El consejero delegado de Pfizer, Albert Bourla, vendió aproximadamente el 62% de sus acciones en la compañía el mismo día en que la farmacéutica reveló los esperanzadores resultados de su potencial vacuna contra el Covid-19.
El marketing del miedo funciona de maravilla amplificado por los grandes medios de comunicación pese a que es un producto del que no se sabe casi nada pues no se han publicado los datos preliminares, lo que nos obliga a fiarnos de la palabra de especuladores como el citado.
Un claro ejemplo de esa especulación en la era de la Covid y que hemos seguido en este blog es la del laboratorio Gilead con su fármaco para la enfermedad remdesivir (nombre comercial Veklury).
Es el primer fármaco aprobado para tratar casos graves de Covid-19 y cuesta 2.340 dólares, 2.076 euros por paciente en los países desarrollados.
El fabricante del antiviral que lo ha probado en casos de neumonía por coronavirus, ha fijado en 390 dólares (unos 347 euros) la dosis de este medicamento.
Puede administrarse entre cinco y diez días a los pacientes adultos y adolescentes a partir de doce años de edad con neumonía que requieran oxígeno suplementario. La duración habitual de la terapia suele ser de seis viales en cinco días. Pese al alto precio del tratamiento sus responsables presumen de venderlo a un precio razonable.
Eso ocurría en el mes de junio pasado. Tanto la FDA, agencia de medicamentos de los Estados Unidos, como la EMA, la europea, le concedieron los permisos necesarios a Gilead para comercializar su producto pese a que no había la suficiente evidencia científica sobre su eficacia ante la Covid.
Pues bien, a mediados del mes de octubre, hace menos de un mes, la Organización Mundial de la Salud (OMS) apuntó a que el remdesivir tiene poco o ningún efecto sobre la duración de la estancia en el hospital o las posibilidades de supervivencia de los pacientes con Covid-19.
El laboratorio estadounidense rechaza la conclusión de los estudios de la OMS y afirma que los beneficios de Veklury se han demostrado en tres ensayos clínicos.
Estos son los «inconvenientes» de realizar, como están realizándose, aprobaciones de emergencia de medicamentos para su uso rápido debido a la crisis sanitaria por el coronavirus actual. Recordad que, como publicamos ayer, la vacuna de Pfizer y BioNTech para la Covid, de la que no han revelado datos concretos más allá de lo del 90% de eficacia, también está gestionándose por la vía «rolling review». Este es un mecanismo regulatorio por el que las agencias de productos sanitarios aceleran la evaluación de un fármaco.
Los resultados conocidos en octubre provienen del ensayo bautizado como Solidarity de la OMS, que evaluó los efectos de cuatro posibles tomas de medicamentos, incluidos remdesivir, hidroxicloroquina (ver lo que publicamos sobre el escándalo que rodeó a este preparado), una combinación de medicamentos anti-VIH lopinavir/ritonavir e interferón, en 11.266 pacientes adultos en más de 30 países.
El estudio encontró que la administración de remdesivir parecía tener poco o ningún efecto sobre la mortalidad en 28 días o la duración del ingreso hospitalario entre los pacientes infectados.
¿Es especulación o no lo que hace Gilead? Claro que el fármaco sigue vendiéndose… porque hay administraciones públicas que lo sufragan.
Y es que hace meses que las filtraciones sobre el fármaco más esperanzador para Covid-19 lo mostraban como ineficaz (y peligroso).
Recordemos que la compañía Gilead Sciencies fue la original propietaria del fármaco antiviral Tamiflu (cuyo principio activo es oseltamivir), uno de los dos medicamentos que desde hace años ha promocionando la OMS para las epidemias de gripe (epidemia de gripe aviar en 2005 y «pandemia» de gripe A que por suerte nunca fue tal de 2009-10).
Con posterioridad se comprobó que Gilead había especulado con este tratamiento: Un análisis independiente permitió concluir en 2014 que los antivirales tenían una eficacia modesta en el alivio de los síntomas, carecían de impacto sobre complicaciones y muertes, ofrecían efectos secundarios importantes y no modificaban la transmisión-contagio. Los beneficios fueron privados y los «efectos secundarios» del timo… públicos.
Apenas valían para algo pero los estados de todo el mundo gastaron miles de millones de euros en esas «epidemias de marketing» fraudulento. La OMS después lo degradó en su lista de medicamentos esenciales.
Claro, Gilead es una farmacéutica especialista en aprovechar las pandemias. Os lo cuento en este post que os enlazo y en el que también podéis leer datos concretos sobre la baja eficacia de Veklury.
¿Os acordáis también del medicamento contra la hepatitis C marca Sovaldi (sofosbuvir)?
Este polémico fármaco es el más usado para dicha enfermedad pero su caso se hizo famoso por el altísimo precio que su fabricante, la multinacional estadounidense que nos ocupa, llegó a cobrar por él: 1.000 dólares por pastilla.
Por poner en contexto esta cifra, se trata de un producto que cuesta producirlo entre 57 y 115 euros. ¿Esto es especular, no?
Hasta que no aparezcan resultados de ensayos clínicos rigurosos y siguiendo los estrictos protocolos que marca el método científico, la eficacia y seguridad de este y otros medicamentos que están usándose (o pretenden usarse) hoy para Covid-19 serán provisionales.
No han de aplicarse hasta que no se garantice su eficacia y seguridad.
Por Miguel Jara
12 de noviembre de 2020
http://www.migueljara.com/2020/11/12/farmaespeculadores-haciendo-el-agosto-este-ano-pandemico-con-farmacos-ineficaces-o-sin-evidencias-cientificas/
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