- Los síntomas de la hipertensión siempre son evidentes.
No es cierto. En las primeras etapas los pacientes pueden tener pocos síntomas y no es extraño que la hipertensión se descubra en un examen médico de rutina.
Sin embargo, las señales más frecuentes de esta enfermedad son dolores de cabeza, vértigo, sensación de frío, irritabilidad, problemas visuales y auditivos, tiormigueo en los miembros, calambres en las pantorrillas y hemorragias nasales, entre otras.
- Su tratamiento no es imprescindible.
Falso. La hipertensión arterial se trata siempre, aun si el paciente no tiene síntomas, para evitar problemas mayores. Las estadísticas muestran que estas personas tienen un riesgo incrementado de hemorragia cerebral, insuficiencia cardíaca, enfermedad coronaria y problemas renales.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), uno de cada 100 hombres de 50 años con 18 de presión máxima podría sufrir un accidente cerebrovascular en un plazo de ocho años.
- La única manera de verificar que la hipertensión sea esencial es midiendo la presión de la arteria que está sobre el codo del paciente.
No. Antes de llegar al diagnóstico de hipertensión esencial es necesario llevar a cabo una serie de investigaciones, sobre todo si se trata de pacientes jóvenes. Estos exámenes complementarios pueden ser físicos, de orina, sangre, etcétera.
- Comer pescado puede generar un aumento de la presión arterial.
Es incorrecto. Estudios preliminares de la Universidad de Maryland sugieren una asociación entre la ingestión de pescado o ácidos grasos poliinsaturados y la reducción de la presión sanguínea. La teoría de los científicos es que este aceite -residente en el salmón, atún y caballa- contrarresta los efectos de la hipertensión. La recomendación, entonces, es comer pescado dos veces por semana como mínimo y cuatro si es posible.
- La hipertensión arterial es una afección propia de las personas mayores.
Es erróneo. Cada día aumentan las pruebas de que se trata del resultado de un proceso que comienza en una época temprana de la vida. Los expertos coinciden en que la prevención debe comenzar en la niñez, ya que es entonces cuando se inician los procesos de hipertensión y se configuran los hábitos del futuro estilo de vida: fumar, comer excesivamente y practicar o no ejercicios físicos.
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