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Por “migración” entendemos el paso de compuestos químicos procedentes del envase a los alimentos que contiene. Ese traspaso puede ser por contacto directo (por ejemplo, las sopas en brik) o indirecto, como en el caso de las patatas fritas envasadas, que apenas tocan la bolsa.
El abanico de materiales cuyas partículas pueden pasar del envase a la comida es muy amplio: plástico, pegamento, papel y cartón, barniz, aluminio, tintes de colorear etc.
Actualmente, unas 1.500 sustancias que pueden migrar a los alimentos han sido analizadas y aprobadas por los expertos nacionales o de la Unión Europea. Del resto de componentes susceptibles de migrar (se calcula que entre 50.000 y 100.000 sustancias pueden migrar en cantidades potencialmente peligrosas) nada se sabe. Además, muchos de estos ensayos, sobre todo los que se realizan con los materiales más frecuentes, han quedado desfasados y deberían ser revisados; el problema es que no hay presupuesto para hacerlo. No obstante, cualquier sustancia peligrosa detectada se destierra de la fabricación de envases por lo que no se tiene constancia de que se estén usando elementos peligrosos para la salud. Sin embargo, hay que reconocer que desconocemos la mayoría de las sustancias existentes.
Posibles efectos a largo plazo
Por lo tanto podemos decir que no hay peligro de intoxicación aguda, pero sí efectos a largo plazo. Los síntomas pueden pasar desapercibidos, pero ir aumentando el riesgo de padecer cáncer o pérdida de fertilidad. A menudo se desconoce el origen de nuestros problemas de salud y algunos podrían estar causados por una intoxicación crónica.
Alimentos con mayor riesgo
La migración puede darse en cuatro situaciones:
Si hay contacto directo entre el alimento y el envase.
En el proceso de calentamiento de la comida dentro de su envase.
En productos ricos en grasas.
En la conservación prolongada del producto (contacto de larga duración).
En general, la migración es débil en los alimentos crudos o congelados, pero más acentuada en los alimentos transformados como las salsas grasas y los productos pasteurizados o esterilizados dentro del propio envase.
Los alimentos recubiertos de aceite o grasa tienen más riesgo de migración, sobre todo, de componentes plásticos. Los alimentos ácidos también pueden atacar algunos metales como el aluminio.
Materiales más y menos seguros
Mientras no sepamos exactamente cuáles son las sustancias más fiables, no podemos arriesgarnos a decir cuáles son los materiales más seguros. No obstante, el vidrio parece ser la mejor solución, seguido del acero inoxidable de buena calidad que no libera demasiado níquel.
Para evaluar el riesgo concreto, es necesario tener en cuenta también cuánta superficie está en contacto con el alimento y el tipo de contacto: el cartón casi nunca toca directamente el alimento pero el aceite o la grasa, a altas temperaturas, pueden llegar a disolver parte del envase. Por ello, en el microondas es más recomendable calentar el alimento en un plato de vidrio o cerámica.
¿Y el film plástico o aluminio?
Lo que sabemos hasta ahora es que el papel de aluminio no desprende una cantidad peligrosa de metal incluso con alimentos ácidos. En cuanto al plástico, hay que distinguir el polietileno del PVC plastificado. El segundo se “pega” mejor y es más fácil de utilizar, pero puede liberar grandes dosis de plastificantes en los alimentos grasos como el queso o la carne. La mayoría de los film plásticos que se venden son de polietileno. Conviene fijarse en la composición que figura en la caja.
El bisfenol en los biberones y la silicona, en tela de juicio
En 2011, por precaución, Europa prohibió el uso del bisfenol, que es disruptor endocrino, en los biberones. En España, la sustancia también está prohibida en los envases de alimentos para niños de hasta 3 años.
En cuanto a la silicona, en todos los moldes analizados en 2014, se detectaron compuestos químicos que pasan a los alimentos. Antes de usarlos por primera vez, prepara una pasta con agua, harina y aceite, hornéala y tírala. Lava los moldes en el lavavajillas con agua bien caliente.
Qué medidas se están tomando?
Podemos intentar minimizar la migración pero no evitarla totalmente. Si desconocemos qué sustancias son tóxicas, como mucho conseguiremos limitar la migración total y esperar así excluir las partículas peligrosas.
Lo ideal sería que los contenedores alimentarios estuvieran fabricados exclusivamente con materiales cuya inocuidad haya sido probada. Cuando un fabricante quiera utilizar materiales nuevos, estos deberían ser aprobados por un órgano de control como la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA).
Sin embargo, la realidad es muy distinta. Por ejemplo, los compuestos individuales utilizados para producir plástico están controlados pero muchos otros que intervienen también en la fabricación no lo están de la misma forma. Además, la mayoría de las sustancias migrantes provienen de reacciones químicas que aún no se conocen y muchas, como tintas, papel, cartón o madera, siguen sin normativa. Las autoridades europeas y nacionales son conscientes de esta situación pero no disponen de los medios para solucionarlo. Si a esto añadimos la falta de colaboración de las empresas, que encima pretenden autorregularse, y la ineficacia de las campañas de control, la situación se agrava.
Artículo publicado por www.ocu.org
http://agnesmacrobiotica.blogspot.com.es/2017/02/toxicos-en-los-envases-de-los-alimentos.html
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