La teoría de la mente facilita nuestras conexiones sociales. Gracias a ella podemos inducir qué intenciones, pensamientos o deseos pueden tener los demás y, entonces, ajustar nuestro comportamiento en base a esas predicciones.
La teoría de la mente es una habilidad socio-cognitiva que nos permite conectar con los demás. Esta competencia va mucho más allá del clásico «yo creo que tú ahora mismo estás sintiendo o pensando esto». En realidad, esta facultad nos permite entender que lo que otros sienten y piensan puede ser muy diferente a lo que uno experimenta en un momento dado.
Este concepto introducido en su día por el psicólogo y antropólogo Gregory Batenson es clave para entender gran parte de nuestro comportamiento social. De algún modo, la teoría de la mente posibilita que nos demos cuenta de que las personas que nos rodean tienen pensamientos y creencias separados de los nuestros.
De ahí, que el ser humano, al igual que muchos animales, estemos obligados a predecir comportamientos ajenos, a intuir qué pueden estar pensando o sintiendo los demás para ajustar la conducta. Estamos por tanto, ante una serie de procesos cognitivos muy sofisticados: «tecnología puntera a nivel emocional».
«Somos lo que pensamos. Todo lo que somos surge con nuestros pensamientos. Con nuestros pensamientos, hacemos el mundo».
La teoría de la mente, la habilidad socio-cognitiva más importante
A menudo hablamos de la empatía como esa competencia esencial capaz de facilitar la conexión humana.
Es cierto, pocas realidades psicológicas actúan como ese pegamento social tan básico para ayudarnos a conectar, a tener en cuenta perspectivas ajenas. Ahora bien, no cometeremos ningún error si decimos que la teoría de la mente en realidad es mucho más importante en nuestras relaciones sociales.
La empatía nos ayuda a saber que los demás pueden sentir lo mismo que nosotros; la teoría enunciada por Batenson nos permite entender que tu realidad y la mía pueden ser muy diferentes. Es ella la que me ayuda a darme cuenta, por ejemplo, de que tal vez me estés mintiendo. También a comprender que tú puedes reaccionar de manera diferente a como lo hago yo ante ciertos estímulos.
Todos estos procesos son esenciales en nuestras relaciones sociales, ahí donde el cerebro lleva a cabo unas fabulosas tareas para permitirnos sobrevivir, adaptarnos y conectar entre nosotros de manera significativa.
El cerebro, una máquina ‘predictiva’
El cerebro es, por utilizar el clásico símil del ordenador, una máquina predictiva con un objetivo esencial: reducir la incertidumbre del entorno. Ello explica, tal y como nos señalan en un estudio llevado a cabo en la Universidad de Michigan por parte del doctor John Anderson, la gran importancia de la teoría de la mente en nuestros escenarios sociales.
Las personas necesitamos predecir no solo las conductas de quienes nos rodean. Es importante también intuir sus conocimientos, intenciones, creencias y emociones. De ese modo, ajustamos nuestro comportamiento teniendo en cuenta esos factores que nosotros mismos aprendemos a inducir.
Por otro lado, también es interesante tener en cuenta que los animales disponen a su vez de esta sofisticada capacidad. Se han llevado a cabo interesantes estudios para descubrir, por ejemplo, que los chimpancés disponen de esa habilidad socio-cognitiva mediante la cual, anticipar comportamientos de ciertos individuos. De ese modo, pueden engañar a posibles rivales e incluso facilitar comportamientos proactivos en beneficio del grupo.
La teoría de la mente ¿todos disponemos de esta facultad?
Los estudios sobre el desarrollo humano nos señalan que las facultades relacionadas con la teoría de la mente aparecen en los niños sobre los 4 años de edad.
Es a partir de este umbral cuando los pequeños empiezan a tener pensamientos más abstractos, más sofisticados donde entender que los demás también tienen intenciones, voluntades y que quienes están a su alrededor pueden tener pensamientos y opiniones diferentes.
Por otro lado, cabe hacer referencia a otro aspecto. El investigador Simon Baron-Cohen de la Universidad de Cambridge ha llevado a cabo numerosos trabajos e investigaciones donde sugerir que las personas con trastorno del espectro autista presentarían serias carencias en lo que se refiere a la teoría de la mente.
Sabemos, por ejemplo, que los niños y adultos con autismo sí presentan ciertos comportamientos empáticos. Ellos sí perciben el dolor o la preocupación en los demás. Ahora bien, en un aspecto donde sí evidencian cierta dificultad es en anticipar comportamientos ajenos.
En estos casos, las interacciones sociales son confusas y difíciles porque falla esa capacidad mental para inducir reacciones, para conectar con los otros entendiendo que pueden pensar, sentir y reaccionar de manera diferente a como lo hacen ellos.
Por otro lado, también los pacientes con esquizofrenia evidencian esta misma realidad metacognitiva, ahí donde resulta muy complicado conectar y diferenciar estados mentales propios y ajenos.
Conclusión
Decía John Locke que la felicidad humana es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias.
De algún modo, hemos de admitir que ese universo mental configura uno de los escenarios más fascinantes… a la vez que complejos.
El ser humano, al igual que muchas especies animales, tiene como principal facultad el poder conectar entre ellas para entenderse, y con ello, poder adaptarse mejor al entorno y facilitar a su vez la continuidad de la propia vida.
No obstante, hay un aspecto curioso sobre la teoría de la mente. Gracias a ella nos comprendemos mejor y anticipamos comportamientos, necesidades y pensamientos para reaccionar en consonancia. No obstante, la finalidad no siempre es noble.
Se sabe que gracias a la teoría de la mente somos capaces de engañar y de manipular a otros. Por tanto y para concluir, de nosotros depende hacer un buen uso de estas maravillosas capacidades de las que disponemos. Esas que casi sin que nos demos cuenta, siguen evolucionando.
agosto 31, 2019
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