a Xosé María Dios y, por otro, los que opinan que su doctor de cabecera lo que busca es protagonismo en los medios de comunicación.
«El radón ha estado ahí toda la vida, y nunca se supo que eso causara tantos cánceres como dicen ahora. Es posible que la gente enfermara de eso y muriese sin que se supiera la causa. Pero que hoy en día haya tanto cancro, como decimos por aquí, tampoco es normal. Tendrá otras explicaciones, digo yo», se explaya un vecino que dice llamarse José.
Miedo al estigma
La gente tiene miedo, no sólo al gas, sino también al estigma. Muy pocos quieren hablar del problema por temor a que «los forasteros ya no alquilen casas para el verano», uno de los pocos ingresos seguros con los que cuenta este tranquilo y acogedor pueblo cercano al mar.
El remedio, como los efectos nocivos de la exposición crónica al radón, es conocido desde hace mucho tiempo. «El 70% de Galicia tiene radón», según los estudios del epidemiólogo Alberto Ruano. Sin embargo, tanto la Xunta de Galicia como el Gobierno de España durante décadas han mirado hacia otro lado. Basta subrayar que ya en el año 2006 se intentó introducir el radón en la norma que regula la construcción de viviendas. No se hizo. Y más recientemente, en 2013, una directiva europea, Euratom, que obligaba a los Estados miembros de la Unión a poner en marcha planes nacionales contra el radón antes de 2018, tampoco se ha cumplido en España. Esta nueva legislación establece niveles de gas mucho menores que los actuales: de 600 Bq/m3 a 300, todavía lejos del nivel ideal de 100 Bq/m3 que recomienda la OMS.
El pueblo se extiende a un lado y a otro de este cruceiro. En él aparecen una virgen por una cara y un cristo por la otra. No hay data de su creación. ALBERTO DI LOLLI
A Carmen todo esto le suena a chino. La han operado no hace mucho de un cáncer de mama. Lleva la cruz sin lamento. La encontramos de paseo cerca de la iglesia barroca de San Juan, una mole de piedra levantada entre 1751 y 1756. Nos pregunta si queremos entrar. «Es preciosa», dice. Cuentan que delante del altar, sobre una losa de piedra, tumbaban a los poseídos y allí los dejaban toda una noche como parte del exorcismo. «Ay, filliño (hijito), yo eso no lo sé ni me interesa», cambia de tercio la mujer. «A mí lo que me importa es el bicho que me han quitado», remata ella llevándose una mano al pecho en el que tenía el tumor maligno.
Estómago y cerebro
Detrás del radón estarían otros tumores. Así lo dice un estudio publicado en Science of The Total Environment, donde los científicos concluyen que la exposición a este gas radioactivo está relacionada con una mayor mortalidad no sólo de cáncer de pulmón, sino de estómago y cerebro. Por ejemplo, en municipios de Ourense como O Bolo y A Mezquita, donde el ex banquero Mario Conde tuvo residencia fija. Ahí los niveles de radón detectados superan ampliamente el límite de los 300 Bq/m3 recomendados.
«Por cada 100 Bq que aumenta la concentración de radón en una vivienda, el riesgo de cáncer se incrementa un 16%», estima el epidemiólogo Ruano, con 5.000 mediciones en toda España. Sin embargo, Ruano pide prudencia. «La mayoría de las veces no existe una sola causa. El radón está vinculado con varios tipos de tumores malignos, está demostrado científicamente, pero en cada lugar pueden existir otras causas que se suman, y eso es lo que pronto habrá que estudiar detenidamente en Roo. Mientras tanto, no hay que demonizar; existen soluciones como, por ejemplo, hacer escapes de gas desde los cimientos de la casas, y problema resuelto».
Antes de abandonar Cruceiro de Roo, un lugareño al que habíamos conocido por la mañana nos suelta dos deseos: «Ir con Deus... E voltar aquí (Vayan con Dios... Y vuelvan por aquí»).
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