Las palomas urbanas son portadoras de patógenos potencialmente dañinos.
A las palomas les gusta la ciudad, pero nadie las quiere como vecinas. Inquilinos molestos de cornisas y azoteas, la presencia de estos animales se relaciona con un sinfín de problemas: desde la corrosión de los edificios, a los atascos en los desagües, sin olvidar los asegurados malos olores.
Un reciente trabajo acaba de confirmar otro de los riesgos asociados las palomas: la transmisión de enfermedades.
Según este análisis, realizado en varias muestras de aves madrileñas, la prevalencia de dos patógenos potencialmente dañinos para los humanos -las bacterias 'Chlamydophila psittaci' y 'Campylobacter jejuni'- es más que alta entre las palomas de la ciudad.
"La transmisión directa de estos patógenos es muy poco habitual, pero puede ocurrir por otras vías, como la contaminación de alimentos o aguas", explica Fernando Esperón, del Centro de Investigación en Sanidad Animal de Madrid (CISA-INIA) y principal autor de la investigación.
"Esta alta presencia tiene importantes repercusiones para la salud pública", remarca.
De hecho, las bacterias de la especie 'Campylobacter' –fundamentalmente 'Campylobacter jejuni' y 'Campylobacter coli'- son los principales causantes de los casos de diarrea aguda en todo el mundo.
"En Inglaterra y Gales, por ejemplo, provocan más problemas al año que la 'Salmonella'", recuerda el artículo que publica esta semana la revista especializada 'Acta Veterinaria Scandinavica'.
El patógeno 'Chlamydophila psittaci' no es menos perjudicial. Una infección por esta bacteria puede provocar problemas como conjuntivitis, sinusitis, neumonías u otros trastornos inflamatorios más graves.
Un trabajo de campo
Para llevar a cabo su trabajo, los investigadores analizaron una muestra de 118 palomas capturadas en Madrid entre 2006 y 2007. Su objetivo principal era evaluar el estado de salud de estas aves y conocer su potencial papel como transmisores de patógenos.
Los resultados no se hicieron esperar y pusieron de manifiesto que la 'Chlamydophila psittaci' se encontraba en el 52,6% de los especímenes, mientras que la 'Campylobacer jejuni' estaba presente en el 69,1% de la muestra.
Estos porcentajes, según los investigadores, son significativamente más altos que los detectados en otras ciudades europeas, si bien es cierto que las diferencias podrían deberse a las distintas metodologías empleadas en los análisis.
"La realidad es que estos patógenos estaban presentes en mayor o menor medida en otros muchos núcleos", señala Esperón.
Uno de los hallazgos más llamativos del trabajo es que ninguna de las dos bacterias detectadas parecía producir ningún daño en las palomas. "Esto sugiere que las palomas podrían estar actuando como reservorios asintomáticos de estos patógenos", señala Esperón, que, en su trabajo, reclama más estudios al respecto.
Este especialista subraya en sus conclusiones que los resultados de su trabajo ponen sobre la mesa la necesidad de mantener bajo control las poblaciones de palomas urbanas.
CRISTINA G. LUCIO
El Mundo.
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