La ansiedad es una enfermedad que está avanzando de forma silenciosa entre las sociedades más avanzadas y hoy en día es uno de los factores más habituales de ausencia en el trabajo. Esta sensación angustiosa, diferente del miedo o la tristeza, está extendiéndose como una verdadera pandemia en los países del llamado primer mundo… mucho más sigilosamente de lo que parece.
Temblores, sudoración, taquicardias, sensación de ahogo, dolor en el pecho, nudo en la garganta, estremecimiento, dolores articulares, indigestión,… son los síntomas más frecuentes englobados dentro de los trastornos de ansiedad.Es uno de los trastornos más frecuentes, junto con la depresión, hasta el punto de que se le conoce como “La epidemia del siglo XXI”. Los informes estadísticos que realizan las grandes empresas la señalan con la causa más frecuente de baja laboral.
Frente a este imparable avance, las farmaceúticas han puesto todo el arsenal sobre la mesa con una batería de medicamentos para frenar su avance. Hoy en día existen una gran variedad de ansiolíticos que los médicos de atención primaria recetan (muchas veces muy a la ligera). Se ha visto que existen otras técnicas muy efectivas para tratar este trastorno: ejercicios de relajación o la psicoterapia cognitiva. Lamentablemente, este tipo de terapias menos agresivas no son las más utilizadas. El enfermo prefiere tomarse una pastillita que en 30 minutos aplaca su inseguridad y su estado anormal de alerta.
Lo que muchas personas no saben es que esas pastillas que resultan tan efectivas a corto plazo son verdaderas drogas muy peligrosas debido al alto nivel de adicción que provocan y su alta tolerancia (cada vez se necesita tomar mayor cantidad para lograr el mismo efecto). Lo peor de todo es que este tipo de tratamiento médico trata los síntomas, no la causa del trastorno, por lo que la “enfermedad” queda agazapada en algún rincón de la mente esperando volver a aparecer.
Se hace necesaria una intervención mucho más profunda por parte de las autoridades sanitarias de cada país. Un tratamiento integral y continuado que nos lleve al origen del problema para poder eliminarlo de raíz, pero, claro, para eso hace falta una inversión económica para pagar a profesionales especializados y todos sabemos que en cuanto se habla de dinero, la administración pública se vuelve Mr. Scrooge (el ávaro de la famosa novela de Charles Dickens).
Lo que habría que explicar a la administración pública, con un estudio económico, es que invertir en salud puede repercutir favorablemente en las arcas del estado ya que los ingresos hospitalarios debido a enfermedades relacionadas con la ansiedad disminuirían así como las consultas en urgencia o en los centros de atención primaria. En el peor de los casos, el gasto que se invertiría en pagar a profesionales adecuados para tratar adecuadamente este tipo de trastornos se equipararía con el ahorro en los aspectos arriba indicados.
Si eres una de esas personas que está sufriendo este insidioso trastorno te recomiendo que busques una alternativa a las pastillas o por lo menos que conjugues ambas formas de tratamiento. Te dejo algunos artículos al respecto:
Temblores, sudoración, taquicardias, sensación de ahogo, dolor en el pecho, nudo en la garganta, estremecimiento, dolores articulares, indigestión,… son los síntomas más frecuentes englobados dentro de los trastornos de ansiedad.Es uno de los trastornos más frecuentes, junto con la depresión, hasta el punto de que se le conoce como “La epidemia del siglo XXI”. Los informes estadísticos que realizan las grandes empresas la señalan con la causa más frecuente de baja laboral.
Frente a este imparable avance, las farmaceúticas han puesto todo el arsenal sobre la mesa con una batería de medicamentos para frenar su avance. Hoy en día existen una gran variedad de ansiolíticos que los médicos de atención primaria recetan (muchas veces muy a la ligera). Se ha visto que existen otras técnicas muy efectivas para tratar este trastorno: ejercicios de relajación o la psicoterapia cognitiva. Lamentablemente, este tipo de terapias menos agresivas no son las más utilizadas. El enfermo prefiere tomarse una pastillita que en 30 minutos aplaca su inseguridad y su estado anormal de alerta.
Lo que muchas personas no saben es que esas pastillas que resultan tan efectivas a corto plazo son verdaderas drogas muy peligrosas debido al alto nivel de adicción que provocan y su alta tolerancia (cada vez se necesita tomar mayor cantidad para lograr el mismo efecto). Lo peor de todo es que este tipo de tratamiento médico trata los síntomas, no la causa del trastorno, por lo que la “enfermedad” queda agazapada en algún rincón de la mente esperando volver a aparecer.
Se hace necesaria una intervención mucho más profunda por parte de las autoridades sanitarias de cada país. Un tratamiento integral y continuado que nos lleve al origen del problema para poder eliminarlo de raíz, pero, claro, para eso hace falta una inversión económica para pagar a profesionales especializados y todos sabemos que en cuanto se habla de dinero, la administración pública se vuelve Mr. Scrooge (el ávaro de la famosa novela de Charles Dickens).
Lo que habría que explicar a la administración pública, con un estudio económico, es que invertir en salud puede repercutir favorablemente en las arcas del estado ya que los ingresos hospitalarios debido a enfermedades relacionadas con la ansiedad disminuirían así como las consultas en urgencia o en los centros de atención primaria. En el peor de los casos, el gasto que se invertiría en pagar a profesionales adecuados para tratar adecuadamente este tipo de trastornos se equipararía con el ahorro en los aspectos arriba indicados.
Si eres una de esas personas que está sufriendo este insidioso trastorno te recomiendo que busques una alternativa a las pastillas o por lo menos que conjugues ambas formas de tratamiento. Te dejo algunos artículos al respecto:
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